SOCIEDAD

Operación Canguro con diez detenidos

El caso tenía una punta aquí y otra en Australia. Los narcos, de diferentes nacionalidades, traían la cocaína a Buenos Aires y aquí la diluían en acrílicos que se convertían en fondos de valijas, indetectables para los perros.

 Por Horacio Cecchi

Una banda de narcos fue desbaratada tras un año de seguimientos, en una serie de operativos simultáneos realizados por la Federal en el barrio de Congreso y en el partido de Morón. Al mismo tiempo, en la lejana Australia, policías de ese país organizaban batidas semejantes, para cerrar el moño sobre la otra punta internacional de la banda. Cuatro chilenos, cinco peruanos y un australiano fueron detenidos por los federales, mientras que en el continente isla cayeron siete narcos, seis australianos y un neocelandés. Entre ambos países, los policías secuestraron 20 kilos de cocaína. El procedimiento que usaba la banda para cruzar el océano sin sospechas era de rigor científico: producían la droga en Perú, la traían cambiando permanentemente las vías de ingreso (Chile, Bolivia, Brasil, Paraguay) y en Buenos Aires la diluían en acrílicos que luego eran enfriados en forma de planchas que colocaban como paredes y fondo de valijas, impidiendo de ese modo que el olfato canino hiciera estragos en el negocio. Podían trasladar unos 3 kilos de cocaína por valija. Al llegar a Australia, invertían el proceso y separaban la droga. La banda saltaba fronteras, saltaba leyes, saltaba sistemas habituales de tráfico y saltaba océanos. Los federales no fueron menos y, en un salto imaginativo, pusieron nombre a la investigación: el Operativo Canguro.
La investigación llevaba un año de escuchas, seguimientos y filmaciones, ordenadas por el juez federal de Morón, Jorge Rodríguez. Intervenieron hombres de Operaciones Federales de la Superintendencia de Drogas Peligrosas y de Análisis Delictivo. Los federales intercambiaron no sólo datos con sus colegas uniformados de Australia: una delegación viajó a al país de los boers y, como en los intercambios escolares, desde Australia viajó también una delegación al país a entrecruzar datos.
Según aseguró una fuente policial a Página/12, “los narcos australianos instruyeron en el sistema a los locales”. La cocaína era preparada en Perú. Variaban la ruta de ingreso a la Argentina, con el tradicional sistema de las “mulas” o correos. A veces cruzaban por Bolivia, otras por Paraguay, Brasil o Chile. “Acá, los tipos cortaban la droga y con un procedimiento químico la mezclaban con diferentes acrílicos –agregó la fuente–. Después, enfriaban ese compuesto dándole una forma chata, a la medida de las paredes y el fondo de unas valijas de viaje. Podían llevar unos tres kilos de cocaína en cada valija”.
Después, sólo restaba llenarlas con ropas y demás, y sacar pasaje a Australia, donde invertían el proceso. Diluían el plástico con calor, y mediante un procedimiento químico apartaban la cocaína para distribuirla. La banda no sólo había planeado un suculento negocio sino que, además, había salteado el principal escollo en el tráfico de cocaína y marcado un hito en la eterna lucha entre el saber científico y la madre natura: si la cocaína plástica era de buena calidad, pasaba desapercibida al riguroso olfato de los canes antidrogas.
Pero todo saltó por otro lado, por la incontrolable personalidad humana: los dos australianos que iniciaron la química del asunto local tenían frondosos antecedentes en su país. También chilenos y peruanos. Sus movimientos fueron seguidos minuciosamente durante alrededor de un año. No fue fácil. “Cambiaron nueve veces de hotel –señaló una fuente policial–. Se reunían a la madrugada, a diferentes horas, eran muy cautos. Supervisados por el juez Rodríguez, se hicieron filmaciones, escuchas y seguimientos sin que nos descubrieran”.
El martes partieron de viaje traspolar las dos primeras valijas, transportadas por uno de los australianos que ofrecía menos flancos de riesgo para entrar a su país natal. El otro aguardaba para repetir el viaje con otras dos valijas ya preparadas. En lugar de detener al australiano con su droga plástica, los federales dejaron avanzar a la banda en su primera experiencia. Siguieron el trayecto, acompañaron lasvalijas durante el viaje. Al llegar a Sydney, la policía australiana dejó ingresar al traslado, como previamente habían convenido.
“En el aguantadero de Australia teníamos una escucha. Cuando las dos valijas pasaron el control de aeropuerto escuchamos cómo festejaban y brindaban”, describió la fuente. Pero las valijas eran seguidas y cuando llegaron al nido saltó todo por los aires. Seis australianos más el que transportaba la cocaína plástica, y un neozelandés, fueron detenidos en Sidney. A la misma hora, pero trece horas después (por el cambio horario), los federales completaban su parte del Operativo Canguro. Un allanamiento en Bosques obtuvo 4,5 kilos de cocaína, una ametralladora PAM y una pistola 9 milímetros. En la calle Pichincha al 900 y al 1000, realizaron otros dos allanamientos. También en Venezuela al 3400 y en Bartolomé Mitre al 2400. En este último lugar se encontraba el laboratorio casero y dos valijas preparadas. Fueron detenidos seis hombres y cuatro mujeres, entre chilenos, peruanos y el frustrado viajero australiano. Como era previsible, el Operativo Canguro estaba condenado a saltar por los aires.

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La cocaína al descubierto: viajaban unos tres kilos en cada valija.
 
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