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Domingo, 25 de abril de 2004

¿QUE HACE Y QUIEN ES GUSTAVO GROBOCOPATEL?

Líder del nuevo modelo productivo

Por Claudio Scaletta

Ustedes los urbanos” suele ser una expresión de Gustavo Grobocopatel cuando su interlocutor es un porteño. No sólo es la voz cantante dentro del holding empresario que conduce. Literalmente, también lo es de “Cruz del Sur”, su trío de folklore que ya lleva editados 3 CD y con el que realizó presentaciones en el hall del Teatro San Martín y el Centro Cultural Borges, pero también en Miami. Ingeniero agrónomo, 42 años, casado, 3 hijos, realiza muchas de sus reuniones de trabajo en uno de sus campos, en Carlos Casares, 300 kilómetros al oeste de la ciudad de Buenos Aires. Allí no suele faltar un buen asado y él mismo, ataviado con bombacha campera, desplaza su talla de casi 2 metros entre los comensales para asegurarse que todos se sientan bien atendidos.
Pero los puntos de contacto con la imagen estereotipada del campechano “hombre de campo”, terminan aquí. Grobocopatel es el titular del grupo empresario Los Grobo, que factura 100 millones de dólares por año y gestiona la producción de 80.000 hectáreas de campo a lo largo de la Argentina, de las cuales alrededor de 20.000 son propias y el resto arrendadas. A esto se agregan otras 12.000 hectáreas alquiladas en Uruguay, que espera lleguen a 25 mil en la próxima campaña. El 40 por ciento del área sembrada es soja, lo que lo convierte en uno de los principales productores de la oleaginosa del país.
El aumento de su presencia en los medios de comunicación coincidió con el descubrimiento, por parte de “los urbanos”, del boom sojero, lo que le valió el mote de “Rey de la Soja”, título del que abjura. Conociendo algunos de sus datos biográficos, el rechazo resulta comprensible. Su carácter se asimila más a la austeridad del capitalista weberiano de la ética protestante, que al del terrateniente aristócrata y absentista. Asegura que dentro del grupo, nunca se repartieron dividendos entre familiares, siempre se reinvirtieron. Siendo un hombre muy rico declara tener sólo un vehículo en su casa. Envía a sus hijos a una escuela pública y participa de las reuniones de la cooperadora. A la vez, su predisposición casi obsesiva hacia la innovación constante lo encuadra en la imagen mítica del empresario shumpeteriano.
Este conjunto de condiciones personales están en la base de la constitución de un grupo de firmas integradas verticalmente que abarca la siembra, el acopio, la comercialización y la exportación. Posee un molino harinero en Bahía Blanca, un “feed lot” para el engorde de 5000 vacunos y participa en Bioceres, una de las primeras empresas locales que trabaja en biotecnología aplicada. Junto con la alimentaria Arcor construye su propio puerto en San Pedro, con una inversión estimada de 20 millones de dólares. Al menos hasta la frontera, la integración vertical es prácticamente completa. Pero Grobo, como lo llaman familiarmente en su pago chico, prefiere describir al holding de una manera mucho más amigable. De acuerdo a su visión se trataría de una firma de servicios de “management aplicado al campo”, a su vez constituida por un entramado de pymes basadas en la “economía del conocimiento”. Tal el modelo que parece haber fascinado a los integrantes de la Escuela de Negocios de Harvard. Y como muestran los números, los logros están lejos de ser sólo intelectuales. En cualquier caso, el “cambio de modelo” en el “hombre de campo” que surge como nuevo referente del sector es también el emergente de un nuevo paradigma productivo (ver aparte). El campo es hoy un sector de alta tecnología y, como tal, demanda empresarios afines.

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