Domingo, 25 de octubre de 2009 | Hoy
INFORME ESPECIAL > LA POTENCIA ASIáTICA Y LA CRISIS INTERNACIONAL
La transformación productiva de China y su inserción internacional son fruto de una estrategia planificada y coordinada de su gobierno. Ante la crisis global ha mostrado una enorme capacidad de reacción, así como la disponibilidad de recursos para financiar políticas públicas. Así se ha convertido en uno de los jugadores clave en el plano internacional.
Por Ana Luz Abramovich *
China se ha convertido en uno de los jugadores clave en el plano internacional. Entre los múltiples interrogantes que pueden plantearse respecto del papel actual y futuro de este gigante en el funcionamiento económico mundial, uno está vinculado al rol que ha jugado en la presente crisis. Aparecen centralmente tres elementos, que analizaremos a continuación:
1 China y los desequilibrios globales. Existieron múltiples acusaciones cruzadas sobre las responsabilidades de una crisis que se desató en Estados Unidos y que ha llegado a todo el mundo. China está lejos de poder considerarse “responsable” de la generación y sostenimiento de los grandes desequilibrios globales a partir de su excesivo ahorro, como algunos analistas han intentado señalar. Sin embargo, no puede negarse que China viene jugando un papel preponderante en la dinámica de la economía mundial que desencadenó esta crisis. Su estrategia de desarrollo orientada hacia las exportaciones –con objetivos de generación de superávit comercial– y la acumulación de reservas que resulta de la intervención en el mercado cambiario para evitar apreciaciones ha resultado la contraparte ideal para el sostenimiento del consumo en Estados Unidos. Es sabido que, en un contexto de retracción de los salarios reales y empeoramiento de la distribución del ingreso en este país, gran parte de ese consumo fue sostenido en base al crédito. China proveyó masivamente bienes baratos, lo que colaboró en mantener un consumo elevado con baja inflación. Estados Unidos tuvo niveles de déficit comercial con China equivalentes a un tercio de su déficit comercial total para el promedio de los últimos años. Para China, la economía norteamericana fue un importante mercado que posibilitó la colocación de una enorme cantidad de productos industriales, resultado de la profunda transformación productiva que ha venido experimentando este gigante en los últimos tiempos.
En el plano financiero, China contribuyó a financiar el endeudamiento norteamericano vía demanda de bonos del Tesoro de Estados Unidos y otros activos denominados en la moneda de ese país, que elevaron la liquidez del sistema financiero y facilitaron la expansión del crédito. El país asiático es actualmente el primer tenedor de reservas internacionales, y dos tercios de los casi 2 billones de reservas que acumulaba para el año 2008 se encuentran denominadas en dólares.
La transformación productiva de China y su inserción internacional son fruto de una estrategia planificada y coordinada de su gobierno. La estrategia de crecimiento con orientación exportadora ha estado basada en tres elementos:
1. La generación de condiciones para la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED) y su orientación hacia sectores específicos.
2. Un tipo de cambio competitivo y estable.
3. Una tendencia hacia la adopción de reglas de juego propias de las instituciones internacionales (especialmente visible en su entrada a la Organización Mundial del Comercio)
Cada uno de estos elementos fue delineado y ejecutado por el gobierno chino, o llevado a cabo por la iniciativa privada bajo la mirada atenta del Estado. El esquema de transformaciones ha tenido un carácter gradual ya que el alcance de cada una de las medidas se ampliaba una vez probada su eficacia. Ello apuntaló la solidez del modelo de crecimiento elegido.
Estados Unidos, en cambio, parece haber adoptado medidas que bien podrían ubicarse en las antípodas de su par asiático. Las políticas que rigieron los destinos de la principal economía mundial antes de la crisis adolecieron de planificación y mostraron una excesiva laxitud para la regulación de sus mercados. Lo cierto es que la responsabilidad de la crisis no puede asignarse únicamente a los gobiernos, sino que cabe más bien pensar en una nueva lógica de funcionamiento del sistema económico mundial que involucra a ambos países, cada uno desempeñando funciones particulares.
2 La reacción en el ámbito interno. De vuelta en el plano nacional, China ha mostrado una enorme capacidad de reacción, así como la disponibilidad de recursos para financiar políticas públicas; algo en lo que se diferencia de otros países en desarrollo. Ante la retracción de las exportaciones derivada de la crisis internacional, que cuestionó el que hasta entonces había sido el pilar central de su modelo de desarrollo, la reacción fue el impulso de la demanda interna a través de un importante paquete de medidas fiscales. Se anunció un incremento del gasto público de 4 billones de yuanes, el 15 por ciento de su PIB de 2008 (aproximadamente unos 600 mil millones de dólares, el equivalente a dos veces el Producto Bruto de la Argentina). El paquete de medidas dado a conocer a finales del año pasado incluye obras de infraestructura de gran envergadura y de varios años de duración, como así también medidas que apuntan a la mejora en las condiciones de vida y la reducción de la inequidad. A la fecha, el gobierno chino evalúa positivamente el cumplimiento de sus metas, y la economía muestra señales de crecimiento a tasas elevadas, aunque ligeramente menores a las de años anteriores. El crecimiento esperado al término de 2009 asciende al 8 por ciento.
