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Martes, 21 de julio de 2009

TEATRO › MARILú MARINI Y LA PUESTA EN EL PRESIDENTE ALVEAR DE INVENCIONES, DE ALEJANDRO MACI

“En Silvina hay un gran sentido del humor”

La intérprete destaca que la escritura de Silvina Ocampo “tiene la ingenua malicia y la crueldad que podemos descubrir en un niño”, cualidades difíciles de ejercer para un adulto y que le dan un especial clima a la pieza que presenta ahora.

 Por Hilda Cabrera

“Fulgores del pensamiento”, les llama la actriz Marilú Marini a las invenciones de una mujer que en la noche espera a un hombre. Cómo atravesar esos momentos de incertidumbre que se desarrollan de modo vertiginoso y que la actriz desea convertir en “una eclosión de flores multicolores”, pues surgen del corazón y de la cabeza de una mujer anhelante. Esa es su propuesta en Invenciones, obra que estrena el jueves 30 en el Teatro Presidente Alvear, dirigida por Alejandro Maci, también autor del texto que parte de dos sonetos de la narradora y poeta Silvina Ocampo (1903-1994), de extractos de otros volúmenes –como el relato “La escalera”, de La furia y otros cuentos– y fragmentos de un reportaje hecho a Ocampo por la periodista y escritora María Moreno. “Todo esto configura una obra nada solemne y de asociaciones libres, como las que se dan cuando el pensamiento se dispara”, puntualiza la intérprete.

–¿Quién es la mujer que espera?

–No es Silvina, aunque a veces juegue a que lo es, como en la evocación directa de algunos textos, cuando se adueña de fragmentos de Invenciones del recuerdo o de los aforismos y sueños y las notas íntimas que dejó en Ejércitos de la oscuridad. Nuestra aspiración con Maci –quien creó esta mujer que espera y evoca– y los otros integrantes del equipo es mostrar un mundo en el cual aparezca lo inusitado de la personalidad de Silvina, lo inesperado y poético de su escritura, y lo muy inocente. Porque ésta es la conjunción que se desprende de su trabajo y del material que ha clasificado Ernesto Montequin, a quien los herederos le encargaron que se ocupara del fondo editorial de Silvina.

–¿Qué significa “muy inocente”?

–Esa es una de sus particularidades: su escritura tiene la ingenua malicia y la crueldad que podemos descubrir en un niño.

–¿Un ejemplo sería Invenciones del recuerdo, un poema sobre su infancia y pubertad?

–Sí, donde esa malicia se expresa de modo original. En Silvina se percibe un gran sentido del humor, propio de una mujer que ha vivido muy intensamente y atravesado zonas de mucho dolor hasta hallar fuerzas en la creación para no quedar paralizada.

–¿Diría que es el humor irónico de los solitarios?

–El humor que asocio con la soledad interior. Hay autores que escriben sobre ellos mismos y otros, como Silvina, que se refugian en la soledad interior para observar mejor a su alrededor. Ella es absolutamente íntima, y no en el sentido de lo que pueda dictar la buena educación, pues su sinceridad sorprende. Posee una visión muy conectada con la infancia y la intuición sin pasarla por el tamiz de lo social. Esto no nos sucede generalmente a los adultos, obligados a negociar con la realidad para seguir adelante. Los adultos carecemos de esa posibilidad que tienen los niños y que encuentro en Silvina: ser al mismo tiempo sinceramente crueles e inocentes.

–¿Qué valor le otorga a esa posibilidad?

–El de amar y ser amado en totalidad, porque en el amor el grado más alto es poder decir y confiar al otro casi todo.

–¿Siempre será “casi”?

–Claro, porque siempre se guarda un secreto. Y el secreto tiene reglas. Lo dice Silvina en un libro que recoge sus diálogos con la escritora Noemí Ulla y en la antología Las reglas del secreto, con prólogo de Matilde Sánchez. Silvina decía que a veces le daba miedo no poder transmitir exactamente lo que pensaba. Este es un planteo que me hago también yo.

–¿Es su planteo como actriz?

–Lo digo como persona, porque como actriz tengo la coartada del personaje que dice esas cosas que no me animo siquiera a pensar.

–¿Por ejemplo?

–Les tengo mucho miedo al odio y a la violencia, y no podría manifestarlos, pero cuando hice Calibán, en La tempestad, de William Shakespeare, que dirigió Alfredo Arias, pude actuar la violencia.

–En cuanto a otro estreno sobre textos de Ocampo, ¿cómo fue la presentación de La lluvia de fuego, en Francia?

–Fue muy bien recibida. La estrené en París en 1997, en el Teatro de Bobigny, con Rodolfo (De Souza) y dirección de Alfredo (Arias). Silvia Barón Supervielle la tradujo y la publicó en francés Christian Bourgois.

–En una nota del escritor tucumano Juan José Hernández, publicada hace tiempo en La Nación, quedó claro que el título no se refería a una maldición bíblica sino a una planta muy cultivada en los jardines tucumanos, y que ése fue uno de los aportes del escritor a esa obra escrita en colaboración.

–Adolfo Bioy Casares me dio la obra como un inédito de Silvina. Tiene una trama amorosa y de suspenso policial. La protagonista es una señora de provincia con un gusto estético muy pronunciado que vive en una casa adornada de bellos objetos y rodeada de flores. A esta señora, Adelaida, la perturba que su marido quiebre con su presencia el orden en el cual vive. La acompaña una mucama, Predefinda. A Silvina le gustaban esos nombres no convencionales, de campo o muy antiguos, extraños para nosotros. Le encantaban las plantas, los aforismos, las viñetas y dedicarse a tareas comunes, como ir de compras a la verdulería o la panadería. Y todo esto para descubrir lo oculto en las acciones cotidianas.

–¿Había estrenado antes otros espectáculos inspirados en esta autora?

–No, el primero fue Lluvia..., pero me he sentido siempre muy cerca de su humor y sensibilidad, de su extravagancia y calidad poética, a la que nunca llegaré porque soy una intérprete y mi mundo es otro. Ella poseía una cultura que no tengo, pero sí tengo intuición, y sé que ella se manejaba por ese camino.

–¿Tuvo contacto directo con ella?

–No, pero conocí gente que fue su amiga y me enriqueció. Tuve el placer de tratar a Daniel Tinayre (hijo) y a monseñor Eugenio Guasta, muy amigos de Silvina. Guasta también lo fue de Victoria Ocampo. Esa transmisión de vivencias personales se acrecentó con testimonios fotográficos, que los hay, aunque a ella no le gustaba que le tomaran fotos. La imagen reproducida en la portada de Ejércitos de la oscuridad es fantástica. Silvina mira al fotógrafo a través de un largavista, dando la impresión de que es ella la que toma la foto.

–¿Se pregunta cómo será recibida Invenciones?

–Sí, porque no se cuenta una historia sino momentos, destellos en el laberinto del pensamiento de una mujer que trata de poblar su espera desde su imaginario más íntimo.

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Marini reside en Francia, pero es una figura habitual en el teatro porteño, donde realiza puestas con regularidad.
Imagen: Bernardino Avila
 
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