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Domingo, 17 de febrero de 2002

“Las grandes empresas...

Por Roberto Navarro

Alberto Abad, como jefe de la AFIP (DGI y Aduana) tiene la responsabilidad de aumentar los ingresos del Estado en un momento de depresión económica y rebelión de los contribuyentes. No es un experto en impuestos, pero cuenta una extensa experiencia en cargos estatales. A pesar de que impulsa una reforma fiscal que implique mayores impuestos para los ricos y menor presión para las clases bajas, no quiso meterse con los grandes grupos que no están pagando sus impuestos. “No es mi tarea dar nombres”, señaló, ante Cash. El funcionario se quejó de que encontró un organismo desestructurado y desmotivado y advirtió que existen prácticas corruptas dentro de la DGI y de la Aduana. Su estrategia para remontar la alicaída recaudación será “generar en los contribuyentes sensación de riesgo”. “Tienen que saber que conocemos sus movimientos y sus gastos”, detalló.
Vito Tanzi dijo que el problema en Argentina no es el gasto, sino que los grandes grupos no pagan impuestos.
–Coincido con su apreciación, pero no hay soluciones mágicas. Poner en marcha un sistema de recaudación, que está desmotivado y desestructurado, significa un proceso que lleva tiempo. No hablo de cinco años; podemos ir avanzando en aspectos que pueden generar resultados a corto plazo e instrumentar a la vez una estrategia de largo plazo. Hay que tener en claro que éste es el peor momento de la historia para hablar de resultados.
Para cobrar impuestos a los grandes grupos hace falta decisión política y poder. ¿La tiene?
–No tengo restricciones políticas
El Gobierno de Duhalde quería pesificar las deudas a 1,40, luego a 1,20 y, por la presión de los empresarios, terminó endeudando al Estado para pesificar 1 a 1. ¿Tienen poder para cobrar impuestos a los peces gordos?
–Yo creo que sí.
Si lo llama Duhalde y le dice que no moleste a Techint, ¿qué hace?
–No creo que lo haga, pero yo tengo que cumplir con la ley.
¿Sabe que esas presiones ocurren?
–No es un problema sólo de los funcionarios públicos, sino de los argentinos. Cada vez que hay alguien del sector público en un acto de corrupción, hay alguien del privado que lo está incitando. Y cuando hay dos que lo están haciendo es porque algo pasa en la sociedad.
¿Si hay un grupo importante que está evadiendo, lo va a decir?
–Sí, por supuesto.
¿Quiénes están evadiendo ahora?
–Nosotros estamos trabajando en varios frentes, cruzando información con el sistema financiero, investigando a grandes como a chicos.
¿Quiénes son los que no pagan?
–Puede ser que no paguen porque no pueden.
Le hablo de los que sí pueden.
–No hago un análisis de cada contribuyente en particular.
Sería importante saber quiénes son los grandes evasores y deudores del fisco.
–Mi función no es dar nombres.
La gente que paga sus impuestos tiene derecho a saber quiénes son los que desfinancian al Estado.
–El otro día denunciamos a las casas de cambio.
No son grandes contribuyentes.
–No se puede salir a dar nombres, se puede incurrir en un delito, hay que ser muy cuidadosos.
¿Por qué es tan ineficiente la AFIP?
–Hay varias razones: los cambios constantes del sistema normativo son nefastos. Por ejemplo, los planes de competitividad dieron vuelta a la DGI. Otro problema son las bases de datos. La administración tributaria se centra en la posibilidad de tener una especie de radiografía delcontribuyente, que a uno le permita identificar su situación patrimonial y de flujos de dinero. Así se define quiénes son los más importantes. Pero las bases de datos del país no están centralizadas geográficamente, por nuestro sistema federal, y además algunas provincias no tienen capacidad informática para darnos datos actualizados. Esto nos quita efectividad.
Esa situación no va a cambiar por ahora.
–La provincia de Buenos Aires está haciendo un trabajo sobre la propiedad inmobiliaria que va a ser un gran paso. En el interior la situación es más complicada. Pero también hay problemas de desarrollo dentro de la AFIP. Hasta hace poco había siete centros de cómputo dentro del organismo, que no estaban totalmente interconectados entre sí.
¿Hay un alto nivel de corrupción entre los inspectores?
–Hay prácticas corruptas dentro del organismo. Generadas desde adentro e inducidas desde las empresas privadas.
¿Es generalizada la corrupción?
–Es difícil de categorizar, y de hablar con cierto nivel de racionalidad. Los empleados históricos dicen que los corruptos son una minoría. Evidentemente hay muchos casos. Me resulta dificultoso mensurarlo.
Cualquier contador lo puede responder sin dudarlo.
–Claro, en organismos como éstos hay mucho contacto entre el contribuyente y el inspector, y fácilmente se pueden generar situaciones en las que el funcionario pueda actuar a favor o en contra; es un caldo de cultivo óptimo para prácticas corruptas. Los inspectores no tienen que quedarse dos o tres meses en una empresa. Hay que citar a los contribuyentes a la agencia. Si se analiza la recaudación, el 97 por ciento se genera por retenciones o presentaciones de declaraciones juradas de los contribuyentes. Sólo un 3 por ciento ingresa por inspecciones. Es obvio que la tarea de los inspectores no está dando un buen resultado. Por eso hay que crear percepción de riesgo para que declaren bien.
Da la impresión de que, a su juicio, los problemas no son tan importantes. Sin embargo, hay tributaristas que calculan una evasión del 40 por ciento.
–No es para tanto. Sobre el total de la recaudación la evasión está entre el 20 y el 25. Pero es un tema muy complejo, porque está asociado a la actividad económica, a la moral media de una sociedad, al ciclo macroeconómico de cada momento. Aparte de lo que pueda hacer la AFIP, hay prácticas de evasión enraizadas en la gente, incluso en grandes contribuyentes: una especie de cultura de la evasión que han desarrollado con especial cuidado.
¿No se puede detener?
–Hay un proceso cultural y la cultura tiene una inercia que no se cambia en un año o dos años.
Entonces, no va a mejorar.
–No, no es así; de a poco se va a mejorar.
¿El hecho de que se hayan cambiado tres jefes de la AFIP en poco tiempo no les da a los contribuyentes una sensación de falta de control?
–La gente de la AFIP sigue trabajando, porque los mecanismos no dependen de la cabeza del ente. Pero se genera esa sensación, es cierto. Tiene que haber una estabilidad de los puestos de la AFIP. Acá se fue personal muy preparado, con años de trabajo. Hay un costo de capacitación perdido. Es gente que desarrolla el Estado y que se convierte en un recurso humano que se usa en contra. Con 2000 pesos mensuales los privados consiguen un asesor que sabe cómo evadir mejor que nadie. Al mismo tiempo perdimos capacidad de fuego acá y se la generamos al evasor.
Los bancos tienen oficinas montadas para fugar dinero negro del país. ¿Por qué no los controlan y sancionan?
–Hay una estrecha relación entre la fuga de divisas y la evasión. Y a los bancos se los está siguiendo por ese tema, pero no es fácil terminarde detectar las trampas. Tenemos muchos frentes abiertos: el tema de la evasión, el del contrabando, el del trabajo informal.

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Alberto Abad, titular de la AFIP: “Sobre el total de la recaudación la evasión está entre el 20 y el 25 por ciento”.
 
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