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Sábado, 12 de junio de 2010

TEATRO › HéCTOR LEVY-DANIEL ES EL AUTOR DE DINERO, QUE DIRIGE CON CLARA PIZARRO

Siete historias de relaciones y plata

La obra, que se presenta los sábados en Patio de Actores, es una heptalogía acerca del comportamiento humano en relación con la escasez o la abundancia del dinero. Para que el espectáculo tenga coherencia, fue pensado “como un organismo vivo”.

 Por Hilda Cabrera

¿Es la posesión de dinero la que mueve montañas? ¿Le queda algo de esa energía sísmica al amor generoso? ¿Su disponibilidad asegura una vida feliz? Algunos lo maldicen, otros lo convierten en religión y muchos lo sueñan para mitigar el desgaste que generan las privaciones. Los interrogantes en torno de su posesión o de su falta toman cuerpo en Dinero, el nuevo espectáculo del premiado autor y director Héctor Levy-Daniel que acaba de estrenarse en Patio de Actores, dirigido por su autor y Clara Pizarro, hasta hace poco conocida como Clara Pando.

El cambio de apellido fue decidido luego de la reciente confusión suscitada en la ceremonia de entrega de los diplomas a los ternados al premio Trinidad Guevara. “Durante la ceremonia de entrega de los diplomas a los ternados para el Trinidad Guevara (por la producción de Patio de Actores) equivocaron mi nombre, llamándome Cecilia Pando –recuerda ella–. Sentí que me paralizaba. Consternada, me acerqué al presentador. Desde la platea, la dramaturga Lucía Laragione pidió que aclarara que no era la que todos pensaban. Esa noche no pude dormir. Por eso envié un comunicado. Ahora mi nombre es Clara Pizarro, el de mi nacimiento.”

En cuanto a Dinero, Levy-Daniel y Pizarro pensaron en un primer momento cruzar el espectáculo con algunas puntuaciones de los clásicos, con inserciones de El avaro, de Molière, por ejemplo, pero cambiaron de opinión y se limitaron a lo propio. Después de la excelente recepción que tuvo la trilogía Las mujeres de los nazis, codirigida por ellos y Yusem, optaron por una “heptalogía” conformada por historias bien diferenciadas. Así, La sorpresa refiere el caso de una mujer pobre que de forma casual encuentra un dinero perdido; Tía María versa sobre un secuestro; La salamandra muestra a una pareja de asaltantes perseguidos que aguarda a sus cómplices en un lugar apartado y frío; La firma retrata la presión que una hija ejerce sobre su madre agonizante para que firme el testamento; Impotencia descubre a una mujer decidida a ceder al abuso sexual para no perder su casa; Amigos de la infancia describe un conflicto entre un amigo rico y un amigo pobre, y Un auto rojo, el tironeo entre el amor y la ambición. Obras todas que alientan una intriga, “un final para no contar”, alerta Levy-Daniel, invitado por el departamento de Drama y Teatro de la Universidad de Lodz (Polonia) a concretar una ponencia, a partir del interés que despertó su obra Las mujeres de los nazis. Mientras tanto presenta Dinero, donde el misterio reside básicamente en cómo se resuelve cada historia, “cuyo final es muy breve”, advierte Pizarro.

–¿Cómo se logra que el espectáculo no parezca una suma de obras?

Héctor Levy-Daniel: –Convirtiéndolo en una totalidad semejante a un organismo vivo. Esto es posible aun cuando cada obra tiene la estructura de un cuento con final inesperado, una especie de vuelta de tuerca. La escritura es teatral, pero no la inicié a partir de diálogos sino de relatos que después quedaron ahí, porque no seguí trabajándolos ni tampoco pienso publicar. Es un método: antes de llegar a la dramaturgia, busco material, investigo...

Clara Pizarro: –En general, armamos las obras en charlas de café. Nos ha ido muy bien con Las mujeres de los nazis y quisimos darle continuidad a nuestro trabajo. Héctor hace sus borradores, me da a leer sus obras, y en ese intercambio de opiniones aparece la síntesis de una puesta.

–¿Por qué eligieron el dinero como tema?

H. L. D.: –Hace tiempo que me rondaba. Me decidí después de la lectura de varios textos, entre otros del filósofo Walter Benjamin. En su libro Dirección única (compilación de textos críticos sobre asuntos cotidianos y reflexiones sobre “la fetichización de las relaciones sociales”, publicada por este escritor y teórico judío alemán en 1928), Benjamin se refiere al dinero como un elemento determinante de las relaciones humanas, generador de una atmósfera que nos modifica, a veces sin que tomemos conciencia de esos cambios. Pero en estas obras mías lo que realmente interesa no es el dinero en sí, como concepto, sino las distintas formas de relación de las personas influidas por la escasez o la abundancia de dinero.

–¿Esa influencia es mayor en épocas de crisis?

H. L. D.: –Influye en situaciones críticas y normales. Es un lugar común decir que el dinero destruye y corrompe, pero ésa es sólo una mirada negativa, porque no siempre es así. Puede salvar y ser instrumento de liberación, por ejemplo para una mujer que sufre violencia de parte del marido. Aclaro que mi pretensión no es que este espectáculo se vea como el producto de un pensamiento ideologizado o de una concepción cerrada respecto del dinero.

C. P.: –No, porque el dinero no es necesariamente malo: depende de cómo se lo utiliza. En este ensamble de obras lo que importa destacar es la experiencia humana frente al dinero.

–¿La intención era trabajar sobre hechos del presente? Aquí se mencionan secuestros, robos que penan al ladrón con la cárcel, pero se desconoce el destino final del botín...

H. L. D.: –Trata de experiencias sobre las que todos tenemos algo para contar. Incluso la actriz Jessica Schultz propuso en algún momento incluir anécdotas personales del elenco, idea que después desechamos.

C. P.: –Héctor es el autor y entre los dos dirigimos, pero Dinero es el resultado de un intenso trabajo de equipo. La coreógrafa (de la compañía Duggandanza) Teresa Duggan –que diseñó también los objetos de escena– colaboró muchísimo en la concepción del espacio. Ensamblar estas siete obras fue algo parecido a armar un rompecabezas. Todo está coreografiado. De otra forma no hubiéramos podido armonizar los desplazamientos del elenco con los cambios de vestuario y la manipulación de objetos. También ayudó mucho la música creada por Sergio Vainikoff, que es pianista y tecladista.

H. L. D.: –La coreografía ha sido fundamental, porque no teníamos intención de ocultar los cambios sino mostrarlos sin quebrar la continuidad de las historias.

–¿Cómo fue la invitación a Lodz por Las mujeres de los nazis?

H. L. D.: –Fui convocado al congreso de teatro escrito en español Tan cerca y tan lejos. Al principio me pareció raro tener que hablarles a los polacos de las mujeres de los nazis. ¿Qué diríamos si un dramaturgo viniera a contarnos historias de ficción sobre la última dictadura militar? Pero también es cierto que en esa obra estoy hablando de la Argentina y del “sentido” en el teatro, un concepto que algunos han despreciado, considerándolo moralizante.

* Dinero puede verse los sábados a las 21 en Patio de Actores, Lerma 568. Actúan Anahí Martella, Jessica Schultz, Enrique Papatino, Pablo Vascello, Graciela Clusó y Giselle Lousek. Entradas: 40 pesos; estudiantes y jubilados, 25 pesos. Tel. 4772-9732.

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Las siete historias de Dinero alientan una intriga, “un final para no contar”.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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