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Domingo, 13 de julio de 2003

POLéMICA

“Riesgo de bailar al son del FMI”

Por Alejandro
Marco del Pont
Director de KP&M

Era de esperar que Lula se viera cercado por el mercado financiero, ya que el calendario de amortizaciones en los cuatro años de su gobierno es exigente: 35.900 millones de dólares para este año; 39.100 millones (2004); 28.100 millones (2005) y 26.700 millones de dólares (2006). Pero la receta escogida levantó demasiado revuelo y los resultados no se encuentran a la vista. Para arribar a los pagos acordados para el 2003 la economía se vio obligada a alcanzar un superávit primario del 4,25 por ciento en el contexto de un préstamo de 30.000 millones de dólares otorgado por el FMI para el pago de deuda.
El mecanismo adoptado es el mismo que en 1999 le dio buen resultado financiero al gobierno de F. H. Cardoso. Los gestos de intención de pago ante organismos multilaterales de crédito y a los ojos de Wall Street son bien vistos por el mercado. Mayores superávit primarios le permitieron a Cardoso disminuir la exposición de la deuda y conseguir crédito en el mercado internacional. Ambas cosas están ocurriendo ahora, con la diferencia que el crédito externo es menor.
El poder interno de Brasil se percató de lo receptivo que se tornó Lula ante las extorsiones de los mercados. Por lo que aplicó una teoría muy utilizada en las relaciones internacionales, llamada la escala de los extremos, donde, en este caso, si uno consigue algo, la igualdad de derecho le permitiría lo mismo al otro.
Ante los ataque empresarios en los medios a través del vicepresidente J. Alencar, Lula está anteponiendo la economía a la política, aferrándose más a una receta que, aunque sus resultados han sido sobreactuados hasta ahora, es mala y muy parecida a la implementada por su antecesor F. H. Cardoso. Recordemos que si bien Lula no ganó en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, el 70 por ciento del pueblo brasileño votó en primera vuelta en contra de la política económica implementada por Cardoso por la vía de diferentes partidos. Asimilar la imagen del líder petista a la de su predecesor es obra de los industriales, pero les conviene a los financistas y al ala más liberal de gobierno.
Si las políticas ortodoxas implementadas por el Ministerio de Economía obtienen buenos indicadores macroeconómicos a expensas del crecimiento, quienes proponen el ajuste constante y la bicicleta financiera se habrán impuesto a los que predican un crecimiento basado en el impulso de la demanda interna, con una mayor generación de empleo y una más justa distribución del ingreso. En esta disputa interna no sólo se encuentran en juego los lineamientos futuros de la política económico de Brasil, sino de gran parte de las variantes económicas que puedan implementar los países vecinos. Sí un líder carismático y progresista, con una inmensa base social y 55 millones de votos, baila al son del FMI, poco queda para los demás países de la región.

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