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Domingo, 17 de febrero de 2002

EL BAúL DE MANUEL

El capital

Por M. Fernandez Lopez

En la sociedad, tomada en conjunto, se generan tres corrientes de ingresos: los salarios, los ingresos públicos y las ganancias. Los primeros, aunque individualmente se ven comprimidos por las leyes de la competencia capitalista, en total constituyen una suma enorme –como una quinta parte del producto nacional–, sostienen las necesidades de la población y con ello el mercado interno. Los segundos, principalmente impuestos, sostienen una serie de gastos improductivos y otros no tanto, como la educación pública primaria, secundaria y universitaria, la salud pública, el sistema de jubilaciones y pensiones, el sistema científico, etc. Los terceros se forman con intereses de inversores, rentas y utilidades empresariales –tenedores de deuda pública, shoppings, bancos, super e hipermercados, laboratorios, compañías petroleras, empresas telefónicas, fábricas de automóviles, etc–. Aunque al público no especializado puede escapársele algún tecnicismo, un economista no ignora la naturaleza de esos tres flujos, ni tampoco que los dos primeros tienen destinatarios a agentes nacionales, y el tercero –en una economía altamente extranjerizada como la argentina– a titulares residentes en el exterior. No hay individuo que pueda, por sí solo, torcer el curso natural de estos tres flujos. A menos que ... Y la experiencia del megacanje y el corralito permiten ver el rol del Estado neoliberal y el gigantesco operativo hecho posible por incumplir el art. 29 de la Constitución. Algo olía a podrido en los superpoderes al ministro de Economía (más allá del formalismo de haberse otorgado “al Presidente”): el megacanje se presentó como “sacrificio” de los inversores y alivio a la generación presente (¿y las generaciones futuras?). El corralito se presentó como “protección” a los depósitos. El común denominador fue poner los flujos de ingresos nacionales al servicio de las ganancias. Los títulos del megacanje se garantizaron con la recaudación tributaria (integrada por IVA, que paga toda la población, y donde el impuesto a las ganancias apenas cuenta). Ante la huida de fondos bancarios al exterior, la ausencia de nuevos depósitos y la incapacidad de restituir depósitos a nacionales, se frenó el derrumbe de la banca (extranjera) con la bancarización compulsiva del salario y la prohibición de su retiro pleno e inmediato. Viveza criolla, que le dicen.

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