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Jueves, 16 de julio de 2009

TEATRO › LOS MACOCOS ESTRENAN PEQUEñO PAPá ILUSTRADO, EN EL ND ATENEO

“La teoría es aplastada por la realidad”

Nuevamente bajo la dirección de Julián Howard, Daniel Casablanca, Martín Salazar y Gabriel Wolf presentan un “manual deformación” que se ríe del “padre sabihondo” y busca demostrar hasta qué punto la paternidad es algo que se hace sobre la marcha.

 Por Cecilia Hopkins

Luego del estreno de su último espectáculo, Don Juan de acá, en el Teatro Nacional Cervantes, el grupo Los Macocos –hoy integrado por Daniel Casablanca, Martín Salazar y Gabriel Wolf– comprobó que había sido un acierto recurrir a la conducción de Julián Howard para volver al ruedo. Así, el trío –que ya cuenta con 24 años de andadura– se sobrepuso al fallecimiento de su director histórico, Javier Rama, y dio a luz una versión porteña del mito del gran seductor. “Ese espectáculo nos hizo felices, desde todo punto de vista”, afirma Howard en la entrevista con Página/12 junto a los actores. “Tanto, que pensamos que debíamos seguir trabajando juntos.” Así entonces, Pequeño papá ilustrado, la nueva propuesta macocal, se centra en el vínculo que se establece (para bien y para mal) entre padre e hijo: el espectáculo se estrena este sábado en el teatro ND Ateneo (Paraguay 918). Se trata de un Manual deformación (sic) que el trío de actores presenta en escena, como si fuesen especialistas de la educación que han decidido ilustrar cada capítulo con motivo de la publicación del libro. Habrá números destinados a clarificar el contenido de las secciones que llevan por nombre “Un padre que pone límites, ¿es un padre limitado?” o “La genitalidad de la paciencia (o los huevos al plato)” o “Sexo y embarazo, drogas y embarazo, rock and roll y embarazo”. Otros “típicos tópicos” serán puestos en escena aludiendo a la visita al pediatra, los retos y las penitencias. La idea y el libro corren por cuenta de la compañía, el diseño de arte, escenografía e iluminación pertenece a Fernando Dopazo y la música original a Daniel Casablanca.

Howard y los actores se conocen desde hace años, cuando a fines de los ’80 ellos fueron alumnos del antiguo Conservatorio, donde realizaron a sus órdenes una puesta de Ubú rey, de Alfred Jarry, amén de grabar, también bajo su dirección, las voces de los personajes de las historias teatralizadas en El Parque de la Costa. Pero hay coincidencias que les hicieron pensar, desde que las descubrieron, que estaban destinados a trabajar juntos durante más tiempo. “Mi abuelo –cuenta Howard, aún admirado– fue el profesor de inglés del padre de Daniel Casablanca y su padre fue profesor mío de Historia de la Cultura en el Conservatorio.” Un entrelazamiento que se vería reforzado cuando Salazar comenzó a darle clases de actuación a la hija de Howard. Tal vez haya sido en la sede de French y Aráoz (donde hoy sigue funcionando lo que fue el Conservatorio, bajo el nombre de IUNA) donde se fue forjando esa mezcla de comicidad farsesca, mixtura de comic, clown y stand up desfachatado que caracteriza a este grupo emblemático de los tiempos de la vuelta a la democracia. En esa época tenía un slogan: “Los Macocos no hacen teatro, lo deshacen”, y definían además, su estilo de actuación como “idioteatro”.

–¿Fue cambiando el estilo de Los Macocos a través de los años?

Martín Salazar: –Siempre hicimos humor, pero tuvimos etapas diferentes. Desde nuestros comienzos hasta los años ’90, los espectáculos que hacíamos iban mutando: se transformaban en recital y luego en fiesta... duraban horas. Después empezamos a hacer espectáculos más teatrales, aunque la música nunca la abandonamos como recurso, porque seguimos tocando y cantando en vivo.

Daniel Casablanca: –Hacia el ’95, con el estreno de La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi, una obra que era un homenaje al teatro argentino, nosotros asumimos que éramos actores y no rockeros.

Gabriel Wolf: –Además, ésa fue nuestra entrada al teatro oficial... Es una obra que, por otra parte, seguimos haciendo.

