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Domingo, 27 de julio de 2003

COMO DESTRUIR LA SEXTA ECONOMIA DEL PLANETA

Internacionales > Terminator en California

El estado norteamericano más rico enfrenta hoy disputas dignas de una república bananera. Arnold Schwarzenegger considera seriamente postularse para gobernador, y la economía se paraliza.

Por Claudio Uriarte

Arnold “Terminator” Schwarzenegger podía aún no haber decidido si competir por los republicanos en el golpe de Estado parlamentario-referendarioelectoral que va a tratar de consumarse en California el próximo 7 de octubre, pero su personaje ya parecía haber tomado firmemente el control del estado más rico de la unión norteamericana cuando la iniciativa de los enemigos del gobernador demócrata Gray Davis logró el pasado jueves 24 que el paso previo al golpe –la convocatoria a un referéndum revocatorio– fuera dado. En otras palabras, California, la sexta economía industrial del planeta, la cuna de Hollywood y de Silicon Valley, vive desde hace meses una situación extrañamente reminiscente de las crisis de una república bananera, con un presupuesto que no logra aprobarse en el Parlamento, intrigas políticas de los ricos y no tan ricos, un complicado sistema constitucional lleno de iniciativas plebiscitarias contradictorias, y un riesgo que empeora: el mismo jueves, Standard and Poor’s redujo en tres puntos la calificación de los 26.800 millones de dólares de deuda del Estado (del grado “A” a “BBB”) debido a la incertidumbre política y económica desatada por la doble batalla de la impugnación de Davis y el estancamiento legislativo del presupuesto.
Desde luego, es fácil reírse un poco de los californianos, “muchos de los cuales han pasado demasiado tiempo al sol”, según su propio historiador, y bibliotecario oficial, Kevin Starr. Después de todo, éste un estado repleto de surfers y de jóvenes empresarios de ascenso rápido, donde las conversaciones más profundas y extensas en el barbecue de los amigos el viernes por la noche en el jardín trasero de coquetos condominios con pileta y vigilancia son sobre el aumento de sueldo que consiguió uno, la participación minoritaria en las ganancias de la empresa que está tratando de obtener un segundo, los fabulosos términos de pago que logró una tercera para comprar su nuevo tríplex y las prestaciones increíbles del nuevo automóvil híbrido que acaba de adquirir un cuarto. (En momentos más tranquilos, también hablan de verduras orgánicas, cremas humectantes, dietas y meditación trascendental.) Pero esta verdadera pesadilla para intelectuales urbanos es lo que resulta más irónico en este contexto tercermundista donde el estado se asoma en un mes a la posibilidad de despedir cientos de miles de empleados, retrasos en los pagos de los que queden y falta de efectivo. La Legislatura aprobó en la noche del jueves un compromiso para reducir el déficit record de 38.000 millones de dólares con el recorte de 13.000 millones de dólares y nuevos préstamos por 17.000. Que, naturalmente, vendrán a las nuevas tasas dictadas por la descalificación de S&P.
En realidad, más allá de la torpeza de Gray, de la confusión de procedimientos constitucionales y del impulso a este golpe por un millonario (Darrel Issa) que se hizo rico vendiendo alarmas antirrobo de automóviles que usan su propia voz, la crisis del Estado no es tan excéntrica al conjunto del país como se puede suponer. California fue el primer golpeado por la explosión de la burbuja tecnológica de fin de los ‘90, y también por los recortes de ayuda federal que vinieron gracias al aumento del déficit presupuestario federal bajo la economía de George W. Bush. De esta manera, el “estado dorado” puede estar en vías de entrar en un perfecto círculo vicioso: víctima de los desaciertos globales de un gobierno republicano, puede terminar eligiendo a los republicanos, ignorando que fueron los primeros gestores de su crisis en primer lugar.

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“No es nada personal”, podría decirle hoy Arnie a California.
 
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