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Viernes, 11 de abril de 2014

TEATRO › RAFAEL SPREGELBURD HABLA DE SPAM, SU ULTIMA CREACION

“Crear un mundo con una lógica fantasmal”

El dramaturgo y actor define su obra como “teatro independiente con aspiraciones de sorpresa y desarrollo visual”. Se trata de una suerte de ópera multimedia con música de Zypce que tuvo en 2013 unas pocas funciones en el FIBA y que hoy se repone en El Extranjero.

 Por Cecilia Hopkins

”Una ridícula fantasía apocalíptica con fondo de fin de fiesta.” Así define Rafael Spregelburd a Spam, su última creación, una suerte de ópera multimedia con música de Zypce que hizo algunas funciones el año pasado en el Centro de Experimentación del Teatro Colón, en el marco del FIBA, y que hoy se repone en El Extranjero (Valentín Gómez 3378). La obra, en su origen, estaba destinada a un actor italiano (Lorenzo Gleijeses) quien, al ver Apátrida (el anterior estreno de Spregelburd, un monólogo que interpretó junto al mismo Zypce), le pidió que le escribiera una obra con características similares. Así, el autor comenzó a perfilar un nuevo texto, aunque enseguida advirtió que estaba escribiendo a dos puntas, es decir, para ser estrenado primero en Nápoles por Gleijeses, y luego en Buenos Aires, a cargo de sí mismo y del músico que lo acompaña.

En esta oportunidad, ya sin la coproducción del CETC, la obra y sus dos intérpretes deben afrontar las dificultades propias del teatro independiente, dado que el montaje demanda gran parafernalia técnica. Es que hay escenas en las que el actor se suma a la imagen proyectada en una pantalla de grandes dimensiones, además de haber animaciones, videoconferencias, documentales, filmación y reproducción en vivo con cámaras infrarrojo y, por parte de Zypce, gran despliegue de instrumentos no convencionales. Según define el propio Spregelburd en la entrevista de Página/12, Spam es, en suma, “teatro independiente con aspiraciones de sorpresa y desarrollo visual”. Signado por la resolución low fi, lo cual aporta, según aclara el autor, un carácter “cachuzo” a la imagen, el espectáculo en su conjunto promete ser una síntesis de ese deseo de expansión visual elaborado con los medios de producción que se tienen a mano en el teatro independiente.

“Se podría decir que Spam contiene muchas fuentes visuales reunidas en un diccionario inútil, sobre varias obsesiones del autor”, define el propio dramaturgo, muy dado a crear obras en las cuales junto a las abundantes peripecias que ofrece su desarrollo, se suman citas oscuras –muchas veces apócrifas– junto a otras de fácil localización. En este caso, Spam presenta las andanzas de un lingüista y profesor universitario italiano que ha perdido la memoria en oscuras circunstancias y que confía encontrar su identidad rastreando sus correos electrónicos y consultando buscadores de Internet. En sucesión no cronológica, las escenas de Spam dan cuenta del pasado del profesor –llamado Mario Monti, igual que el primer ministro italiano saliente en 2012– y de sus ilícitos, entre los que figuran un plagio de tesis y una estafa que lo obliga a abandonar Nápoles y refugiarse en la isla de Malta. A raíz de ciertas coincidencias con la biografía de Caravaggio, la pintura de éste aparece en el montaje de Spam: uno de sus cuadros más famosos, La decapitación de San Juan Bautista, de 1608, se reconstruye en pantalla en el ámbito de un supermercado chino.

Ya desde el nombre del espectáculo –Spam o correo electrónico basura– la nueva obra de Spregelburd le otorga un lugar de privilegio a la virtualidad informática, aunque el propio autor se defina como un “negado, un retrógado en cuestiones de tecnología”. Tal vez por eso mismo, el lenguaje de Internet, el Skype, el e-marketing y el Goo-gle Translator aparezcan allí como “un lenguaje de los otros que crea para mí un mundo de ficción y un aporte a la confusión”, según afirma el dramaturgo. Una de las complicaciones centrales, incluso, está generada a partir de un spam clásico: un mail escrito en tortuoso castellano por un desconocido que intenta convencer al remitente que necesita, a cambio de una recompensa monetaria, su número de cuenta bancaria para depositar una fortuna que por alguna razón él mismo no puede cobrar.

