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Martes, 10 de junio de 2008

TEATRO › MAIPO SIEMPRE MAIPO, UN FESTEJO DE CUMPLEAñOS PARA LA REVISTA

Un clásico en busca de la gloria perdida

Para celebrar los cien años de la llamada “Catedral” del género, Antonio Gasalla y Cecilia Rossetto encabezan un recorrido por lo más emblemático del humor porteño que incluye monólogos, números de danza y diálogos con el público.

 Por Alina Mazzaferro

La catedral de la revista porteña cumplió cien años y, por supuesto, el festejo tenía que estar a tono con el tipo de espectáculos que desde sus comienzos el Maipo estuvo acostumbrado a brindar. Así, Maipo siempre Maipo propone un recorrido por la historia de la revista criolla. Un popurrí de números que, uno tras otro, recuerdan esa tradición, tan argentina, de combinar nostálgicos tangos, números picarescos, chistes sobre sexo y política, algo de magia, un poco de circo y mucha cola y teta argentina. El show comienza a modo de homenaje, con Pepino el 88 (el personaje de Pepe Podestá), modelo de cómico rioplatense de fines del siglo XIX, que con sus sátiras políticas influyó en las generaciones siguientes de monologuistas. Como siempre, Gasalla demostró ser su claro heredero, un hito más en esa línea histórica de los maestros en combinar la crítica social y política con el arte de hacer reír. En su primer monólogo desfilaron todos los presidentes latinoamericanos. Un verdadero cóctel de nombres y situaciones memorables en el que no faltaron el colon irritable de Néstor, el pulóver marrón de Evo y la verborragia de Chávez.

Frente a una platea llena de celebridades en el día del estreno, Gasalla prefirió salirse de su libreto, entendiendo que el espectáculo debía continuar debajo del escenario. Así, hizo poner de pie a cada uno de los dinosaurios de la escena argentina, desde Mirtha (reina del imperio farandulesco) hasta Jorge Luz, Ethel y Gogó Rojo, Amelita Vargas, Estela Raval, Duilio Marzio y Susana Rinaldi. El espectáculo continuó con una invitación a revisitar los géneros típicos que alguna vez pasaron por ese escenario: la canción española interpretada por la histórica Gloria Montes, un tangazo cómico de Cecilia Rossetto, que volvió de España especialmente para participar del cumpleaños del Maipo, un pas-de-deux de ballet, en media punta y no muy académico. Luego, algunos cuadros grupales bien latinos pero bastante predecibles, con chicas de amplias sonrisas y poca ropa moviendo las caderas. También un número de magia (de Adrián Guerra) de lo más trillado. Y una simpática coreografía de danza à terre ideada para ser vista desde un espejo gigantesco, con toda la estética de los films hollywoodenses de los ’40. Y, otra vez, Montes cantando tango y Rossetto, bien arrabalera, recordando los pormenores de ser mujer a los 50 y, por qué no, mostrándole la teta al caballero octogenario de la primera fila que así lo pedía.

Por supuesto, no podían faltar los números a lo Bailando por un sueño y allí estuvieron las dos nuevas vedettes, recién salidas de la fábrica de estrellas de Tinelli, Claudia Fernández y Ximena Capristo, que lucieron sus pechos posmodernos (así bautizó Rossetto, esa noche, a la teta siliconada). Capristo, siempre mostrando sus dientes blancos, movió sus caderas como buena latina y hasta se animó a hacer piruetas circenses en la altura, trepada a una soga. Fernández, seria, sacando trompita, con piernas larguísimas y ultrabronceadas, bailó un tango a lo violento, tan arrebatado como desprolijo; luego redobló la apuesta hot de la noche –en un knockout a su compañera de cartel–, refregándose bajo una ducha con otros muchachos y chicas, todos en tanga y con las siliconas al aire. Hacia el final, las dos chicas Bailando... se desquitaron cantando: demostraron tener tan pocas cualidades para la canción que seguramente Jorge Lafauci, presente en la platea, deseó poner una nota que las alejara definitivamente del escenario, al menos por esa noche.

Tampoco faltó el número contemporáneo de la velada, pero en él sólo hubo más revolcadas en el piso, tetas, chicas con cara de éxtasis y claro, como debe ser en la revista moderna, chicos en tanga para que las damas de la sala también disfrutaran del panorama desde sus butacas. También estuvo presente la prueba de las escaleras, un clásico infaltable en cualquier revista: una docena de chicas haciendo equilibrio sobre tacos altísimos, cargando enormes plumeros en la cabeza, tratando de sonreír –¡y nunca mirar al piso!– cuesta abajo en las escalinatas del Maipo. Examen riguroso pero necesario para recibir el título oficial de vedette.

En medio de este espectáculo revisteril, a veces muy tradicional y predecible, a veces burdo y televisivo, dos bailarines se apropiaron de la función: los gemelos Lombard, que le sacaron chispas al piso con sus chapitas de tap y luego confirmaron su destreza en la pista bailando street dance hasta con música clásica. También una pareja de tango, hacia el final, demostró que los números de danza más académicos, complejos y profundos (y cuyos intérpretes están vestidos) también son disfrutados por el público de la revista. Y si el espectador salió del teatro animado y con una sonrisa, a pesar de que la función resultó larguísima, fue por el ingenio y la magia de Gasalla, siempre atrevido y original (en uno de sus sketches fue una ladilla, piojo prendido al vello púbico); siempre querible, con su entrañable Soledad Solari y con su memorable mamá Cora.

6-MAIPO SIEMPRE MAIPO

Con Antonio Gasalla, Cecilia Rossetto y elenco.

Coreografía: Carla Noval, Margarita Fernández, Laura Roatta.

Iluminación: José Luis Fiorruccio.

Dirección musical: Mike Ribas.

Dirección: Claudio Segovia.

Funciones: viernes 20.30, sábados 20.30 y 23, domingo 19.

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Antonio Gasalla deslumbra con sus personajes Soledad Solari y mamá Cora.
 
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