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Domingo, 19 de septiembre de 2010

TEATRO › SE ESTRENO LA PERSUASION, EN EL TEATRO NACIONAL CERVANTES

“Viven a través de la vida de los otros”

La historia delirante de dos hermanas marca el pulso de una obra que refleja el modo en que los medios manipulan a la opinión pública. Los discursos fueron tomados de la realidad, “de personajes impresentables”, señalan las actrices Susana Cart y Cristina Fridman.

 Por Cecilia Hopkins

“El arte de persuadir consiste tanto en el de agradar como en el de convencer; ya que los hombres se gobiernan más por el capricho que por la razón”, es la frase de Blaise Pascal que abre la pieza de Erika Halvorsen llamada, precisamente, La persuasión. Escrita por el filósofo francés, esa definición encabeza una serie de afirmaciones sobre el mismo tema, diseminadas a lo largo de la obra con el objeto de brindar un encuadre teórico a la historia delirante de dos hermanas, que se constituye en un claro ejemplo de cómo los medios manipulan a la opinión pública. Los personajes de la obra que se estrenó este viernes en el Teatro Cervantes (Libertad 815), bajo la dirección de Luciano Cáceres, son una señora de clase media acomodada (Clara, interpretada por Susana Cart) y su hermana menor (Bety, a cargo de Cristina Fridman), que vive capturada por las posibilidades virtuales que le ofrece su PC.

El punto de arranque de la escalada mediática que experimentan ambas mujeres es una denuncia que realiza Clara a los medios. En un arranque de extremo autoconvencimiento ella relata cómo su esposo fue secuestrado por Al Qaida, para aprovechar sus habilidades empresariales. “Una noticia se impone hoy en los medios sin necesidad de que se investigue la fuente”, afirma Cáceres en una entrevista con Página/12, junto a las actrices. Y completa diciendo: “Dos cosas son clarísimas en este momento: luego de que una noticia se convierte en verdad, ésta deja de ser protagonista para que comience a tener mayor importancia el cómo se vende mejor”.

La acción comienza sin aclaraciones previas: Clara inventa una noticia que vende; lo hace para tapar otras cuestiones que no conviene develar para no malograr el costado policial que desarrolla la trama. El resto sucede casi sin proponérselo: llegan las entrevistas y menudean las súbitas apariciones en los medios, se suceden las arengas públicas y hasta se planifica un almuerzo televisado con “la Señora”. Todo esto es organizado por la hermana, relegada a la función de asistente que diseña hasta la ropa de la protagonista, pero con el ojo siempre puesto en el propio beneficio. La obra da cuenta de la teoría que formula el personaje simbólico a cargo de Ignacio Rodríguez de Anca: un mensaje persuasivo que se precie de tal cambiará la actitud y la conducta del receptor del mensaje en función de haber influido en sus pensamientos y creencias. Este personaje enigmático y expeditivo representa el interés de los medios en la venta de aquellas noticias que movilizan a la gente. Es por eso que mueve las cámaras y determina los encuadres y hasta pide una música de fondo determinada para cada flash informativo, a los efectos de influir en los sentimientos de la audiencia.

Los mecanismos de identificación que Clara pone en marcha con su discurso parten de los temas clásicos que preocupan a la clase media, esto es, la seguridad y el temor a que irrumpa en su mundo cotidiano aquello que supone remotamente lejano. “Clara habla de Al Qaida sólo porque lo escuchó en los medios –precisa Cart–, y es por la misma razón que asume el discurso de Bush del 11 de septiembre.” En realidad, todos los discursos que elabora Halvorsen en la obra son tomados de la realidad, “de personajes impresentables que hablaron en los medios y dijeron textualmente las mismas barbaridades”, según adelantan las actrices. Sin embargo, la apelación a ciertos lamentables hechos de la realidad no está reñida con el cariz cómico que recorre la pieza: “Yo rescato el humor negro de esta obra –dice Cart–, porque reírse del dolor y del horror es llevar un tema hasta sus últimas consecuencias”. Para Fridman, por su parte, la crítica más aguda se dirige hacia el mundo de lo real ficcional: “No entiendo cómo hay gente que puede vivir a través de la vida de los otros, sin establecer un vínculo real”, sostiene.

Con una escenografía diseñada a modo de cajas chinas, según precisa el director, la sala Luisa Vehil (el Salón Dorado del Cervantes) fue acondicionada para que el espectador pueda seguir la historia desde tres espacios determinados: la casa del country donde habitan las hermanas, el escenario donde las cámaras y las pantallas despliegan su parafernalia técnica para editar en vivo lo que sucede en escena y los mismos camarines, donde hay cámaras que registrarán a las actrices mientras realizan los cambios de look que requieren sus personajes. Así, La persuasión se convierte, sin haber sido escrita a tal efecto, en un espectáculo multimedia sin precedentes en este teatro.

* Funciones: Sala Luisa Vehil del Teatro Cervantes, viernes y sábados, a las 19; domingos, a las 18.30.

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Bajo la dirección de Luciano Cáceres, con autoría de Erika Halvorsen, la obra va viernes, sábado y domingo.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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