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Domingo, 16 de diciembre de 2012

RELACIóN ENTRE RESERVAS EN DIVISAS Y BASE MONETARIA

“La moneda como respaldo”

 Por Andres Asiain y Lorena Putero

La nueva Carta Orgánica del Banco Central eliminó una excentricidad que Argentina había heredado de los tiempos de la Convertibilidad: el respaldo en moneda extranjera de los pesos emitidos. A partir de la reforma, la cantidad de billetes en circulación obedece a los requerimientos de la actividad económica interna, como sucede en los demás sistemas monetarios del mundo. Por otro lado, la política de acumulación de reservas depende de las necesidades previstas para futuras compras de productos importados, vencimientos de deuda externa, remisiones de utilidades de las multinacionales, el gasto de argentinos que viajen fuera del país o para persuadir a quienes especulen con una devaluación e inicien alguna corrida cambiaria.

Esta innovación generó la angustia de muchos economistas ortodoxos, que consideran que el valor de la moneda depende de su respaldo en alguna divisa fuerte. Las previsiones de una fuerte desvalorización del peso no se hicieron esperar, hecho que fue oportunamente explotado por grandes medios de comunicación para fogonear la corrida que obligó a imponer las recientes regulaciones del mercado de cambios. La catástrofe no llegó y si bien el peso continuó perdiendo valor, lo hizo al mismo ritmo de cuando era convertible, por el efecto de una inflación que poco y nada tiene que ver con el nivel de reservas del Banco Central.

El valor de un billete de 100 pesos no está dado por los dólares que pueda tener acumulados el Central, sino por la cantidad de bienes que permite comprar. Eso depende de elementos como ser la formación de precios por el sector empresarial, las negociaciones salariales en paritaria, la política impositiva o el precio internacional de las materias primas. El único nexo posible entre los precios y las reservas del Central está dado por el valor del dólar, que influye en el costo de los insumos importados y el precio de los alimentos exportables. Por eso, el Banco Central implementa una batería de medidas que le permiten mantener la cotización del dólar bajo su órbita de decisión, evitando devaluaciones bruscas que generen una desestabilización de los precios.

Al respecto, vale recordar que una relación fija entre reservas y base monetaria no es ninguna protección frente a posibles corridas. La devaluación del 2002 mostró claramente que circulan muchos más pesos que los que emite el Central, ya que los bancos crean dinero a través de su política de créditos. Por eso, pese a que regía la ley de convertibilidad, cuando los ahorristas intentaron cancelar sus depósitos en el sistema bancario y hacerse de moneda extranjera, se puso en evidencia que no había suficientes dólares.

Los defensores de la convertibilidad quieren atar inútilmente la política monetaria nacional a los vaivenes de la economía mundial. En el actual contexto, de desaceleración del comercio mundial y donde Argentina tiene cerrado los mercados internacionales de crédito, mantener el respaldo en divisas habría obligado a una restricción monetaria que terminaba en el ajuste del gasto público y privado, con su previsible impacto en pérdida de puestos de trabajo y reducción de los ingresos de las mayorías. Por el contrario, la nueva Carta Orgánica permite ampliar los márgenes de soberanía monetaria para realizar políticas expansivas que contrarresten el impacto de la crisis internacional, sin necesidad de salir a mendigar créditos a los organismos financieros internacionales. Esto les preocupa a quienes extrañan la tutela del FMI sobre la política económica. Los asusta que soberanía y democracia, caminando juntas, avancen sobre sus privilegios

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