Hasta el desencadenamiento de la crisis, China supo aprovechar el contexto de crecimiento mundial para insertarse en la economía global y crecer a través de la expansión constante de sus ventas externas. Dicho crecimiento se dio con una contracción relativa en el consumo asociada a salarios reales relativamente bajos, que han sido una de las fuentes de su competitividad. En este esquema, la estrategia de desarrollo que guió el crecimiento chino coincidió con las estrategias de relocalización de las grandes empresas transnacionales (en busca de territorios para la producción que ofrezcan menores costos laborales), y las políticas de sostenimiento del consumo en los países centrales (en especial Estados Unidos).
En términos de los desafíos que enfrenta China hacia el futuro, se puede arriesgar la hipótesis de una “feliz” coincidencia entre los cambios que el sistema mundial impone a su patrón de desarrollo y los objetivos internos sobre los que se ha planteado avanzar. Desde hace ya algunos años, las evaluaciones realizadas por el gobierno chino alertan sobre los aspectos negativos del proceso de desarrollo. Entre otros, puede mencionarse el aumento de las desigualdades sociales y la pérdida de redes de contención vinculadas con los antiguos sistemas rurales y de las empresas del Estado, además de los cuantiosos daños ambientales. China encontraría ahora un espacio oportuno para adaptar su estrategia, promoviendo el fortalecimiento del consumo interno y una mejora en los niveles de vida de su población. Si bien esto no implica plantear que el nivel de sus intercambios comerciales se volverá pequeño, sí se sostiene que otros componentes de la demanda, en particular el gasto público y el consumo, adquirirán mayor participación como motores del crecimiento.
3 En la arena internacional. El advenimiento de la crisis internacional fue motivo de numerosas reuniones presidenciales y encuentros de trabajo, con intenciones de avanzar en la búsqueda de nuevas soluciones. China ha aprovechado su participación en estos espacios para presentar su posición, diferenciándose de muchos de los planteos de los países centrales. Se mostró, en términos generales, como una voz cuestionadora de las posturas que presenta Estados Unidos, tanto en términos de diagnóstico como en términos de propuestas y medidas. Al mismo tiempo, aparece como el principal impulsor de una mayor democratización en el funcionamiento de las instituciones financieras internacionales, que dé mayor voz y representación a los países emergentes y las economías en desarrollo.
En particular, el jefe del Banco Central de China realizó una declaración en marzo de este año, llamando a un reemplazo gradual del dólar en su papel de moneda mundial, de manera de generar una mayor estabilidad financiera mundial. En base a estas declaraciones, y considerando la realización por parte de China de acuerdos Swap de intercambio de monedas con seis países del mundo, se despertaron las suspicacias y algunos analistas sugirieron que el gobierno chino estaría aspirando a posicionar al yuan como una de las monedas fuertes en el sistema monetario internacional, un lugar hasta el momento ocupado por las monedas de los países desarrollados. Esta hipótesis debe matizarse. China no podría hoy ofrecer al yuan como moneda internacional, debido principalmente al débil desarrollo de su mercado e instituciones financieras, y a que existen fuertes restricciones a los movimientos de capitales. A pesar de las grandes transformaciones verificadas en estas tres décadas, el sistema financiero chino continúa ofreciendo una relativamente pequeña gama de instrumentos de ahorro e inversión, en comparación con los sistemas financieros de las economías desarrolladas. En una mirada de largo plazo habrá que observar si el objetivo que China se ha propuesto –convertir a Shanghai en un centro financiero internacional para 2020– prospera y en qué medida.
Por otro lado, no es esperable que en la actualidad el gobierno chino ceda grados de autonomía en su manejo del mercado de capitales; como tampoco muestra señales de acceder a incurrir en déficit de cuenta corriente, que resultarían necesarios para que su moneda fluyera al mundo. Estos constituyen elementos de peso suficiente como para minimizar la posibilidad de que se produzca un ascenso del yuan como moneda internacional en el futuro cercano. Tienen más asidero aquellas ideas que postulan que China está desarrollando una estrategia activa en relación con la promoción del yuan básicamente en el ámbito del comercio bilateral; buscando garantizar la provisión de ciertos recursos e insumos básicos para sostener su producción en los próximos años, así como la colocación de sus productos
* Economista, investigadora de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Este trabajo es parte de la producción del Programa interdisciplinario para el seguimiento de la evolución y los impactos de la crisis del orden económico mundial (Pisco), creado por el Instituto del Desarrollo Humano (Ungs).
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China está lejos de poder considerarse “responsable” de la generación y sostenimiento de los grandes desequilibrios globales a partir de su excesivo ahorro.
En un contexto de retracción de los salarios reales y empeoramiento de la distribución del ingreso en EE.UU., gran parte de ese consumo fue sostenido en base al crédito.
China proveyó masivamente bienes baratos, lo que colaboró en mantener un consumo elevado con baja inflación.
Es el primer tenedor de reservas internacionales, y dos tercios de los casi dos billones de reservas que acumulaba en 2008 estaban denominadas en dólares.
Ante la crisis global ha mostrado una enorme capacidad de reacción, así como la disponibilidad de recursos para financiar políticas públicas.
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