SOCIEDAD › OPINION

Pago chico

Por Noé Jitrik (*)

Lo de “pueblo chico infierno grande” no se aplica a La Cumbre, Punilla, Córdoba. Por su paisaje, por la delicadeza de sus costumbres, por la belleza de sus construcciones, es lo más parecido que hay a un país como todos quisiéramos que fuera la Argentina. Artistas talentosos, artesanos de ingenio, hábiles trabajadores y benévolos jubilados, comerciantes honestos y empleados atentos hacen que en esta ciudad una esperanza de vida excelente sea tan factible como real. Pero también está lo otro: desempleo, jóvenes que ven el futuro negro, enseñanza de oficios eliminada, acceso a la cultura reducido y administración pública que pasa por serios problemas; se ha hablado, discretamente por ahora, de corrupción. Así, pues, lo idílico y lo problemático hacen un cortocircuito que sería necio no considerar. Después de diciembre, el sueño también aquí terminó: el bienestar de algunos ya no disfraza la desdicha de muchos otros.
Motivado por eso, un grupo de vecinos decidió empezar a enfrentar “problemas” propios del pueblo. La palabra “política”, como partidos o competencia por el poder, estaba prohibida, pero bastó que el grupo Manos a la obra tomara alguna iniciativa, como la de ayer, de defensa del medio ambiente –con recuperación y reconversión de la basura y plantación de árboles– para que la autoridad se pusiera en acción, recordando, quizá, que durante el no tan remoto menemismo algunos miembros de ese club habían puesto sus ojos, y algunos su dinero, en La Cumbre, fascinados por su campo de golf y la dulzura de sus noches. Enterados los concejales, rápidos, de que se estaba firmando una nota en la que se pedía que sus cargos fueran honorarios, se bajaron sueldos excesivos para sus perezosas gestiones. El intendente, velocísimo, presionando sobre medios y sobre empleados públicos, sobreactuando exageradamente ideas de otros, trató de apropiarse de la iniciativa ambientalista de Manos a la obra. Ataca, sin duda, y lo que logra es politizar, en dos sentidos; en el peor refuerza tristemente un clientelismo que no por previsible es menos desmoralizante; en el mejor pone en evidencia que hay nuevos protagonistas y que aunque no se quiera la política acecha y no hay más remedio que asumirla. En un pueblo chico, donde todos se conocen, puede ser pintoresca pero no por eso es insignificante. Lo de La Cumbre es en pequeño el país: nuevas ideas y capacidades despiertan y viejas prácticas intentan sofocarlas. Ese interesante choque tiene dos nombres: cultura y política.

* Escritor

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