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Domingo, 23 de abril de 2006

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Necrológicas

 Por Marcelo Zlotogwiazda

Una muerte es segura y muy lamentable. El pasado 26 de febrero falleció en Inglaterra, a los 95 años, Hans Wolfgang Singer, célebre entre otras muchas cosas por haber desarrollado la teoría según la cual los precios de los productos que exportan los países subdesarrollados se abaratan con el correr del tiempo en relación con los de los bienes que exportan los países más ricos. Técnicamente denominada como teoría del deterioro de los términos del intercambio para los países pobres, también se la conoce como tesis Prebisch-Singer, dado que el argentino Raúl Prebisch formuló casi simultáneamente la misma tesis. Singer nació en Alemania, en un hogar judío, y con el ascenso de Hitler al poder huyó a Inglaterra, donde gracias a la recomendación de nada menos que Joseph Schumpeter, otro prócer de la economía como John Maynard Keynes lo aceptó como estudiante avanzado en la Universidad de Cambridge. Singer formó parte de la primera burocracia de las Naciones Unidas, desde donde promovió sin éxito un sistema de préstamos blandos para las naciones postergadas, por lo que el deleznable senador estadounidense Eugene McCarthy lo calificó de “salvaje infiltrado comunista” en la flamante institución.

Lo que no es totalmente seguro es la muerte de la ya señalada teoría. Pero sobran indicios como para, por lo menos, internarla en terapia intensiva para su observación. No hay día que pase sin que aparezca un nuevo record de máximo precio para alguna de las materias primas que producen y exportan, en particular, los países sudamericanos: el petróleo por arriba de 70 dólares el barril, el cobre triplicando su valor en los últimos tres años, los impresionantes picos a los que llegó la soja en el 2004 y en el 2005, y los fuertes saltos en azúcar, carne y café, por citar algunos ejemplos. Yendo directamente a la fuente más calificada para este asunto, el último informe anual de la prebischiana Comisión Económica para América Latina (Cepal), que preside el ex ministro José Luis Machinea, señala que “entre el 2002 y el 2005, los términos del intercambio de bienes de la región han acumulado un aumento del 13,2 por ciento. Esta variación positiva responde a un aumento del precio de las exportaciones del 10,6 por ciento, mientras el de las importaciones se elevó un 5,5 por ciento”.

En realidad, son números globales que subestiman el fenómeno. Si se los desagrega un poco, gana más fuerza la hipótesis de que la teoría del deterioro de los términos del intercambio pasó a mejor vida. Para varios países, la relación de precios mejoró bastante más que el promedio, obviamente: es el caso de la Argentina (a fines del año pasado, 20 por ciento por encima que en 1998), de Colombia (40 por ciento de suba en igual período), y por ahí anda Chile con el boom del cobre. Más aún si se tiene en cuenta que, en lo que va del año, la tendencia se acentuó.

Alguien podría acotar que están los del otro lado del promedio, por supuesto. Pero para que la teoría del deterioro se sostenga, debería ser de aplicación, si no universal, al menos en casi todos los casos. Y, además, debería cumplirse, si no de manera permanente, al menos la mayor parte del tiempo.

No es la primera vez que la realidad tienta a enterrar la teoría Prebisch-Singer. Ya pasó con las estampidas del petróleo en los años ’70 y ’80, por ejemplo, pero en esas y otras oportunidades muchos lo interpretaron como circunstancias asociadas a coyunturas excepcionales como guerras o fenómenos naturales.

Lo que parece estar ocurriendo ahora es un cambio más estructural, que en alguna medida importante está vinculado a que el extraordinario crecimiento de China viene intensificando en forma notable y persistente la demanda de materias primas y, por ende, empujando sus precios para arriba. Esta semana se conoció que el crecimiento chino del primer trimestre volvió a superar el 10 por ciento contra un año atrás, pero además hay que tener en cuenta que el ritmo de expansión de su comercio exterior es aún mucho mayor. Las importaciones chinas están aumentando al 25 por ciento anual. Y eso que su moneda está claramente subvaluada. ¿Cuánta más presión al alza de las materias primas habría si el gobierno de Hu Jintao cediera a las presiones para revaluar la moneda? Presiones originadas en primer lugar en los Estados Unidos (tiene un déficit de comercio bilateral superior a los 200 mil millones de dólares), tal como la ministra Felisa Miceli pudo comprobar el viernes pasado en una reunión de trabajo en Washington sobre los “Desequilibrios globales” en la que participaron pesos pesados como el secretario del Tesoro, John Snow; el titular del FMI, Rodrigo de Rato; y otros ministros de Economía.

Para matizar la necrología de esta columna, vaya el cierre con el anticipo del nacimiento de una nueva primera potencia. Según Mark Weisbrot, del Center for Economic and Policy Research de Washington, si se mide correctamente usando el método de la paridad de poder adquisitivo de la moneda, el Producto Bruto de China ya equivale a dos terceras partes del de Estados Unidos, y de seguir en el rumbo actual de aquí a diez años pasará a ser el más grande del mundo.

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