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Miércoles, 5 de mayo de 2010

TEATRO › GERARDO BENTATTI Y MARTíN BONDONE, FUNDADORES DEL CENTRO ARGENTINO DE TEATRO CIEGO

Todo a oscuras, salvo la imaginación

Los dos actores formaron el grupo hace dos años para desarrollar todas las posibilidades de ficción en la oscuridad. Luces de libertad, ambientada en la Buenos Aires de 1810, es la nueva obra que presentan en su espacio de pasaje Zelaya al 3000.

 Por Cecilia Hopkins

“Esta técnica es un invento argentino”, asegura el actor y director Gerardo Bentatti refiriéndose al Teatro Ciego o Teatro a Ciegas, una modalidad de representación a sala oscura, que hace dos años institucionalizó junto al actor Martín Bondone con la creación del Centro Argentino de Teatro Ciego. Su primer contacto con esta técnica de actuación fue en 1994, cuando el director cordobés Ricardo Sued llegó a Buenos Aires para reestrenar Caramelo de limón, un éxito del off en la capital cordobesa. Bentatti fue elegido para interpretar al protagonista de esa pieza y, luego de aquella experiencia, decidió desarrollar todas las posibilidades de generar ficción en plena oscuridad. Esta determinación lo llevó a interesar a personas ciegas o con disminución visual a formarse como intérpretes de este singular género y a conformar un elenco, generando así “un verdadero espacio de integración entre actores videntes y ciegos”. El primer estreno que produjo la institución fue la elogiada versión de La isla desierta, de Roberto Arlt. A esa producción le siguieron obras de café concert y hasta un espectáculo definido como “musical gourmet”. En su sala del pasaje Zelaya al 3000, en el barrio del Abasto, ya comenzaron las funciones de Luces de libertad, una obra ambientada en el Buenos Aires de 1810, escrita por el mismo Bondone, con dirección de Omar Fanucci y dirección musical de Luz Yacianci, con un elenco integrado en su mayoría por actores ciegos.

“Luego de haber estudiado actuación con Raúl Serrano y después de la experiencia con Caramelo... tomé la determinación de hacer teatro solamente en la oscuridad”, cuenta el actor en una entrevista con Página/12, junto al autor de la obra. De esa manera retomaba un juego infantil: “Siempre me gustó jugar a moverme en la oscuridad, en absoluto sigilo”, recuerda. Y si bien aquella pieza no contaba con actores ciegos, tanto Bentatti como Bondone pensaron en ir más allá del proyecto artístico: “Con el Centro Argentino creamos un emprendimiento social –afirman– generando puestos de trabajo para ciegos y disminuidos visuales, para quienes es muy difícil lograr una inserción laboral en un medio muy habituado a discriminar y segregar”. Además del taller de voz y de entrenamiento olfativo, se brindan en el centro talleres de tango, coro y radio. Si bien éstas son actividades gratuitas para los ciegos, todos los talleres están abiertos a la comunidad. El centro –que no cuenta con demasiadas fuentes de financiación– ya tiene tres cooperativas de trabajo y una en formación. “Es un proyecto que está creciendo en forma horizontal porque las demandas provienen de los mismos integrantes del grupo”, asegura Bondone.

El objetivo que guió al autor en la escritura de Luces de libertad fue, según cuenta el autor, subrayar el hecho de que “a pesar de haber transcurrido 200 años, los argentinos seguimos hablando de los mismos temas: ¿en qué medida somos independientes en este mundo globalizado?”, se pregunta. La obra, que también se ofrece en funciones especiales para escuelas, busca fomentar la reflexión sobre los sucesos de Mayo entre padres, docentes y alumnos. El impacto de asistir a una obra en completa oscuridad es muy fuerte para el público. Los actores aclaran que cuando los chicos preguntan cómo se logran los efectos de sonido y de aromas que campean en el relato a ciegas nunca se les revelan los trucos. De este modo actúan como los magos y, para no romper la ilusión, se guardan celosamente los secretos sobre la creación del sonido de un galope, el gorgoteo del agua que fluye, el trajín de un mercado y el olor a mazamorra. “Trabajamos con la sorpresa”, coinciden ambos actores. “Más que un espectáculo teatral, creemos que ofrecemos al espectador un espacio lúdico. Estamos creando un género nuevo, aunque nos cuesta que la comunidad teatral nos reconozca como a pares.” Será porque la técnica que manejan también tiene que ver con el radioteatro y con el cine: “Desde lo auditivo se pueden crear planos diferentes, cortes y hacer cambios de locación en un instante. Se puede pasar de una cárcel donde se tortura a un prisionero a una tertulia donde se toma el té. El límite es la imaginación del espectador. Como la mente pide imágenes para completar lo que está escuchando, creemos que la imaginación es un sexto sentido que habría que desarrollar más, y así romper con el paradigma de lo visual, que es lo que hoy impera”, afirman ambos.

En el elenco que integran los mismos Bentatti y Bondone figuran Sabrina Heisecke y Julia Francisquez, actrices ciegas con formación previa, en la Escuela de Alejandra Boero; Rosi Griro y Rubén Ronchi, clarinetista de la Banda Sinfónica de Ciegos. “Buscamos personas que tengan vocación y motivación artística”, afirma Bentatti acerca de los intérpretes ciegos que conforman las diferentes cooperativas que producen cada obra. “Algunos ya tienen experiencia en teatro –sólo que a la vista del público–, en tanto que otros se formaron de cero con nosotros”, relata. Según puntualiza, en ambos casos se nota la entrega de los actores ciegos porque no son vistos mientras interpretan sus roles. De esa forma, ellos pueden liberar todo su potencial expresivo: “Los ciegos son superhombres en esto de moverse en la oscuridad, algo que a un vidente le cuesta aprender y que a veces no llega a dominar nunca”.

En la escuela del Centro se desarrollan la disposición auditiva y el sistema de equilibrio, “lo que genera una percepción más aguda de la orientación y el equilibrio en la oscuridad”, según describen los actores. También se trabajan la actuación y los desplazamientos, la disociación entre lo que se dice y lo que hace en términos de efectos de sonido. Y tienen el proyecto de crear un taller dramatúrgico para escribir textos especialmente concebidos para ser representados en la oscuridad. En ese sentido, Luces... es la primera obra escrita para ser interpretada según la técnica que ambos artistas han desarrollado: “Hay varios universos a tomar en cuenta: lo textual, la puesta en escena en la oscuridad, la música incidental en vivo”, enumeran ambos. “Lo que los actores hacen en la oscuridad se asemeja a un ballet hecho de desplazamientos incesantes, a veces a gran velocidad, para cumplir con múltiples tareas: el actor es intérprete, pero también es maquinista y utilero. Ellos crean el vestuario y la escenografía en la imaginación del espectador. Es por esto que la gente se siente tocada interiormente”, aseguran.

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El Centro es “un verdadero espacio de integración entre actores videntes y ciegos”.
 
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