Viernes, 8 de abril de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Florencia Peña *
Como todos saben, tengo dos hijos hermosos. Los amo y ser madre es una de las cosas que más me hacen feliz en el mundo. Pero creo que la maternidad debería ser una bendición y no una condena. Y si creo que deberíamos avanzar en la despenalización del aborto no es porque yo lo necesite o lo desee. No creo que la clase media o alta lo necesiten, porque cuentan con los medios para que el aborto siga siendo ilegal y, sin embargo, se siga practicando. El aborto clandestino afecta a los sectores más vulnerables de nuestra sociedad. Las principales perjudicadas por esta situación son las adolescentes de los barrios más pobres, que pierden la vida a manos de médicos, enfermeras y curanderos inescrupulosos. Y en general no quedan embarazadas de su noviecito de 15: muchas veces son víctimas de violaciones o abusos deshonestos por parte de adultos, delitos que en muchos casos no se denuncian porque el culpable es miembro de la familia. Ser madre debería ser un momento de plenitud de una mujer, y no una tragedia o un accidente en la vida de una niña.
Hay mujeres de familias patricias que van a misa, pero cuando viene la noticia del embarazo de la nieta le recomiendan que “se lo saquen”, en clínicas privadas y con excelentes profesionales claro, porque las horroriza la idea de tener una madre soltera en la familia. Recordemos que la Iglesia también desaprueba los anticonceptivos y los profilácticos.
Lo que produce negar algo que ya sucede es que haya ocultamiento, miedo, culpa. Impulsar que se despenalice o legalice el aborto no quiere decir necesariamente recomendarlo. Muchas mujeres estamos convencidas de que debemos tener soberanía sobre nuestro cuerpo, libertad de decidir sobre nuestra salud física y mental. No creo que a ninguna mujer le guste la idea de abortar y sin embargo las estadísticas muestran que un alto porcentaje recurre a esta práctica a lo largo de su vida. Incluso mujeres que ya tuvieron hijos. Miremos a nuestro alrededor, a nuestras amigas, familia, colegas, vecinas y veremos la evidencia: no estamos rodeados de asesinas. Sin duda, hay que hacer campañas de anticoncepción y educación sexual, generar conciencia sobre la salud reproductiva. Ese es un trabajo lento y que llevará años. Mientras tanto, la realidad sigue apremiando.
* Actriz.
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