SOCIEDAD › UN ARGENTINO QUISO ENTRAR A EE.UU. Y LO ABANDONARON EN EL DESIERTO

El riesgo de viajar con los coyotes

Ricardo Streich pagó 2500 dólares a los coyotes para cruzar la frontera desde México. Como no los podía seguir, por su sobrepeso, lo abandonaron en el desierto. Estuvo dos días solo, perdido, con temperaturas bajo cero, hasta que lo encontró la policía de EE.UU.

 Por Andrea Ferrari

Está en un centro de detención en El Paso, Nuevo México, y espera. Seguramente Ricardo Streich recuerda una y otra vez el momento en que en medio del desierto vio partir a los “coyotes” mexicanos que debían guiarlo hasta la frontera de Estados Unidos: lo abandonaron porque debido a su peso no podía seguir el ritmo del grupo. Estuvo dos días solo con temperaturas bajo cero y apenas un poco de agua y una lata de comida para sobrevivir, hasta que un piloto de la patrulla de frontera lo descubrió desde un helicóptero. “A esa altura él sólo quería ser rescatado”, dijo a Página/12 Doug Mosier, vocero de ese cuerpo en El Paso. Streich estaba dispuesto a todo para entrar una vez más en ese país que lo expulsaba. Ya había tenido que volverse a la Argentina en diciembre, cuando lo detuvieron por trabajar sin papeles. Pero su familia había quedado en Utah y contra toda lógica decidió intentarlo otra vez por la vía más difícil: el desierto y los coyotes.
La historia de Streich, un mendocino de 43 años, empieza como la de muchos argentinos corridos por crisis. La cuenta su padre Federico desde Mendoza: “Estuvo manejando colectivos de larga distancia 17 o 18 años hasta que de golpe lo dejaron sin trabajo. Y acá cuando uno cumple cierta edad parece que no sirve más: no consiguió en ningún lado. Entonces decidió irse con su familia”.
Partió en agosto de 2000 junto a su mujer y a sus dos hijos, en un momento en que Estados Unidos aún no requería visa a los argentinos. Las noticias que enviaron poco después eran buenas: tenían trabajo y se habían instalado en Provo, en el estado de Utah. “Ricardo estuvo tres años y medio trabajando con camiones, llegó a comprar tres vehículos y una casa. Invirtieron su dinero, los hijos estudiaban. Mi nieta estaba entre las que tenían mejores calificaciones –recuerda con pesar el padre–. Yo no sé qué hay que hacer en ese país para ser legal.”
La fantasía de que todo estaba bien se terminó en noviembre, cuando la policía tocó el timbre de la casa de Streich y le pidió primero su registro de conducir y luego sus papeles. Estuvo en un centro de detención durante once días hasta que decidió optar por un regreso voluntario que le evitaba un largo proceso y una deportación en sus antecedentes. Su mujer compró el pasaje y en pocos días él estaba nuevamente en Mendoza.
Pero no fue fácil. “Otra vez buscó trabajo y no consiguió –cuenta su padre–. Entonces le volvió la locura a la cabeza: decía que quería estar con la familia. Le habían dicho que iba a ser duro, peligroso, pero igual decidió hacerlo.”
Ricardo se contactó con una de las organizaciones que cruzan gente a través del desierto, los llamados “coyotes” o “polleros”. Según su padre, en esa organización había al menos un argentino, con quien pactó las condiciones. Y entre los “espaldas mojadas”, los que emprendieron con él la travesía desde México para entrar a Estados Unidos, hubo algunos más. Tal vez eso lo salvó, porque fue un argentino el que dio el dato a la patrulla que los detuvo: Ricardo había sido abandonado en el desierto porque debido a su sobrepeso no podía seguir el ritmo que los coyotes imponían.

El rescate

El Paso es la ciudad norteamericana a la que suelen llegar muchos de los inmigrantes que cruzan desde Ciudad Juárez, en México. Doug Mosier, encargado de Relaciones Públicas del departamento de Protección de Fronteras en esa localidad, se acuerda bien de Ricardo Streich. No porque fuera el primer argentino detenido al querer ingresar al país a través del desierto ya que, dice, “vemos centenares de latinoamericanos: de Brasil, de Honduras, de El Salvador y también de la Argentina”. Pero fueron las 48 horas que Streich pasó en el desierto las que lo convirtieron en un caso diferente.
“El domingo 25 de enero detuvimos a un grupo de inmigrantes ilegales que intentaban cruzar –cuenta Mosier por teléfono a Página/12–. La mayoría eran mexicanos, aunque había algunos argentinos. Uno de ellos dijo que los coyotes habían abandonado a un hombre que no podía seguir el ritmo por su peso.”
La búsqueda empezó a la mañana del lunes 26. “Fue una operación por aire, con helicópteros y por tierra, con patrullas a caballo. Ese día encontramos unas huellas y las seguimos, pero llegó la noche y hubo que suspender la búsqueda. La retomamos al día siguiente y fue cuando un piloto de un helicóptero lo vio. De inmediato se envió un equipo médico y Streich fue trasladado hasta el hospital de Deming para que lo atendieran. Estaba agotado y deshidratado. Pero teniendo en cuenta todo lo que le pasó, su estado era sorprendentemente bueno. Salió del hospital sin ningún tipo de secuelas.”
–¿Cómo había logrado sobrevivir?
–Tenía un recipiente con agua, un poco de pan y una lata de frijoles. Pero las condiciones eran muy malas: hacía frío y nevaba.
–¿Qué temperaturas suele haber allí en esta época?
–Entre 20 y 30 grados Fahrenheit (entre 1 y 6 bajo cero, en grados centígrados).
Streich le dijo al equipo que lo rescató que había intentado moverse constantemente para no morir congelado. En su camino, se había topado con un rancho. “Aparentemente encontró a un cuidador, quien le dijo que la situación era muy peligrosa y le convenía entregarse –cuenta Mosier–, pero en ese momento él aún pretendía seguir adelante. Avanzó un poco más, pero al día siguiente había cambiado de idea y sólo quería que lo rescataran. La verdad es que estuvo bastante contento de vernos.”
Según Mosier, Streich habría pagado unos 2500 dólares a los coyotes para que lo hicieran entrar en Estados Unidos. Su padre Federico, en cambio, sostiene que iba a pagar al final del trayecto, una vez que lo dejaran en Utah. Un final que no llegó nunca, ya que Streich está ahora en un centro de detención en El Paso, esperando que se defina su destino.
El paso siguiente parece ser la deportación. “Probablemente sea enviado de regreso a la Argentina –afirma Mosier–, aunque eso lo definirá un juez de inmigración.”
Por lo pronto, Streich está confinado al centro de detención. Desde allí se comunicó en los últimos días con su padre.
“Primero una cinta me avisó que la conversación iba a ser grabada –cuenta Federico–, y luego pude hablar con él unos minutos. Dijo que ya estaba bien de salud y que espera que las cosas se resuelvan pronto.”
–¿Le contó algo sobre los dos días que estuvo en el desierto?
–Dijo que estaba de última, y que Dios lo salvó.
Para Streich el proceso aún puede ser largo. Su padre, que tampoco tiene trabajo en Mendoza, dice que no sabe qué hará cuando vuelva a la provincia. “Acá la experiencia no cuenta –repite–, con más de 25 años no sos nadie.”

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Streich vivía en el estado de Utah, con su familia, pero se tuvo que ir por no tener papeles.
 
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