D. C.: –Claro, otro cambio es que Los Macocos se fue convirtiendo en una compañía de repertorio, porque, además de Marrapodi, seguimos haciendo Los Albornoz y Continente viril. Antes recuperábamos sketches en los Guisos de Macocos, pero ahora lo hacemos con obras enteras.

–¿Sin realizar cambios?

M. S.: –Bueno, siempre hacemos cambios, porque es la misma gente la que nos indica qué es lo que funciona, los lugares por donde el espectáculo sigue creciendo.

–¿El tipo de humor sigue siendo el mismo con los años?

G. W.: –Va cambiando porque van variando las cosas que uno quiere contar. El contexto de la realidad pudo hacer que nuestro humor se volviera más ácido o duro. Pero hay algo básico que no cambia.

Julián Howard: –Visto desde afuera, la esencia del humor es la misma desde siempre, porque ellos siguen haciendo reír de la misma manera aunque pueden cambiar los temas. Los Macocos definieron a su teatro como “ideoteatro” o teatro idiota. Un estilo de actuación cercano al Superagente 86, Los 3 Chiflados, Pepe Biondi... un tipo de humor apoyado en cosas tontas...

M. S.: –Es un humor “de y para idiotas”.

D. C.: –Pero lo decimos con simpatía, porque no es tan fácil ser tonto... Somos un grupo que pertenece a una generación que empezó con la democracia y en ese momento teníamos rechazo por temas que estaban muy instalados, como la represión.

M. S.: –Necesitamos pelearnos con lo que había para hacer lo nuestro. Ahora reivindico a full aquel teatro que yo rechazaba.

D. C.: –Claro, con los años vimos que esa postura nuestra era una negación. Después tocamos temas que tenían que ver con lo ideológico, como en Continente viril o en Macocrisis.

–¿Dónde se ubica este nuevo espectáculo?

D. C.: –Volvimos a un humor más ingenuo y fresco, cercano al juego. Estamos hablando de los hijos, así que el mismo tema lo ubica en un lugar más tierno.

–¿Todos son padres?

J. H.: –Todos son padres de hijos chicos: están en la edad justa para hablar de su relación con ellos, porque ya después los hijos hacen su vida y uno mismo se encuentra en otra etapa como padre.

G. W.: –Hace años que estamos pensando hacer esta obra, porque todos empezamos a tener hijos, las anécdotas salen naturalmente y surgen situaciones muy claras sobre temas emblemáticos sobre padres e hijos. Con esta obra queríamos volver al show.

–¿Cuál es su método de trabajo?

D. C.: –Retomamos la creación colectiva que desde 2005 habíamos dejado. Claro que entre todos es más dificultoso armar una dramaturgia...

G. W.: –Sí, el proceso es más lento y costoso, porque no hay una línea narrativa que seguir. Aquí tenemos capítulos sobre los que trabajamos, porque estamos haciendo una conferencia para presentar este manual.

G. W.: –Con el estreno y la gente, la dramaturgia se completa. Hasta podemos cambiar números de lugar y agregar cosas nuevas.

–¿Qué cuentan sobre padres e hijos?

M. S.: –La que existe entre padres e hijos es una relación muy íntima, que a veces se resuelve en una situación puntual. Por eso quisimos contarla fragmentariamente. Cada historia se resuelve en un sketch.

D. C.: –Para hablar de ese vínculo entre padre e hijo quisimos ver qué pasa con la libertad, con la confianza, el amor, los permisos.

M. S.: –Quisimos mostrar al padre que también tiene miedo, a alguien más humano. La relación del hijo con su padre, con el pediatra, en el desayuno, situaciones muy cotidianas. Evitamos la anécdota personal. Estamos babosos con nuestros hijos, pero eso no entra en el espectáculo.

–¿Por qué este es un “manual deformación”?

D. C.: –Nos burlamos del padre sabihondo, del magazine, de la literatura sobre el tema. Todo lo que los padres primerizos tienen pensado hacer, cuando nace el bebé eso dura apenas un día, porque la teoría es aplastada por la realidad. Así que uno se va haciendo papá como puede.

M. S.: –Un bebé nace perfecto. La vida (y tal vez sus padres) lo irán deformando con el tiempo...

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Tras la veda teatral impuesta por la gripe A, Los Macocos finalmente estrenan este sábado en el Ateneo.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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