espectaculos

Domingo, 8 de septiembre de 2013

TEATRO › ESTELA DE MADRUGADA, DE RICARDO HALAC, CON DIRECCION DE LIZARDO LAPHITZ

Un escenario lleno de contrastes

La obra estrenada en el Centro Cultural San Martín es al mismo tiempo el reflejo de la sociedad de los años ’60 y la historia de una mujer que vivió en un suburbio de la provincia de Buenos Aires. La mayoría de los actores son discípulos del maestro Agustín Alezzo.

 Por Paula Sabatés

Hay ciertas obras que tienen la astucia de hablar de toda una sociedad a partir de la historia de un sujeto/personaje particular. Estela de madrugada, de Ricardo Halac, tiene ese mérito. Estrenada por primera vez en 1965 y reestrenada el viernes pasado en el emblemático Centro Cultural General San Martín, la obra es al mismo tiempo el reflejo de la sociedad de los años ’60 y la historia de una mujer que vivió entonces en un suburbio de la provincia de Buenos Aires. Esa dualidad es inteligente y no casual, ya que ambas realidades están estrechamente relacionadas y son impensables la una sin la otra. La dirección de la pieza, por demás destacable, está a cargo de Lizardo Laphitz, artista que desde hace años viene dirigiendo notables trabajos en la cartelera porteña.

La obra se centra en el personaje de Estela, una mujer que vive junto a una fábrica de aceite donde trabaja su padre junto a la General Paz. Es joven (en el texto hay referencias de que se acerca a los 30 años), pero para el mandato social, reflejado sobre todo en su familia, ya debería tener la vida “resuelta”. Su destino, de hecho, ya está diseñado desde hace tiempo: trabaja desde hace una década en la misma empresa, que le permite ascender y creer que puede ser “alguien”, y está comprometida con Alfredo, su novio, con quien va a casarse. El problema es que esos planes no incluyen sus sueños, por lo que decide dejar todo y jugársela. Comienza por salir con Jorge, un hombre que la busca y del que se enamora inmediatamente pero que con el correr de la trama demostrará una complejidad que lo acerca a ser más de lo mismo. Durante la obra, Estela sufrirá una transformación que la hará pasar por varias etapas, algunas incluso sorpresivas para el público.

Es interesante el planteo que hace la obra sobre la mujer de aquella sociedad. Estela trabaja y ayuda económicamente en su casa (no ocurre lo mismo con su hermano menor, Pablo, a quien en cambio los padres alientan a estudiar para profesionalizarse y tener un futuro mejor). Ella tiene autonomía y ganas de “progresar”. Sin embargo, el deseo de sus padres es verla casada con un hombre de buen porvenir. Nunca aceptan a Jorge, a quien no conocerán, ya que se trata de un hombre ya mayor que no trabaja, aunque estudia. En cambio, sí quieren a Alfredo, que pese a que al comienzo no le va bien, se esfuerza y consigue un puesto de gerente en una importante compañía. Por otro lado, se ve una diferencia entre el hombre y la mujer en el trato que sus padres le dan a ella y a Pablo. Mientras este último se la pasa tocando la guitarra de fiesta en fiesta con su grupo de amigos, la mirada familiar condena los paseos y salidas de Estela, sobre todo cuando no dice a dónde va.

Es acertada la elección de Brenda Bonotto para el papel de Estela. De una belleza fresca y evidente, la actriz logra componer a una joven muy natural que atraviesa muchos estados contrapuestos (la confianza en sí misma y la pérdida de ésta, el amor y la de-silusión amorosa, etc.) y todos con mucha entereza. Comienza mostrando a una chica fuerte y decidida, más aun que el hombre al que tiene al lado y progresivamente va cambiando esa forma de ser, hasta convertirse en una mujer abatida por no poder luchar contra su sociedad. Se destaca en su participación final un llanto bien logrado que condensa toda la angustia que esta transformación le produce a su personaje.

Mención especial merecen Francisco Prim y Emiliano Delucchi, que configuran dos personalidades masculinas bien opuestas, cada uno con rasgos distintivos y atributos propios. La diferencia entre ellos, además del papel que juegan dentro de la obra, se nota en el cuerpo de los actores, que están muy bien caracterizados: mientras Alfredo, más tímido y sometido a Estela (por la fuerte personalidad de ella), está encorvado y tiene un andar dubitativo, Jorge se presenta como un hombre suelto, decidido, pero que en su postura corporal expresa con sutileza también las contradicciones y dudas que lo atraviesan. Sus papeles son fundamentales para el desarrollo del personaje de Estela que se ve atrapada e indecisa entre ellos dos.

El resto de las actuaciones también son muy sólidas (la mayoría de los actores son discípulos de un experto en la docencia como Agustín Alezzo). Cristina Dramisino y Alejandro Fain componen a unos padres complejos, que a la vez que le exigen sufren por la infelicidad de su hija. Eso se nota especialmente en la frialdad que finge la madre y en las charlas que intenta mantener con ella su padre, que también muestran cómo los vínculos familiares pueden desgastarse por el contexto social. Por su parte, Gastón Cocchiarale encarna a un hermano que se debate entre defender a su hermana de la presión de sus padres y empujarla a cumplir con el mandato, que de a ratos pareciera compartir.

Por último, otro de los logros de la pieza es la caracterización de la época. Tanto el vestuario como la escenografía –ambos a cargo de Silvia Rodríguez– reflejan la decadencia a la que arrastra el desconcierto socio-económico de la clase media. La soledad de aquella casa familiar en una zona fabril es hábilmente recreada a través de la música y los sonidos austeros (obra de Mirko Mescia) y una iluminación oscura y tenue (responsabilidad de Fabricio Ballarati). También resulta interesante ver cómo la escenografía plantea el contraste entre los únicos dos lugares definidos que se muestran en escena, que son la casa de Estela y la de Jorge (ubicada en una zona más céntrica, donde el clima pareciera menos agobiante). Como si se tratara de un escenario partido, uno y otro se encuentran a un lado de él y será Estela el único personaje que recorrerá ambos. Ese contraste, que colabora en mostrar el reflejo de aquella sociedad, también es determinante en la historia de Estela, lo que demuestra una vez más cuán relacionada está su vida con el tiempo en el que le tocó vivirla.

* Estela de madrugada se ve los viernes y sábados a las 21 y los domingos a las 19 en la Sala Enrique Muiño, en el Centro Cultural General San Martín, Sarmiento 1551.

Compartir: 

Twitter

Brenda Bonotto y Francisco Prim se lucen en la puesta que puede verse de viernes a domingos.
Imagen: Sandra Cartasso
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.