SOCIEDAD

“Los cacerolazos traen oxigenación”

“¡Me confunden con una Bandana!”, dice Nadia Echazú, treinta y tantos, enfundada en un ajustado enterito rojo, sobre plataformas plateadas. Bromea sobre el voltaje de su look y sobre la edad, esa materia insalvable que produce mayor o menor eficacia al seducir a un cliente en la calle. Guía perfecta por la noche de Palermo aunque el hostigamiento policial que sufre hace que este cronista y el fotógrafo deban presentar cartas credenciales cada media hora ante diferentes oficiales, Nadia está en la encrucijada más dura de su larga experiencia como chica fatal: este enero olvidable han desaparecido sus más cotidianos y generosos “amantes”, incluso ese señor grande que sabe mucho de política y que la ve hace siete años con tanta asiduidad que ella, cínica al fin, lo llama “mi marido”.
Nadia vive en un dúplex con otras tres chicas con quienes comparte gastos. Por primera vez están llegando al punto en el que todo se vence. “Ahora ruego que no me corten el gas”, dice Nadia yendo por las calles clásicas de la zona roja mientras invita a un cacerolazo que las chicas hicieron ante la Comisaría 25ª. Es por esa estrechez que ella y muchas otras travestis fueron al cacerolazo histórico del 19 de diciembre. Marlene Guayar, por ejemplo, llegó con las travestis del hotel Gondolín, de Palermo, hasta la mismísima plaza. Ella, que con la recesión aceptó cobrar en chocolates y dulces finos de un empresario del sector, vive la crisis con cierta esperanza política.
“Los cacerolazos dan como una oxigenación”, dice, haciendo el gesto del aire entrando en los pulmones. “La gente sintió en carne propia el castigo que nosotras sentimos cada día. Puede ser más fácil que se solidaricen con nosotras, aunque sea en su hipocresía, porque no pueden negar que la represión existe”, cree sobre los gases que hicieron arder los ojos de los porteños, muchos de los que admitieron que las borraran de la calle. Esa experiencia dejó huellas: el jueves, frente a la Comisaría 25ª de Palermo, las travestis hicieron un cacerolazo en contra de la violencia cada vez más fuerte de los policías de la zona.

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