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Martes, 27 de enero de 2009

TEATRO › ENTREVISTA A CHINA ZORRILLA Y CARLOS PERCIAVALLE

“Hay que recuperar un poco de ingenuidad y de alegría”

Casi un cuarto de siglo después de haber presentado en público El diario privado de Adán y Eva, la dupla sigue reponiendo el espectáculo, ahora en la Costa Atlántica. Dicen que “nunca como ahora, el hombre necesitó que le recuerden que existen la risa y la capacidad de soñar”.

 Por Facundo García

Desde Mar del Plata

China Zorrilla, con su perrita Flor y su amigo Perciavalle. Inseparables.
Imagen: Ana D’Angelo

Presentaron la misma obra en 1985, la repusieron en el ‘95 y –luego de más de una década– la retomaron. ¿Qué tiene El diario privado de Adán y Eva para que China Zorrilla y Carlos Perciavalle vuelvan a interpretarla como si fuera un ritual de paso o una confirmación de que están vivos? Quien quiera averiguarlo por sí mismo puede ir hoy a las 23 al Teatro Atlas de Villa Gesell (Paseo 108 entre 3 y 4); o los lunes a las 22 al Teatro Atlas de Mar del Plata (Luro y Corrientes). Pero mientras descansan de los hechizos del escenario, ellos tienen sus propias teorías sobre la pasión que los une.

China, con su perrita Flor en mano –e interrumpida permanentemente por fans que se deshacen por intercambiar un par de confidencias–, es la primera que trata de explicar la reunión. “Es una pieza que se ha vuelto nuestra –reconoce–. La primera función que hicimos fue la noche de teatro más mágica de mi vida. Estábamos al aire libre en la casa de Carlos, frente a un lago y entre cipreses inmensos. Empezamos a actuar de día y a medida que transcurría la obra comenzó a caer la noche. Los reflectores, que habían sido colocados en lo alto de los árboles, largaban su luz por entre las hojas. Como si fuera poco, cuando estábamos hablando de la soledad del paraíso terrenal, se empezó a escuchar el chapoteo de un nadador que pasaba por ahí. Fue de esas veces en que cada detalle colabora a la perfección. Al terminar, hasta vimos gente llorando.”

–¿Por qué volver ahora, en Mardel?

Zorrilla: –Han pasado treinta años de aquella tarde, y pareciera que el mundo perdió la fe en estas cosas mágicas. No les da lugar. Hoy sobre las tablas las palabras se usan de cualquier modo –y no es que me escandalice, Carlitos no tenía límites en su época de Café Concert–, pero hoy todo es tan carente de fantasía y sugerencia que lo que nosotros proponemos va en dirección contraria. Es un poco de ingenuidad y alegría. Es más: al principio parece un cuento para chicos. Hay que recuperar eso. Nunca como ahora el hombre necesitó que le recuerden que existe la risa y la capacidad de soñar.

Perciavalle: –Estamos de acuerdo en pocas cosas. Ahora: las pocas cosas en las que estamos de acuerdo nos ligan de modo impresionante. Siempre comentamos que vamos a representar este trabajo por siempre. Y otro factor que nos moviliza para seguirla es que el texto sigue vigente. Es la historia de un hombre y una mujer. Una pareja, la primera. Quién no se identifica con eso. Coincido con China: no es una obra “pícara” en el sentido erótico. Sí hay sentimientos, como cuando Eva empieza a sentir “extrañas sensaciones” hacia Adán. El eje va por ese lado.

El diario... es el resultado de una receta exquisita. China consiguió The Apple Three, una versión teatral de El diario de Adán y Eva de Mark Twain. A ese original, Zorrilla le cambió las canciones –pocos espectadores saben que la uruguaya es una compositora más que respetable– y propuso doce temas que esta temporada cuentan con el aporte del pianista Matías Piégari. A eso hay que añadir la química insólita que hay entre los dos protagonistas, que viene de muy lejos. “En todas las etapas, aun cuando no hemos podido vernos –repasa Perciavalle–, nos preocupamos por ubicar con el otro como fuera. Hemos llegado a ensayar por teléfono para lograr presentar un trabajo en fecha –mira a Zorrilla, que le responde con una carcajada–. ¿Te acordás de George y Margaret? Era un encargo para la televisión. Yo estaba en Buenos Aires y ensayábamos justamente por teléfono. Al momento de grabarla, resulta que salió perfecta.”

Y cómo olvidarse de la alocada etapa en Estados Unidos. Ambos se integraron a una de las épocas más vivaces del país del norte, nada menos que desde sus aventuras en los teatritos de Nueva York. China: “En aquel momento ya nos llevábamos bárbaro. Te estoy hablando de principios de los sesenta. Hicimos Canciones para mirar con un éxito arrasador. Vinieron incluso de la revista Life a hacernos una nota y me quedó grabado que el fotógrafo se disculpara porque había andado medio complicado. Le habían encargado hacerles fotos a unos ingleses, se quejó. Era la primera visita de los Beatles”.

–¿Salieron en la misma Life que los Beatles?

Perciavalle: –Sí. En ese número está una nota sobre el primer paseo espacial, después nosotros y Los Beatles. Qué tal. En la agenda del fotógrafo de Life, él había puesto “a la mañana Beatles, a la tarde Perciavalle y Zorrilla”. Tiempo después me acerqué a la redacción de Life y pregunté por el fotógrafo, para pedirle esa hoja de su agenda en la que yo había visto escrito eso, ¡Y el tipo la tenía! De modo que le saqué una fotocopia y la guardo con gran orgullo. La verdad que fue la época más linda del siglo XX. Tan linda que cuando la contás, la primera reacción de los demás es no creerte.

