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Domingo, 12 de octubre de 2003

AUGE Y RETROCESO DE LOS CLUBES DE TRUEQUE

Hubo un tiempo que fue hermoso

Investigadores de la Universidad Nacional de General Sarmiento estudiaron el desarrollo, la explosión y la posterior crisis de esa modalidad de economía social.

Por Verónica Gago

La experiencia del trueque en la Argentina fue masiva hace poco más de un año y atraviesa hoy una fuerte crisis. Desde mediados de los ‘90 hasta su auge a fines de 2001 y comienzos de 2002, millones de personas participaron de esa modalidad de economía social. Hoy persiste sólo en unas pocas provincias y es casi ínfimo en la ciudad de Buenos Aires. Los economistas Ana Luz Abramovich y Gonzalo Vázquez, ambos investigadores de la Universidad Nacional de General Sarmiento, presentaron en el último Seminario de Economía Social del Instituto de Estudios y Formación –CTA– un extenso trabajo que revela los logros y la potencialidad de ese fenómeno, a la vez que da cuenta de las dificultades y problemas que implica construir un circuito de producción y consumo alternativo a gran escala.
En “La experiencia del Trueque en la Argentina: otro mercado es posible” se parte con la siguiente definición: la “experiencia del Trueque es en realidad una experiencia de construcción social de moneda (los diferentes tipos de monedas comunitarias, locales, regionales) y de mercados (los clubes, nodos y redes de trueque)”. La experiencia, desde sus inicios, se proponía la autogestión y la cooperación mutua, lo cual imponía una serie de regulaciones que tenían que ver principalmente con que los participantes se involucraran en el intercambio como prosumidores, es decir, productores y consumidores al mismo tiempo.
Sin embargo, “con la expansión del sistema, comienza a participar una enorme cantidad de personas de sectores populares con necesidades urgentes sin atender, que encuentran en el Trueque una manera eficaz de resolver parcialmente algunas de ellas”, sintetizan Abramovich y Vázquez. Esta explosión de nodos llega a su punto más alto entre fines del 2001 y principios del 2002 por “la falta de liquidez” que se dio en la economía debido a ciertas medidas adoptadas por el Gobierno como el déficit cero y aún más con el corralito.
Con la incorporación masiva de sectores arrastrados por la crisis económica de entonces, las regulaciones no convencionales –diferentes al mercado formal– estallaron y los nodos rápidamente se “secaron” de productos debido a la cantidad de consumidores que no aportaban productos al circuito o que los adquirían para revenderlos en dinero por fuera del trueque. Esta situación habilitó la venta y reventa de créditos, estimuló la especulación y promovió el éxodo de productores que no encontraban bienes y servicios para intercambiar. De esta forma, rápidamente se disolvió el único sustento real de esta moneda social (créditos): la producción.
Estalla así una contradicción que marca el colapso de las redes de trueque. Como apuntan los investigadores, “existen dos fuerzas que tienden a la expansión. La primera, que caracterizamos como interna, está dada por la necesidad de ampliar y/o diversificar los productos que resulta posible intercambiar, con el objetivo de satisfacer una gama mayor de necesidades. La otra, externa, se debe a la necesidad de incorporar a mayor cantidad de gente que sufre la exclusión del trabajo y del consumo de los mercados convencionales”. El vaciamiento de los nodos hizo decaer la participación hacia mediados de 2002 sumado “a ciertos problemas internos del Trueque que generan desilusión y desconfianza por parte de la gente y, en menor medida, como efecto de la disponibilidad de dinero de curso legal que se verificó a partir de la puesta en funcionamiento del Plan Jefas y Jefes”.
Los interrogantes que arroja la experiencia del trueque son varios. En primer lugar, cuál es el alcance territorial que pueden soportar estas experiencias. Luego, qué tipo de mecanismos de regulación se adaptan. Abramovich y Vázquez diferencian entre modalidades que se basan en un “control autónomo, que supone la adhesión a comportamientos solidarios (no especulativos, ni depredadores), un control interno y horizontal” de aquellas que se sustentan “en normas externas a la persona, de aplicación estricta”. Y, por último, qué tipo de estrategias se logran para mantenerun circuito de producción que necesita de insumos provenientes del mercado formal.
Abramovich y Vázquez han realizado un mapeo de los experiencias más destacadas que continúan actualmente en el trueque: la Fundación El Prosumidor para el Desarrollo Local Autosustentable, en Mendoza; los nodos de Mar del Plata y alrededores, aglutinados en la “Región Mar y Sierras”; “El Juego de Dar y Recibir” en Venado Tuerto, Prov. de Santa Fe; algunos nodos independientes –no asociados a ninguna red– de la Ciudad de Buenos Aires y otros en la provincia de Salta. Además, hay algunos nodos en varios puntos del país que siguen dentro de lo que fueron las dos redes principales: la Red Global de Trueque y la Red de Trueque Solidario. La mayoría de las experiencias que sobreviven, según este análisis, han implementado tácticas diversas para superar la crisis del 2002, desarrollando algún tipo de relación con otros actores locales y con los Estados municipales o provinciales a la vez que han privilegiado la capacitación y el equilibrio producción-consumo. “La tendencia a consolidar experiencias de participación limitada se explica porque en éstas resulta posible generar relaciones de confianza, que posibilitan la actuación en un marco de funcionamiento de reciprocidad, cooperación y control mutuo”, explican.

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Los economistas Abramovich y Vázquez explican que la crisis del trueque se debió a problemas internos que generaron desilusión.

Trueque / experiencia

La experiencia del trueque en la Argentina fue masiva hace poco más de un año y atraviesa hoy una fuerte crisis.

Hoy persiste sólo en unas pocas provincias y es casi ínfimo en la ciudad de Buenos Aires.

La experiencia, desde sus inicios, se proponía la autogestión y la cooperación mutua.

Los sectores postergados encuentran en el trueque una manera eficaz de resolver parcialmente algunas de sus necesidades.

Con la incorporación masiva de sectores arrastrados por la crisis, las regulaciones no convencionales estallaron.

Los nodos se “secaron” de productos debido a la cantidad de consumidores que no aportaban productos o que los adquirían para revenderlos fuera del trueque.

 
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