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Domingo, 17 de agosto de 2003

EL juego de los giles

Por Fernando Krakowiak

Cuando el dólar subió, los precios subieron. Cuando el dólar bajó, los precios no bajaron. No sólo no bajaron sino que siguieron subiendo. Según un relevamiento realizado por la Secretaría de Desarrollo Económico de la Ciudad de Buenos Aires, al que tuvo acceso Cash, entre junio de 2002 y el mismo mes de este año, los precios de 48 alimentos de primera necesidad aumentaron un 11 por ciento en promedio, pese a que la cotización del dólar cayó un 28 por ciento en el mismo período. Ese comportamiento de la dinámica dólar-precios resulta impactante porque cuando se produjo la devaluación los empresarios justificaron las subas debido al despegue del billete verde. La incidencia de los insumos importados en el proceso de producción y la cotización en dólares de los bienes exportables fueron los principales argumentos para justificar las remarcaciones. Sin embargo, la persistencia de los aumentos, aun en un contexto de caída del dólar, revela que la fijación de precios es independiente de la alteración real de los costos. Así se evidencia el control oligopólico que ejercen las cadenas de hipermercados y los grandes grupos económicos en perjuicio de los consumidores y, fundamentalmente, de los 6,2 millones de indigentes que no acceden a la canasta básica de alimentos.
De los 48 productos relevados en los supermercados de la Capital Federal, 37 aumentaron su precio, 1 se mantuvo sin cambios y apenas 10 cayeron junto con el dólar. Entre los alimentos que subieron se destacan el queso de pasta blanda Port Salut y el queso semiduro Pate-Grass, que aumentaron 55,3 y 43,2 por ciento, respectivamente. El insumo principal de los quesos es la leche cruda, cuya participación en el costo es de aproximadamente 40 por ciento en quesos duros y 60 por ciento en los quesos blandos. La leche aumentó en julio de 2002 y volvió a hacerlo en enero, producto de la negociación que llevaron adelante las empresas lácteas con los tamberos. Pero subió “apenas” un 15 por ciento. Por lo tanto, no es posible justificar aumentos de más del 50 por ciento en los quesos a partir del incremento de la leche.
Subas de otras materias primas como cuajo, enzimas específicas, bacterias lácticas, ácidos orgánicos y cloruro de sodio no pueden haber impactado porque antes de la devaluación representaban sólo el 1 por ciento del costo. La eficiencia de la producción también influye en los precios, pero en este caso las grandes inversiones realizadas durante la década del ‘90 en el sector lácteo (más de 1500 millones de dólares) deberían ayudar a disminuir los costos en lugar de aumentarlos.
Entre los motivos que podrían justificar la suba de precios algunos analistas mencionaron a este suplemento el costo del transporte, pues el gasoil siguió subiendo, y los aumentos de sueldos otorgados a los empleados. Así parte del incremento salarial vuelve a ingresar a esas empresas cuando los trabajadores convalidan el ajuste de precios en las cajas registradoras de los supermercados. Esta situación relativiza el discurso de ciertos funcionarios del Gobierno que pronosticaban una expansión en el consumo a partir de la mejora de los salarios. Aquellos que recibieron un aumento terminaron transfiriendo una parte del mismo a las grandes empresas productoras de alimentos. Y los que permanecieron con su salario congelado tuvieron que soportar durante el último año una nueva erosión de sus alicaídos ingresos.
Otro dato para comprender el incremento de los costos se halla en un estudio sobre la industria de los quesos realizado por la Secretaría de Agricultura, donde se afirma que una traba importante al incremento del consumo de quesos es la “excesiva remarcación que realizan los minoristas”.
