SOCIEDAD › NUEVA TEORIA SOBRE LA MUERTE DE NAPOLEON BONAPARTE

El cáncer de un emperador

Tras estudiar sus pantalones, un grupo de investigadores suizos determinó que murió de cáncer. Se creía que fue envenenado.

 Por Pedro Lipcovich

Si quiere saber cuál es la verdad de un hombre, pregúnteselo a sus pantalones. Este aforismo, que hoy lanza Página/12, sería por lo menos aplicable a Napoleón Bonaparte, y no sólo a su vida sino especialmente a su muerte. Un equipo de investigadores suizos examinó distintos pantalones utilizados por el emperador francés, hasta concluir que murió de cáncer de estómago, según lo indicaría su progresivo enflaquecimiento, reflejado en las medidas de las sucesivas prendas. En los últimos años, el debate sobre las causas de la muerte del ilustre corso se enriqueció con las teorías de que habría sido envenenado con arsénico y de que lo mataron, pero con las mejores intenciones, los doctores de la época, que en sus últimos años lo agobiaban con vomitivos y enemas como para quitarle toda pretensión de volver a imperar.
Los pantalones de Bonaparte fueron investigados por científicos del Instituto de Historia Médica de la Universidad de Zurich, dirigidos por Alessandro Lugli. Los especialistas examinaron 12 prendas, utilizadas durante los últimos seis años de la vida de Napoleón, quien falleció a los 52 años, en 1821, confinado en la isla de Santa Elena.
La investigación –que no requirió un aparataje complejo– estableció que los pantalones más grandes medían 110 centímetros en la cintura; en cambio, los que había utilizado poco antes de su muerte no tenían más de 98 centímetros. Según razonaron los especialistas suizos, esto indica que Napoleón perdió mucho peso en los meses anteriores a su muerte. Esto sería compatible con el adelgazamiento experimentado por pacientes con cáncer de estómago.
En 2001, investigadores franceses habían encontrado gran cantidad de arsénico en cabellos del emperador, lo cual dio pie a la teoría de que habría sido envenenado. Se llegó a sindicar como responsables del crimen a Hudson Lowe, británico, gobernador de Santa Elena, y al conde francés Charles de Montholon.
Sin embargo, el año pasado, un equipo forense norteamericano dirigido por Steven Karch sostuvo que el arsénico podía explicarse por exposición a humo de carbón y otras fuentes ambientales, y afirmó que a Napoleón lo mataron los tratamientos que le aplicaban para mejorar su salud. Sus doctores le proporcionaban tartrato doble de antimonio y también potasa, como vomitivo, además de enemas y purgas con un derivado del mercurio llamado sublimado corrosivo: así, mal medicado, habría sufrido una grave carencia de potasio.
Los suizos de los pantalones también desestiman la hipótesis del envenenamiento y sostienen que el arsénico vino del vino que, en abundancia, acostumbraba tomar el desterrado emperador; en esa época, los productores de vino acostumbraban secar los toneles con arsénico.
En realidad, la teoría del cáncer había sido la primera de todas, como que la formuló el propio médico personal de Napoleón, Francesco Antommarchi, luego de una autopsia presenciada por otros cinco doctores. Antommarchi no consideró que las enemas le hubieran hecho nada malo a su paciente.

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Napoleón enflaqueció progresivamente antes de morir.
 
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