–¿Cómo es la música creada por Zypce?

–En esta obra es más pop que industrial. Se hace con instrumentos que no producen notas, sino efectos de sonido, como objetos sumergidos en agua o karaokes con su archivo intervenido. La música acompaña o distorsiona el alma de las escenas. Y a veces pasa a tener el protagonismo del texto.

–¿Por qué eligió el nombre de un primer ministro para el protagonista?

–Mario Monti era presidente interino en el mismo momento en que estábamos ensayando la obra. Cuando renunció Berlusconi se produjo una situación muy parecida a la que tuvimos aquí a partir de diciembre de 2001. Monti generó esperanzas en la gente porque es un tecnócrata y, por ser un hombre adinerado, se suponía que no tenía intenciones de enriquecerse. Pero era evidente que no iba a durar mucho en su cargo. Por otro lado, Mario Monti es un nombre muy común en Italia, pero en Internet no aparece otro más que el Monti famoso. La paradoja virtual es real, porque ciertos nombres, al convertirse en marcas, eclipsan a otras personas que se llaman igual.

–¿Por qué se hace mención al hundimiento del crucero Costa Concordia ocurrido en 2012?

–El universo que evoca Mario Monti se parece a ese hundimiento. Ambas noticias aparecieron como si fueran a marcar el nuevo curso mundial. Me gustaba que la metáfora hablase del naufragio de la propia Italia.

–También se habla del fin de Europa...

–En Spam hay una pregunta: “¿Por qué creer que una crisis de los bancos en Europa es el fin del mundo conocido?”. Es que al poder económico le conviene asustar con la idea de un final posible para que nada cambie. Que Estados europeos como Grecia, Portugal o España hayan tenido que adecuar sus economías al ritmo de Alemania y Francia sugiere a los europeos un paisaje apocalíptico. En Spam esto está presentado como una gran broma. Claro que su recepción es diferente en Italia y aquí.

–¿Cuál cree que será la recepción de Spam en nuestro medio?

–Nosotros tenemos una distancia sarcástica e irónica acerca de la crisis. La clave política del espectáculo es más sencilla, ni siquiera se sabe quién es Mario Monti. Además estamos familiarizados con el híbrido, con la mezcla. Y no nos parece extraño que se tomen referencias de diferentes culturas, como Caravaggio, la música pop, los esquimales o las películas de James Bond. En Europa pareciera que hay que pedir permiso para hacer esto y que esta convivencia es posible en algunos géneros y no en otros.

–¿Por qué eligió a Caravaggio?

–Caravaggio transformó la imagen de su época pintando los motivos religiosos clásicos, pero vistiendo a los personajes con la ropa de la burguesía. Hace tiempo que estoy fascinado con él, un pendenciero talentoso que debió exiliarse en la isla de Malta, pintando para los Hermanos Hospitalarios, una especie de logia que lo protegió debido a algunos hechos de violencia en los que estuvo envuelto.

–Tambien puso escenas referidas a lenguas muertas.

–Que se hable de lenguas extintas habla también de un mundo que se extingue, como el de Monti. Se hacen referencias acerca de los límites de las lenguas. Pensemos que recibimos señales del mundo real a través del lenguaje. Y lo que no podemos decir no lo podemos pensar.

–En Spam, el tiempo y la virtualidad son temas recurrentes...

–Las consideraciones sobre el tiempo y la fragmentación crean en esta obra su mundo más sensible. Está presente la posibilidad de que este mundo ya esté muerto y se especula sobre lo que es virtual y lo que no lo es. La fuente virtual impone algo que es tomado como verdadero y esto crea un efecto de larga duración. Hay cibernoticias que no son ingenuas generan opinión y versiones sobre versiones que circulan en la web. Engaños que tal vez sean útiles para algunos. Con esta obra tengo la sensación de estar creando un mundo con una lógica fantasmal que bien podría ser la fantasía de un muerto.

* Spam, El Extranjero (Valentín Gómez 3378), jueves y viernes, a las 21.

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La nueva obra de Spregelburd le otorga un lugar de privilegio a la virtualidad informática.
Imagen: Luciana Granovsky
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