SOCIEDAD

Una advertencia sobre pirotecnia que los petardos no dejan escuchar

Los estallidos de cohetes pueden producir daños irreversibles en el oído, advierte un especialista en hipoacusia. Recomendaciones.

En las fiestas de Año Nuevo, las quemaduras y las lesiones oculares producidas por el mal uso de la pirotecnia ocupan los titulares de los medios de prensa. “Y al oído que lo parta un rayo”, se lamenta el doctor Yakel Pasik, asesor médico de la Mutualidad Argentina de Hipoacúsicos, que en los últimos años viene advirtiendo sobre un notorio crecimiento de los problemas acústicos provocados por petardos y bombas de estruendo. “El ruido que provoca la pirotecnia es perjudicial para la audición humana porque al explotar llega a los 120 decibeles y toda intensidad sonora que supere los 90 decibeles es muy dañina para el oído.” Pasik advierte que, por lo general, “un trauma acústico producido por la explosión de un cohete” queda relegado, en el primer momento, porque “casi siempre viene acompañado por una quemadura o por algún daño visual, que son los que originan la consulta en la guardia médica”. Sin embargo, el especialista recomienda poner a resguardo la capacidad auditiva “dejando el manejo de la pirotecnia a los adultos, manteniéndose alejados de la explosión y evitando estallidos en lugares cerrados”.
El subte o el escape de una moto puede rondar los 90 decibeles, el llanto de un bebé, puede andar por los 60, y en una disco, la música suele llegar a los 110. Pero el ruido que produce la pirotecnia se eleva a 120 decibeles, por encima de los 90 que puede llegar a tolerar, con alguna dificultad, el oído humano. “En nuestro país, y en el mundo, la alegría de las fiestas se expresa en forma ruidosa y en los últimos años la potencia de las bombas y cohetes que se hacen explotar en cualquier casa supera con creces lo que venía ocurriendo en años anteriores”, explica Pasik en diálogo con Página/12. Tanto en Navidad como en Año Nuevo “son muchas las personas que llegan a las guardias de los hospitales para hacerse atender por quemaduras o por lesiones oculares. Nadie se pone a pensar que ese zumbido que siente en el oído puede estar anunciando un problema grave, que es irreversible: el trauma acústico”.
“Una explosión es sumamente peligrosa para nuestra audición, aunque el efecto negativo varía según el tiempo de exposición al ruido y según la sensibilidad de quien se expone. Hay que tener en cuenta que un cohete común, o un petardo, explotan a más de 120 decibeles; esto significa que en un segundo y a corta distancia, puede llegar a producir un trauma acústico”. En este punto, Pasik hace una distinción entre “trauma acústico” y la “hipoacusia que puede sufrir, a lo largo del tiempo, un operario que trabaja escuchando el ruido de las máquinas”.
Mientras el obrero sufre “una merma paulatina de su capacidad auditiva, que lo puede llevar a perderla si la exposición es permanente”, la víctima de un “trauma acústico provocado por la pirotecnia corre el riesgo de perder el oído en forma permanente y definitiva, en menor tiempo”. Pasik admite que el problema “no es atendido en la guardia del hospital y llega después al otorrino; tanta es la ignorancia sobre el problema, que ni siquiera hay datos estadísticos” sobre la cantidad de casos que se registran cada año.
Hoy, el sonido de los cohetes “es prácticamente equivalente al del disparo de un arma de fuego, que logra una intensidad de 140 decibeles, igual que el despegue de un avión”. Como es muy breve el tiempo que transcurre entre el encendido y la explosión de un cohete, “el oído queda sin capacidad de defensa” y la exposición es mucho más grave “si la explosión ocurre en lugares cerrados, como puede ser un balcón, un patio cubierto, un galpón”. El sonido rebota y el riesgo “es mucho mayor si los que manipulan el artefacto explosivo son menores de edad”.
Una vez producido el daño “no hay medicamento ni tratamiento que sirva para que el nivel auditivo vuelva a la normalidad”. Los primeros síntomas del trauma acústico son “el aturdimiento, el vértigo y la pérdida del equilibrio”. Pasik recomienda usar cohetes de baja intensidad sonora y que los manejen “los adultos, nunca los niños, que deben permanecer alejados y a resguardo del ruido”. Y sugiere dirigirse, para cualquier consulta, a laMutualidad Argentina de Hipo- acúsicos, en Tte. Gral. J. D. Perón 1654, Capital Federal, de lunes a viernes de 10 a 17.

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Un petardo llega a los 120 decibeles, casi como un disparo.
 
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