Entre los productos que aumentaron se incluye también el pan lactal, que subió un 14,1 por ciento. Según un informe elaborado por la Dirección de Industria Alimentaria, la estructura de costos del pan industrial en marzo de 2002 contemplaba un 23 por ciento de materias primas y envases, 21 por ciento de mano de obra, 6 por ciento de fletes y acarreo, 6 por cientogastos de comercialización, 3 por ciento de energía y combustibles, 13 por ciento de amortizaciones y 25 por ciento de intereses. La principal materia prima del pan es la harina de trigo, que constituye entre el 55 y el 90 por ciento de los distintos panificados. Este insumo está vinculado fuertemente al dólar y durante el período relevado disminuyó su precio en los mercados mayorista y minorista. Sin embargo, el pan que se ofrece en las góndolas de los supermercados subió. Guillermo Corzo, economista de la Fundación Capital, afirmó a Cash que los productos no siguieron la caída del dólar porque las empresas “aprovecharon para recomponer su margen de ganancias”.
Las galletitas y las pastas secas son los productos que mayor demanda interna de harina generan luego del pan. No obstante, las galletitas de agua relevadas en el informe aumentaron un 13,6 por ciento y el paquete de fideos de 500 gramos apenas cayó un 0,6 por ciento. En el costo de las galletitas influye fuertemente el packaging y las inversiones en publicidad, pero las empresas señalaron que desde que estalló la crisis se esforzaron por reducir ese tipo de costos para “favorecer” el acceso de los consumidores a sus productos.
El sector de la carne también presenta sus particularidades. Mientras el dólar subía los frigoríficos aumentaron los precios argumentando que el alimento balanceado de los animales era importado y que algunos cortes se exportaban. Pero cuando el dólar comenzó a bajar, los precios siguieron subiendo. En el relevamiento de precios se incluyeron cinco cortes que aumentaron un 30 por ciento en promedio entre junio de 2002 y 2003. La mayor suba fue del kilo de falda, que trepó un 42,4 por ciento.
En la mayoría de los casos, los consumidores se han visto obligados a aceptar las subas de precios porque la estructura oligopólica que conforman los grandes fabricantes reduce la posibilidad de acceder a otras ofertas. En el mercado de galletitas, la francesa Danone (Bagley), la norteamericana Nabisco (Terrabusi, Mayco, Capri y Canale) y Arcor (Lía) concentran el 80 por ciento de las ventas. En panificación, Fargo, Bimbo y La Veneciana suman el 85 por ciento. Mientras que cerca del 50 por ciento del mercado de los quesos está dominado por siete empresas entre las que sobresalen SanCor y Danone, que posee la división lacteos de La Serenísima.
La única ventaja que obtuvieron los consumidores se produjo cuando los hipermercados negociaron con los fabricantes para ofrecer descuentos con la intención de revertir un record de 16 meses seguidos de caída en las ventas. El repunte llegó con la “guerra de precios”. Carrefour prometió “un fin de semana de locura” con descuentos del 20 por ciento en fiambrería y productos de almacén. Disco ofreció bajas del 25 por ciento en distintos rubros que fueron variando según el día. Coto promocionó descuentos “imposibles” del 20 por ciento. Mientras que Norte llegó a publicitar rebajas del 30 por ciento con el slogan “La mejor oferta está acá”.
Demasiado poco vista la transferencia de ingresos de los sectores con ingresos fijos hacia empresas monopólicas el resto de los días, en un juego donde los consumidores ocupan el rol de “los giles”: los precios de alimentos básicos suben, con dólar para arriba o para abajo.

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Precios / dólar

Cuando el dólar subió, los precios subieron. Cuando el dólar bajó, los precios no bajaron. No sólo no bajaron sino que siguieron subiendo.

Entre junio de 2002 y el mismo mes de este año, los precios de 48 alimentos de primera necesidad aumentaron un 11 por ciento en promedio, pese a que la cotización del dólar cayó un 28 por ciento en el mismo período.

Ese relevamiento fue realizado por la Secretaría de Desarrollo Económico de la Ciudad de Buenos Aires.

La persistencia de los aumentos, aun en un contexto de caída del dólar, revela que la fijación de precios es independiente de la alteración real de los costos.

Así se evidencia el control oligopólico que ejercen las cadenas de hipermercados y los grandes grupos económicos en perjuicio de los consumidores.

 
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