SOCIEDAD › A VEINTE AÑOS DEL DESASTRE NUCLEAR DE CHERNOBYL

Una bomba de tiempo latente

La tragedia atómica ocurrida el 26 de abril de 1986 es todavía una amenaza. El sarcófago que cubre los desechos del reactor explotado puede derrumbarse y provocar una nueva catástrofe.

 Por Rodríguez Fernández*
Desde Kiev

El sarcófago que recubre hoy el cuarto reactor de la central de Chernobyl –o sea, el bloque energético que explotó hace 20 años– es una auténtica bomba de tiempo, ya que, según numerosos expertos, puede derrumbarse, provocando una nueva catástrofe ecológica. Se debe tener en cuenta que en el interior del sarcófago hay, según diversos cálculos, entre 30 y 50 toneladas de combustible nuclear. El principal problema hoy es que los científicos no están de acuerdo en lo que hay que hacer con el cuarto reactor, con esas decenas de toneladas radiactivas para evitar que siga representando un peligro para los habitantes de Ucrania.

“Hay muchas proposiciones científicas, pero todas ellas en esencia se reducen a dos vías”, explica Nikolai Karpan, ingeniero físico que trabajó diez años en la central de Chernobyl, hasta 1989, y que después ocupó altos cargos relacionados con la industria nuclear. “Una: no hacer nada con el sarcófago, recubrirlo con otra nueva construcción y esperar entre 50 y 100 años, para –cuando la radiación sea menor– elaborar un programa para desmontarlo. Y, segunda: desmontar primero la cubierta del sarcófago, cuya resistencia es dudosa y puede derrumbarse sobre el reactor con la consiguiente fuga de polvo radiactivo al medio”, resume Karpan. El científico es partidario de la segunda vía, por considerarla más racional.

“La tarea por ahora no es difícil y permitiría recoger el polvo radiactivo que se ha juntado y sepultar en otro lugar los 1700 contenedores con desechos radiactivos que fueron colocados allí durante los trabajos de los tres últimos años dedicados a paliar las consecuencias de la catástrofe nuclear”, señala. Esta variante permitiría no sólo poner orden en los desechos radiactivos, sino también reforzar de una manera más fiable las estructuras del cuarto reactor. Una vez desmontada la cubierta, se puede reforzar el sarcófago en el tramo peligroso, hasta el nivel donde la solidez de las estructuras no es puesta en duda por nadie.

“El sarcófago entonces tendrá un plazo de vida seguro de decenas de años. Pero si optamos por la primera vía, después de unos años –nadie con exactitud sabe cuántos– pueden ocurrir alteraciones de la cubierta del sarcófago que provoquen el derrumbe de algunas estructuras y la consiguiente fuga de polvo radiactivo”, añade el ingeniero.

De momento parece haber triunfado el camino que contempla la construcción de una nueva gran estructura para cubrir no sólo el cuatro reactor, sino también el tercero, y ello sin primero desmontar y poner orden en los desechos allí acumulados, cuya radiactividad alcanza unos 30 millones de curios” (unidad de medida de las radiaciones equivalente a la radiactividad emitida por un gramo de radio). “Los expertos que estudiaron la variante aprobada recientemente –la construcción en forma de arco sobre los reactores 3 y 4– llegaron a la conclusión de que, desde el punto de vista tecnológico, es el proyecto menos elaborado y que es potencialmente peligroso”, denuncia Karpan.

El problema principal, según este ingeniero físico, es que esta nueva construcción que se levantará con financiación europea no garantiza la protección generada por el polvo radiactivo durante el proceso de desmontaje de las construcciones, del techo del viejo sarcófago y del bloque energético dañado por la explosión.

Otro gran peligro es el depósito húmedo de combustible nuclear, que está prácticamente repleto y donde la única defensa biológica contra la radiación son tres metros de agua sobre los contenedores. Debido alretraso en la construcción de un nuevo depósito seco, a principios de año, y por presiones internacionales, se decidió sacar el combustible utilizado de los reactores congelados y colocarlo en el depósito húmedo, lo que significará superar con creces su capacidad. La radiactividad de los 16.500 contenedores sumergidos se acerca ya a los mil millones de curies. La contaminación en caso de accidente en el depósito de combustible sería más prolongada y peligrosa: hay que tener en cuenta que el combustible utilizado contiene más de cuatro toneladas de isótopos de plutonio.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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