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Martes, 24 de marzo de 2009

TEATRO › LOLA ARIAS Y EL ESTRENO DE LA OBRA MI VIDA DESPUéS

Asomarse a los restos del naufragio

La directora propuso que los actores aportaran cartas manuscritas y formas de registro casero para entremezclar en su trabajo ficción y biografías personales. “Hice una manipulación de la escritura que ellos me entregaron”, explica.

 Por Hilda Cabrera

Ropa que cae sobre el escenario “como si fuera lluvia”, fotos, mapas, todo sirve para asomarse al pasado o a lo que quedó de un naufragio. A la autora y directora Lola Arias le interesaba que los actores seleccionados para Mi vida después –obra que estrena el jueves 26 en el Teatro Sarmiento– aportaran su historia familiar, incluyendo fotos, mapas y otros testimonios extraídos de una realidad pasada. En diálogo con Página/12, Arias compara ese ejercicio de la memoria y la sensibilidad con las imágenes que ofrecen los niños y niñas de toda condición social cuando se tientan y visten las ropas o calzan los zapatos del padre o de la madre y “caminan por la casa disfrazados de su propio futuro, de su propia adultez”. Actriz y autora, entre otras obras, de La escuálida familia, Estudios de la memoria amorosa y Poses para dormir, se dedica también a la poesía, la música y el canto, siendo una de las artistas jóvenes más invitadas a los festivales internacionales.

–Las historias que aportan los actores trascienden el plano familiar y pueden rastrearse en Internet. ¿Cuánto de lo que testimonian resulta distorsionado por la información que hoy se obtiene a través de Internet y otros medios?

–Carla Crespo, hija de un militante que muere antes de que ella nazca, dice en la obra que siendo niña la mamá le contó que el padre había muerto en un choque de autos. Después supo que no fue así, que murió en el intento del ERP de copar un batallón en Monte Chingolo, en diciembre de 1975, donde hubo masacre y fusilamientos. Esto muestra que mi generación dispone de medios para obtener información, pero que al mismo tiempo tiene grandes dificultades para reconstruir intelectual y emocionalmente los hechos de una época sobre la que existen muchas versiones.

–¿La impresión es que se está ante un rompecabezas cuyas piezas no encajan?

–Sí, y en ese sentido es que los actores aportan testimonios, como fotos en papel o cintas grabadas. Mariano Speratti, hijo de un corredor de autos y militante peronista, trajo las cintas grabadas por el padre, al que perdió cuando tenía tres años. Los actores trajeron cartas manuscritas, imágenes tomadas con una Super 8..., formas de registro que van a ir desapareciendo, porque ahora casi todo es digital.

–En la obra surgen preguntas sobre el futuro, sobre qué va a pasar con todo eso que se posee y cómo va a ser la propia muerte. O sea que no se trata sólo de una reconstrucción.

–Esas preguntas sobre el futuro son las finales y no podían faltar. Es lo que nos preocupa. Cuando Carla cumple 26 años piensa que a partir de ese momento va a vivir lo que su padre no pudo porque murió a los 26.

–¿Por eso la secuencia en que los actores transmiten experiencias soñadas?

–Ese es un momento muy especial. En la obra hay situaciones concretas y otras imaginadas. Expresan otros niveles de asociación, más poéticos, donde el material real está presente pero en forma de sueños. Los actores reformulan sus imágenes del pasado, y así uno sueña con el padre que vuela para ver a Dios y otro se ve a sí mismo junto a su padre, caminando por una ciudad europea.

–¿Cómo fue su trabajo sobre ese material?

–Hice una manipulación de la escritura que ellos me entregaron, pero sin apartarme de lo que me iban señalando. Cuando mirábamos las fotos, me marcaban algo. Eso que me indicaban especialmente era el detalle sobre el que debía trabajar, porque justamente esa observación era un enigma para el actor o la actriz, algo no resuelto, algo del pasado que no se explicaban.

–¿Fue deliberada la convocatoria a actores de su misma generación?

–Sí. Quería hablar de los jóvenes de mi edad, de lo que sabemos y experimentamos respecto del pasado. Comencé haciendo entrevistas a actores y seleccionando las historias que me gustaban. Algunas ya las conocía, como la de Carla y su padre, y la de Blas Arrese, hijo de un cura que abandonó los hábitos. Quería saber cómo era el mundo de los curas en aquella época.

–¿Introdujo aspectos de su propia historia o decidió escribir sólo desde las historias ajenas?

–El trabajo del escritor es en general autobiográfico, y el mío autorreferencial. Con Mi vida... quise salir del escritorio, de mi propia vida, para pensar la vida de los otros. Igualmente, entiendo que hablar de mi generación es hablar de mí, pero no “yendo hacia mí”. Aquí no hay nada de mi relación con mis padres. Mi madre es profesora de literatura y mi padre arquitecto; un tío militaba en Montoneros y se fue a Brasil. Como en todos nosotros hay algo de aquella época que nos ha tocado, pero mi historia es una más. De niña tomé clases de piano y fui a un taller literario. Era una niña estimulada.

–¿Qué le aportan los festivales internacionales?

–Para mí es la única manera de hacer trabajos interesantes y de calidad y poder vivir de eso. Hace bastante tiempo que estoy trabajando afuera. Estamos invitados a presentar Mi vida... en varios festivales europeos. Uno de mis primeros trabajos en el exterior fue en Brasil, donde participé de una instalación basada en la vida de policías paulistas y de sus familias (Chácara Paraíso). Otro montaje fue Airport Kids, con niños de 8 a 14 años, en Suiza. Con la Trilogía (Striptease, Sueño con revólver, El amor es un francotirador) viajamos bastante. En los festivales se hacen conexiones increíbles y esto es bueno para los que trabajamos en Argentina y no tenemos recursos. Acá, los artistas hacen esfuerzos tremendos por alcanzar lo que quieren. Ante las dificultades mucha gente se da por vencida. En los festivales estimula ver cómo se reciben las obras.

–¿Otro regreso a las historias de padres e hijos?

–Que me interesan, como el extraño amor que relaciona a una mamá con su bebé y que mostré en una de las obras de la Trilogía (Striptease). En Mi vida..., Vanina Falco –hija de un policía que robó un bebé– cambia su comportamiento cuando se entera de que su hermano no es su hermano, y cuando lo sabe, confronta. Me interesa esa confrontación como un avance de la historia hacia otro lugar.

–¿Por qué pone el acento en la línea paterna cuando se trata de situaciones que involucran también a las madres?

–Las madres están de alguna manera presentes. La madre de Liza, que era periodista en el noticiero de Telenoche, tiene protagonismo, pero es cierto que hay algo de la ley paterna en esta obra. Las madres aparecen como la contrafigura del padre; ellas generan otras situaciones. La madre de Mariano Speratti deja la militancia en la Juventud Peronista cuando queda embarazada de Mariano, y él cuenta que se van a Mar del Plata. Ella toma una decisión distinta a la del padre y finalmente salva al hijo. Hay momentos en la obra donde se ve a las madres protegiendo o escapando y permitiendo de esa manera que la historia continúe.

* En Mi vida después, de Lola Arias, actúan Carla Crespo, Blas Arrese Igor, Vanina Falco, Mariano Speratti, Pablo Lugones, Liza Casullo y Moreno Speratti da Cunha.Funciones en el Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715, junto al Zoo), de jueves a domingo a las 21. Platea: 35 pesos; los jueves, 20.

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Lola Arias es una asidua visitante de festivales internacionales.
Imagen: Gustavo Mujica
 
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