SOCIEDAD › INAUGURACION EN LA TRIPLE FRONTERA

Contra la explotación

Desde Puerto Iguazú

La bienvenida a Puerto Iguazú, en Misiones, la dan la vegetación selvática y un gran cartel que escribe con rocas el nombre del lugar. Todavía más cerca de la ciudad, y si la llegada es durante la noche, el recibimiento está a cargo de algo menos atractivo para la mayoría de los turistas, pero tan real y contundente como la caída de agua de la Garganta del Diablo. Se trata de chicos de entre 6 y 18 años parados al costado de la Ruta Nacional 12 que, con sus ropas de color rojizo, como todo lo que en esa zona no se lava por un par de días, esperan temerosos el arribo de algún auto que les solicite sus servicios sexuales. Son niños, niñas y adolescentes víctimas de la explotación sexual comercial infantil. Para ayudarlos a salir de esa situación, un programa de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) implementado por el Ministerio de Trabajo de la Nación acaba de inaugurar un centro de atención en esa ciudad.
En las tres ciudades que componen la zona de la Triple Frontera –Foz de Iguazú en Brasil, Ciudad del Este en Paraguay y Puerto Iguazú del lado argentino– la OIT estima que hay unos 3500 chicos menores de 18 años en situación de explotación sexual. Para erradicar esas prácticas aplica desde 2003 el programa Luz de Infancia, que culminó con la apertura de un Centro de Asistencia Integral en donde poder darles atención psicológica, médica y pedagógica.
En sus inicios, el programa estaba basado en campañas de concientización y recorridas por los barrios. “Pero notamos que sacábamos a los chicos de la calle y al no tener dónde quedarse, volvían”, cuenta Marcelina Antúnez, coordinadora del programa en la ciudad. Sólo unos pocos chicos encontraban familias sustitutas en las que integrarse y hasta ella misma adoptó a cuatro chicas.
La explotación sexual de niños en esa zona se divide en dos modalidades: los que son obligados por sus padres a prostituirse y los que son utilizados como mercancías por mafias. “Es muy fácil cometer un delito aquí”, señala Marcelina y justifica sus dichos en la permeabilidad de la Triple Frontera. “Cruzan el río en canoa y se llevan chicos. Es un far west”, ilustra. Ella dejó de usar celular, cansada de recibir amenazas de muerte por trabajar contra el flagelo: “Mirá bien lo que estás haciendo”, le advertían.
Además de los chicos que esperan a la vera del camino, el equipo de Luz de Infancia constató que otros se ofrecen y son ofrecidos en bares, pubs, discotecas y hostellings. Uno de los casos conocido por todos en esa ciudad de menos de 40 mil habitantes es el de un local bailable del centro de Puerto Iguazú, en donde hay menores adentro, mientras la policía custodia el local desde afuera.
“No podés creer que algo así pueda ocurrir. No puedo entender cómo un padre o una madre puede obligar a sus hijos a prostituirse”, se queja Marcelina. La única explicación que encuentra es que “se trata de plata fácil, porque a los turistas no les cuesta nada dar unas monedas”. El turismo constituye la principal clientela y las organizaciones que explotan chicos se sirven de la infraestructura turística para concretar su negocio.
“Antes, era muy difícil que la gente reconociera que eso estaba pasando. Pero de a poco fuimos generando conciencia y nos llegaron muchas denuncias”, indica. En el último año recibieron 100 y pudieron constatar 80. Ahora esperan seguir trabajando caso por caso en el nuevo Centro de Asistencia, que va a servir de hogar para recibir a algunos de los chicos. De ellos Marcelina tiene fotos, las mira y relata que “da rebeldía de sólo verles las caras”. Rebeldía que transforma en esfuerzo, convencida de que “se puede hacer algo por ellos”.

Informe: Lucas Livchits.

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