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Domingo, 15 de febrero de 2009

SALARIOS Y PRODUCTIVIDAD DE LAS PEQUEñAS UNIDADES PRODUCTIVAS

El desafío pyme

La megadevaluación redujo el costo laboral y permitió ganancias de competitividad a las pymes. Ahora se presenta otro escenario.

 Por Diego Rubinzal

El positivo rol de las pymes en el entramado productivo es frecuentemente resaltado. Históricamente, los gobiernos realzan discursivamente a las pymes aun cuando las políticas aplicadas vayan en una dirección contraria a su desarrollo. Resulta políticamente correcto destacar sus cualidades: alta capacidad de absorción de empleo, arraigo territorial, flexibilidad productiva, contribución al desarrollo regional. Según datos oficiales, existen 213.000 pymes y 1.340.000 microempresas distribuidas en todo el territorio nacional. Esas unidades productivas fueron la base del crecimiento económico y la generación de empleo en el escenario posconvertibilidad. El mantenimiento de un tipo de cambio alto les permitió reducir la brecha de competitividad existente a escala internacional.

En el documento El modelo de la post convertibilidad: contenido, límites y perspectivas, Juan Graña, Damián Kennedy y Jimena Valdez se preguntan: “¿Son las pymes el vehículo del progreso social en la Argentina? ¿Cuál es la capacidad de un proceso de crecimiento económico basado en pymes de mejorar las condiciones de vida de la población?” Para acercarse a una respuesta, esos economistas realizan un repaso de lo ocurrido en la posconvertibilidad. Es sabido que la devaluación redujo sustancialmente el costo laboral general de la economía (en términos internacionales).

Los autores recalcan que “este ‘aumento de competitividad’ fue mayor para las pymes que gozaron de una caída de costos cercana al 30 por ciento, mientras que para las grandes ‘sólo’ fue de un 20 por ciento. Es decir que en unos meses la ‘competitividad’ argentina se elevó a niveles que permitieron comenzar a producir a empresas que, dada su escasa productividad, no habían podido competir durante la convertibilidad”. La cuestión es que esa drástica reducción de los costos laborales termina resultando una condición necesaria para su supervivencia.

Por ello, Graña, Kennedy y Valdez sostienen que la recuperación salarial y la calidad del empleo en las pymes estuvieron por debajo de lo esperado.

Entienden que “los que señalan el papel progresivo de la absorción de empleo por parte de las pymes, esperando para un futuro el resto de las mejoras, omiten que tal proceso se da únicamente y a condición de que el salario sea reducido”. Para superar estas restricciones sería necesario incrementar los niveles de productividad para ser competitivos internacionalmente. Por eso brindan un panorama bastante sombrío: “No se observan intentos serios que tiendan a, por un lado, la recomposición del poder de compra de los salarios, de manera de impedir que las empresas compitan a través de remuneraciones reducidas y se vean obligadas a la innovación y tecnificación, y, por el otro, la ampliación de la escala de producción de las pequeñas para que dejen de serlo y puedan competir a nivel internacional sin necesidad de recurrir a la precarización del empleo y el empobrecimiento de sus trabajadores”.

Consultado por Cash, Damián Kennedy aclara que “nuestro cuestionamiento no es a las pymes en sí mismas, sino a una economía nacional que se sustenta en fuentes extraordinarias de ganancias. En particular, el esquema de tipo de cambio “competitivo”, con las redistribuciones vía subsidios de la renta de la tierra y la profundización del deterioro del salario real (que no logró superar al de los ’90), permitió que muchas pymes de baja productividad entren en producción. Ahora bien, lo que es causa del gran incremento del empleo lo es también de la escasa capacidad del esquema económico actual de superar la necesidad de aquellas fuentes para su sostenibilidad. De esto no se deriva que haya que apostar ciegamente a los capitales más concentrados, sino que el desarrollo argentino necesita ser pensado y discutido”.

En el mismo sentido, Nicolás Arceo, Ana Paula Monsalvo, Martín Schorr y Andrés Wainer sostienen, en el libro Empleo y salarios en la Argentina: Una visión de largo plazo (Capital Intelectual), que la ventaja por productividad alcanzada en el sector industrial en esta última etapa se basó tanto en la nueva paridad cambiaria como en la presencia de reducidos salarios en términos internacionales. Por lo tanto sostienen que “la elevación de los salarios reales puede conducir a una erosión de una de las bases en la que se sustentó la recuperación de la producción industrial desde 2002”. “De no mediar cambios estructurales, se imponen límites objetivos a una mejora sustantiva de los ingresos de los trabajadores y una más equitativa distribución”, concluye ese grupo de especialistas.

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“El desarrollo argentino necesita ser pensado y discutido”, afirman Graña, Kennedy y Valdez.

Claves

Según datos oficiales, existen 213.000 pymes y 1.340.000 microempresas distribuidas en todo el territorio nacional.

Esas unidades productivas fueron la base del crecimiento económico y la generación de empleo en el escenario posconvertibilidad.

El mantenimiento de un tipo de cambio alto les permitió reducir la brecha de competitividad existente a escala internacional.

La recuperación salarial y la calidad del empleo en las pymes estuvieron por debajo de lo esperado.

 
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