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Miércoles, 18 de abril de 2012

TEATRO › MARíA EMILIA FRANCHIGNONI, DIRECTORA DE FRESHWATER, DE VIRGINIA WOOLF

“Me impactó su humor corrosivo”

Se trata de la única obra teatral escrita por la novelista y ensayista inglesa. Franchignoni la considera una pieza precursora del teatro del absurdo y destaca que Woolf buscó allí reflejar su sensación de descontento respecto del mundo heredado.

 Por Cecilia Hopkins

Unica pieza teatral escrita por la novelista y ensayista inglesa Virginia Woolf, Freshwater fue estrenada en 1935 para festejar el cumpleaños de su sobrina Angélica. Ambientada a mediados del siglo XIX, sus personajes, todos ellos artistas reconocidos en su tiempo, fueron interpretados por familiares y amigos de la autora, pertenecientes al círculo conformado por artistas e intelectuales de la época, conocido como el grupo de Bloomsbury. Bajo la dirección de la actriz y dramaturgista María Emilia Franchignoni, esta comedia acaba de subir a escena en El Tinglado Teatro (Mario Bravo 948). La traducción de la pieza original pertenece a la directora, al igual que la versión, recientemente editada por el sello El Cuenco de Plata en un volumen que, además, contiene una selección de ensayos de Woolf sobre teatro. El elenco está integrado por Marcela Bea, Manuela Fernández Vivian, Félix Tornquist, Victoria Páez, Marcelo Gamarra, Bernardo Sciarretta y Darío Bonheur.

Licenciada en Comunicación, especializada en Estudios Culturales, Franchignoni eligió este texto para debutar en la dirección teatral. Hasta hace unos años, según cuenta en la entrevista con Página/12, solía pensar el teatro desde una perspectiva académica, abordaje que finalmente decidió abandonar, convencida de que “la teoría y la práctica deben estar firmemente integradas”. No obstante esto, admite que su interés por esta obra surgió del estudio de la literatura de Woolf; allí advirtió una afinidad personal con la autora, a raíz de su sensación de descontento respecto del mundo heredado y la no aceptación del estado de las cosas. “La escritura de Virginia Woolf, con su musicalidad y su espíritu experimental, se opone a la rigidez del realismo –resume Franchignoni– y esto implica un posicionamiento estético e ideológico, porque significa ir en contra de lo instituido”, afirma.

La obra, que según la directora asume la forma de “un estallido de personajes”, reúne a un grupo de excéntricos artistas de la época victoriana: la fotógrafa Julia Cameron; su esposo, el filósofo Charles Hay Cameron, el maduro pintor Frederick Watts; su joven esposa, la actriz Ellen Terry, y el poeta Alfred Tennyson. Esta reunión de genios extravagantes fue verídica, ya que solía suceder cuando los Cameron se instalaron en la Isla de Wight, en 1848. Los demás personajes –un marinero, una criada y la mismísima reina Victoria– salieron de la pluma de Woolf para reforzar dichos disparatados, absurdos preparativos de viaje y enamoramientos sorpresivos. El objetivo de la autora fue, a todas luces, hablar con humor e irreverencia de la condición del artista.

–¿A qué se debe que este texto sea tan poco conocido?

–Es un texto que puede considerarse como marginal dentro de la obra de esta autora, menor incluso, si se lo compara con sus novelas y sus ensayos. No pudo ser publicado hasta su muerte porque ella se negaba a darlo a conocer. A mí me impactó su humor corrosivo y desfachatado. La obra es metafísica y poética, tal como Alejandra Pizarnik definió el humor contemporáneo.

–¿Qué rasgos mantiene de la narrativa de Woolf?

–Yo encuentro en esta obra toda la experimentación formal de sus novelas. Hay recursos arbitrarios en todo momento, también una exposición permanente del artificio teatral. La misma autora la llamó “una comedia nonsense”. Por eso es que se la podría considerar una precursora del teatro del absurdo. Incluso, Ionesco lo hizo en 1981 (ver recuadro).

–¿Cómo realizó la versión que acaba de estrenar?

–De la obra hay dos versiones, una de 1923 y otra, de 1935. Yo usé algunos textos de la primera, pero en su mayor parte tomé la última de las versiones, porque es más ágil para el espectador actual. De esta manera surgen dos ejes: los preparativos de Julia Cameron y su marido para irse a la India y la historia de amor de Ellen Terry y el marinero.

–¿Adhiere a las críticas que hace Woolf acerca del artista?

–Sí, porque cuando llega a ocupar un lugar de prestigio y de poder, en general, el artista parece tomarse demasiado en serio. Será por eso que suele adoptar discursos solemnes que parecen volverse irrefutables. Como si fuesen verdades absolutas.

–¿Pasa lo mismo en el teatro?

–Sí, en muchas clases de actuación son muy notorias las situaciones de asimetría y autoritarismo. Pero también hay en Freshwater otras características que son aplicables a todos los que nos dedicamos al arte: la competencia, la envidia y los celos, las conductas obsesivas. En la obra se ve que todos terminan hablando de su arte y de sí mismos. Y generan, de este modo, una situación de gran incomunicación.

–Que la acción transcurra en una isla es muy sugerente...

–Sí. Freshwater es una localidad en la isla de Wight. Y este lugar alude a una costumbre que es muy común entre los artistas e intelectuales quienes, al reunirnos en círculos, creando comunidades transitorias, podemos terminar, como los personajes de la obra, desvinculados del resto del mundo.

* Freshwater en El Tinglado Teatro (Mario Bravo 948) domingos, 21 hs.

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Franchignoni fue seducida por un texto que se refiere con irreverencia a la condición del artista.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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