SOCIEDAD › EL CASO DE UNA CHICA ANTE UN EMBARAZO INDESEADO

Nadie se lo contó a Sonia

 Por Mariana Carbajal

Hace días, semanas, que Sonia duerme poco y mal. Fue cuando vio las dos rayitas rosas en el test de embarazo que empezó su insomnio. Ya estaba de más de un mes. Sonia tiene 24 años, es empleada doméstica con cama adentro y gana 400 pesos por mes, en una casa de Belgrano. No está casada ni tiene hijos. Y por ahora no quiere tenerlos. Sonia no tiene dudas de cuándo ocurrió aquello: fue una noche en que su novio, con el que se había peleado, volvió y la apuró para reconciliarse. Y no se cuidaron. Tampoco tuvo dudas antes ni ahora de que no quería seguir adelante con ese embarazo. Pero hoy, a casi tres semanas de descubrir en soledad las dos rayitas rosas –porque su novio, cuando le contó, se borró–, Sonia tiene una infección grave en el cuello del útero, que le puede dejar lesiones.
Imposibilitada de juntar los más de 600 o 700 pesos que le pedían por un aborto en el circuito clandestino, Sonia se desesperó buscando una solución que pusiera fin a su insomnio. “Una amiga me contó que había escuchado una vez en la tele que se vendían unas pastillas que se podían tomar después de la relación sexual y así no se producía el embarazo. Pero cuando fui a la guardia del hospital y pregunté, me dijeron que en mi caso ya era tarde para ese método”, recordó Sonia acongojada. Mientras la angustia le estrujaba el estómago y sentía náuseas, una hermana suya, de 20 años, le pasó otro dato: podía iniciarse un aborto con unas pastillas que se usan para curar la úlcera: debía ponerse en la vagina tres o cuatro y esperar el sangrado y después ir a una guardia para que le hicieran el raspaje. Probó, pero la hemorragia no se produjo. Intentó tres días después. Y otros tres. Y nada. Finalmente, fue al ginecólogo que la atiende regularmente y el médico le confirmó que el embarazo iba bien, que ya estaba de dos meses. La noticia la desmoronó y le sumó más angustia y más noches sin dormir. Su último recurso fue una rama de perejil. Terminó con el embarazo, pero en la guardia hospitalaria en la que la atendieron el fin de semana le confirmaron que tiene una infección grave en el cuello del útero. El lunes empezó a tomar antibióticos. No sólo tiene dolores sino que además teme quedar con lesiones que le impidan tener un hijo el día que decida que quiere tenerlo. Sonia nunca había escuchado sobre la anticoncepción de emergencia. Su médico no se la había mencionado nunca. “De haberla conocido –dijo a Página/12– la hubiera tomado sin dudar esa misma noche del reencuentro. Lástima que me enteré tarde.”

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