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Sábado, 17 de julio de 2010

TEATRO › LUCIANA MOSCA, GONZALO MORA Y SU ESPECTáCULO IMAGEN Y SEMEJANZA

La soledad,el encuentro y el vuelo

Vienen de disciplinas diferentes, pero los unió no sólo el amor a la expresión artística, sino el amor a secas: el chileno y la argentina tomaron su historia de amor para un espectáculo de alta intensidad que reflexiona sobre las relaciones humanas.

Algo pasa entre ellos, se dirá ante el hombre moreno y la mujer rubia que se desprecian, acarician y repelen en Imagen y semejanza. La relación transcurre en dos niveles. Uno es el aire: ella conversa con su mástil o palo chino, él con una cuerda. También se adoran en el piso cuando, al sujetarlos con igual dosis de dolor y de pasión, la soga vuelve visibles las amarras de los vínculos amorosos. Todo sucede con gran intensidad: efectivamente, algo pasa entre ellos. La afinidad artística de los acróbatas Luciana Mosca y Gonzalo Mora está hecha a imagen y semejanza de la realidad: la argentina y el chileno se conocieron hace dos años en Perú y se enamoraron. Y cada viernes a las 23 en el Club de Trapecistas Estrella del Centenario (Ferrari 252) se aproximan a la esencia de las relaciones amorosas con una fusión de circo, danza y teatro.

“Una poesía en movimiento” es la definición que, esbozada por Mora, encaja con Imagen y semejanza, otro ejemplar del Nuevo Circo, concepto que traduce la emergencia de lenguajes inabarcables y cambiantes. El circo se hace presente en el rigor físico de los intérpretes y las piruetas aéreas que llevan al público a exhalar bocanadas de nervios y admiración; la danza, en los movimientos diseñados por Mosca; y el teatro, en la atmósfera que recrean personajes “en un espacio sin tiempo ni época”. No hay mucho más que un palo chino y una cuerda. La cámara negra es la escenografía del vaivén de dos cuerpos que experimentan “la soledad, el encuentro y el vuelo”, con música de Sebastián Verea e iluminación que aporta al desarrollo narrativo.

Mora y Mosca llegaron a la acrobacia por caminos distintos. Antes de sumarse a La Arena –de la escuela homónima que dirige Gerardo Hochman– en 1997, Mosca era bailarina y coreógrafa. El ámbito inicial de su partenaire, creador y codirector de la compañía Ciklos, fue el teatro. Cuando se cruzaron en el festival de circo y danza que organiza La Tarumba en Lima, ambos le echaron el ojo al trabajo del otro. “Había afinidad y empatía”, recalca ella. El amor trajo a Mora a la Argentina y Mosca, que es docente, lo entrenó en acrobacia. El había dado sus primeros pasos en su país natal. “Hacía tela. Acá conocí la cuerda, un objeto precioso, único, moldeable”, se entusiasma él. El ingreso al mundo aéreo por puertas diferentes tiene su correlato en las energías que manejan. “Una cosa es entrar al espacio y generar una situación teatral y otra es que sea más física”, explica Mora. Y ella completa la idea desde la producción: “Lo interesante es cómo un actor y una artista de circo ideamos esta forma. El desde el concepto abstracto y yo en el cómo lo llevamos a cabo”.

El espectáculo, que tuvo su presentación en el Festival Polo Circo, es una creación de ambos. Pero si de definir roles se trata, la coreografía pertenece a Mosca, mientras que la iluminación y la dirección son de Mora. Aunque reincide en estar al frente de un espectáculo circense, el joven muestra por primera vez sus habilidades de acróbata. Ambos anhelan que Imagen..., que quizá viaje a Chile y a Europa, despierte en sus colegas ganas de juntarse e intercambiar conocimientos. Por eso lo presentan como una fusión de arte chileno y argentino. A Mora la experiencia le dio ganas de importar a su país el “modelo de escuela” que propone La Arena. “Allá no existe esta fuerza artística. Acá hay más técnica y un lenguaje propio. Se ven más claras las puertas del Nuevo Circo.”

Lo teatral tiene fuerte impronta, a pesar de que el punto de partida fue la relación con sus elementos. “El mástil es rígido, el cuerpo se acomoda. La cuerda es dúctil y flexible, se acomoda al cuerpo. Es una diferencia interesante”, compara Mora. Luego apareció lo que dio fuerza dramática a esos fetiches a los que parecen entregados: el vínculo entre un hombre y una mujer, generador del “universo de dualidad” que despliegan durante una hora. “Existe un imaginario enorme, sobre el que hay que trabajar. Hay que llevarlo a cuerpos humanos que lo cuenten”, explica Mosca. Lo primero fue un torbellino de ideas que, una vez acotadas, tenían que volverse carne.

Recuerdan entre risas la frustración que llegó en un momento de los ensayos, cuando Mora se enredó en su cuerda y no supo qué imagen entregar a una de las tantas palabras que pedían ser representadas. Mosca y Mora muestran distintas caras de un mismo signo o, lo que es lo mismo, la manifestación que cierto estado, sentimiento o sensación adquiere en una personalidad. Y eso fue posible, en parte, porque se apoyaron en un diccionario de sinónimos y antónimos. “Buscábamos, por ejemplo, ‘soledad’. Decía cosas como encierro y aislamiento. Entonces nos preguntábamos: ‘¿Con cuál de esas dos palabras tiene que ver mi soledad?’”, reseña Mora. “El se ata con su cuerda porque se encierra. Agarrado de ella, se mueve para todos lados. Mi soledad es aislada. No me muevo, no me alejo del perímetro del palo”, cierra Mosca. El resultado fue un guión que revela el carácter teatral del fenómeno escénico.

–¿Qué debe tener el circo para ganar en potencia dramática?

L. M.: –Ideas y la posibilidad de escribirlas, ponerlas en escena y plasmarlas. Que no queden en lo mental. El circo tiene algo muy fuerte que es el truco. Para ganar en dramatismo, ese movimiento no tiene que quedar colgado en el espacio, un acróbata no debe hacer un mortal atrás porque sí, sin contexto que sostenga la situación. Hace dos años me fracturé en función un ligamento de la rodilla. Y justo coincidió con un stand by de la compañía. Me surgió una necesidad de decir y pasar por otras cosas en escena, más allá de las propuestas grupales, siempre felices y divertidas.

G. M.: –Tiene que ver con atreverse a investigar. Soy artista, entonces tengo que pensar qué quiero decir, qué me ronda, qué pienso de la sociedad. Y en base a eso, ver cómo con mi arte puedo decir algo: una crítica, algo propositivo o una poesía. En ese qué quiero decir van a surgir preguntas y, en el caso del acróbata, la investigación en el espacio junto con su aparato.

Entrevista: María Daniela Yaccar.

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La pareja se conoció en un festival de Perú, y lo primero fue ver el trabajo del otro: “Había afinidad y empatía”.
Imagen: Rafael Yohai
 
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