Zorrilla: –¿Te acordás? Estaban los hippies con pelo largo, con sus novias que siempre estaban embarazadas y llenas de hijitos. Se te acercaban y te pedían que te rieras a cambio de una flor. Imaginate vos. Venías de trabajar un montón y se te aparecía uno de ésos. Ja. Yo me reía y el tipo me daba el tallo y me respondía “ahí está, qué linda risa tiene. Sólo quería verla sonreír”. No trabajaban, no hacían nada, eran adorables. Era como ver una comedia musical en plena calle.

–¿Vivieron juntos?

Perciavalle: –¡En feliz concubinato! En Nueva York vivíamos muy cerca, y otras veces hemos compartido departamento. No tenemos problemas, los dos somos muy ordenados.

–Más allá de coincidir en el orden... ¿nunca se enamoraron?

Zorrilla: –¡Ey! Yo le llevo veinte años a Carlitos.

Perciavalle: –Diecinueve. Cómo te encanta agregar, China. Cuando me descuide vas a terminar jurando que me llevás doscientos años. Yo opino que es una forma de amor lo que tenemos. Quien está cerca de ella y no se haya enamorado un poco es porque es alienígena. Es un ser superior.

Ha pasado una eternidad desde aquellos veranos de Flower Power. Sin embargo, un resto del aroma de las flores que regalaban los barbudos debe haber quedado en el corazón de los entrevistados, porque a lo largo de la conversación retornarán a esos paisajes sesentosos que la sociedad de consumo, las drogas duras y la violencia fueron marchitando. De aquellos episodios compartidos van sacando un anecdotario que catapulta lo pasado para darle nuevo sentido a lo que harán esa misma noche. “En definitiva, también nosotros intentamos que la gente esté más alegre –asocia China–. Si dos personas pueden conseguir que todos los días en una ciudad se rían durante una hora y media trescientas o cuatrocientas almas, yo confío en que aportan para el bien. No te voy a hacer olvidar de tu pobreza, pero vas a hacerle un paréntesis. Y es fundamental que esa posibilidad no se niegue: como dice el refrán, las dos máscaras del teatro son del mismo tamaño; y por más que no se reconoce el esfuerzo de hacer comedia, es lo que la realidad más está necesitando. Disculpame un segundo.” La pantalla del hotel muestra a Obama a punto de asumir su mandato, y la actriz se obnubila. “A mí se me cae la baba de felicidad –se sincera–. Dios mío, qué nos queda por ver de inesperado. Ojalá este hombre pueda estar a la altura de la esperanza que han puesto en él los que lo hicieron ganar tan arrolladoramente.”

–Va a ser complicado, le tocan tiempos tormentosos. Desde el punto de vista religioso, por ejemplo. Pensando en El diario..., uno se pregunta si regresar a un tema bíblico en esta época de enfrentamientos los afectó en alguna medida...

Zorrilla: –Es que el debate es más sencillo. Lo único que la gente no hace es lo que Dios más nos pidió, que es amar al prójimo. ¡Es tan obvio eso! Tan natural como que un buen gobernante no puede considerarse tal si queda un solo humano con hambre. Yo estoy un poco pesimista, no obstante todavía confío en que tiene que haber un camino para aclarar conceptos que nos dejen convivir. Y el arte puede ayudar: dos por tres me quedo pasmada porque viene uno y te hace una apreciación sumamente inteligente sobre el espectáculo. Bueno, resulta que entre charla y charla te hacés medio amigo –algunos van tres veces y más a las funciones– y después descubrís que no se animan a invitarte a sus casas porque son pobres. Yo suelo ir, y encontrar cuchitriles en los que vive un hombre inteligente, que se sacrificó para ir, que me comentó mi trabajo igual o mejor que el crítico más prestigioso. Entonces pienso, por un lado, cómo necesita ese tipo del teatro; y por otro, qué injusto que es que deba soportar eso. Detrás de todas las violencias que tanto asustan a ciertos sectores, lo que hay es una gran desigualdad.

Perciavalle: –En cuanto al tema religioso, yo soy budista. Medito. Respeto a todos y creo que la solución está dentro nuestro. El día que descubramos que el cielo y el infierno están en nuestro interior van a cambiar las cosas.

–Ya que Adán y Eva están en el paraíso, ¿me cuentan cómo sería el paraíso de ustedes?

Zorrilla: –Igual que el mundo en el que vivimos, pero sin esas injusticias que te comentaba. El resto, idéntico. Que crezcamos, que envejezcamos. Nada de eso está mal. Cuando te hacés viejo descubrís los encantos de envejecer.

–¿Cuáles serían los encantos de envejecer?

Zorrilla: –Envejecer es cambiar de gustos. Yo veía mi agenda de un sábado a la noche, y si no tenía nada me quejaba. Hoy, en cambio, me da un gran placer quedarme. Estar en mi casa sola es igual que un safari africano, poniéndome al día con la correspondencia, escribiendo, mirando una película. No te das una idea de lo entretenido que es para mí.

Perciavalle: –Yo tengo dos paraísos. Uno es mi casa de Punta del Este y el otro lo he construido en mi interior.

–Tienen aplausos, prestigio, cierta posición económica. ¿Para qué siguen rompiéndose el alma ahí arriba?

Zorrilla: –Vivimos haciendo lo que nos gusta. Y nos gusta tanto que afortunadamente lo hacemos cada vez mejor y cada vez nos pagan más. Es una adicción. Si yo miro mis planes para una semana y no hay funciones, me decepciono. Es muy difícil de expresar. Quizá sirva asegurarte que si yo fuera millonaria, seguiría haciendo esto.

Perciavalle: –Eh... yo soy multimillonario y hago esto.

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