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Sábado, 10 de mayo de 2014

TEATRO › LUIS RIVERA LOPEZ Y ANA KANTEMIROFF MONTARON UNA VERSION DE UN CUENTO DE ALEJANDRO DOLINA

“La identidad es una idea idílica”

Maderna, el hombre que se transformaba demasiado está basada en un texto breve incluido en Crónicas del Angel Gris. “El título supone el absurdo de naturalizar lo imposible, y ahí aparece el humor”, afirman el director y la compositora.

 Por Hilda Cabrera

Ciertos relatos breves resultan inspiradores, y de éstos existen admirables ejemplos en la literatura. Un cuento (o broma, para algunos) de siete palabras, cuentos sin final o los de “nunca acabar” son materia dócil para la imaginación, sobre todo cuando la realidad comienza a ceder frente al elemento fantástico y el misterio. Y algo de esto ha sucedido con el proyecto, hoy logrado, del actor, director y dramaturgo Luis Rivera López y la compositora, directora coral y autora Ana Kantemiroff, que acaban de llevar a escena una versión libre de Maderna, el hombre que se transformaba demasiado, un texto breve del escritor y músico Alejandro Dolina, incluido en su libro Crónicas del Angel Gris. Este trabajo, que los directores iniciaron en 2011 y estrenaron hace días en el Teatro La Ranchería (México 1152), no es –según señalan a Página/12– una comedia musical, ni una ópera, sino “fusión de teatro y música interpretada por un sexteto a la manera de un coro”. Kantemiroff, también profesora de canto y piano, con estudios de bioenergética en Nueva York y formación en psicodrama, es aquí la directora musical y Rivera López, el director escénico y adaptador. Este artista, varias veces premiado, es docente, publicó ensayos y dirige el Grupo Libertablas, con el que ha presentado numerosas obras, entre las últimas, La tremebunda tragedia de Macbeth, como intérprete y adaptador de esta versión que dirigió Sergio Rower.

Atrapados por el imaginario de Dolina y las fantásticas transmutaciones del doctor Ramón Maderna, elaboraron otra historia dentro de la original, partiendo de la evocación de un hombre que, siendo adolescente, “aprendió a convertirse en mariposa”, y después en otros seres y objetos hasta transmutarse en un jarrón de cristal. La continuidad de esos cambios y la consiguiente zozobra de quienes componían su entorno son expresados por el sexteto de actores-cantantes, intérpretes de la esposa y la hija, el amigo y un mozo del bar frecuentado por el ausente, un policía y una florista.

–¿Relacionan las transformaciones con la búsqueda de identidad o con el deseo de escapar y perder la que se cree tener?

Ana Kantemiroff: –Para no-sotros no es una huida. Este hombre siente curiosidad por ser otro y es entonces cuando empieza a transformarse. Se pregunta “quién soy, qué siento y qué quiero”... y al ver una mariposa, experimenta el deseo de saber qué siente esa mariposa. ¿Acaso debemos nacer y morir siendo siempre la misma persona? ¿Por qué ser igual desde el principio hasta el final?

–¿Lo ven como un gesto de rebeldía frente a la exigencia de ser coherente?

A. K.: –Ser coherente es, a veces, no apartarse de los estereotipos. El eclecticismo está en las personas, y en la obra, en los personajes y la música que va creando el coro con sus voces. Los intérpretes se transforman, como Maderna. Las voces pasan del blues al rap y del tango a otros géneros populares. En esos cambios se intenta saber cómo es ser otro, también en el género musical.

Luis Rivera López: –Como dice Ana, lo que impulsa esas transformaciones es la inquietud por saber. Lo mismo en nuestra profesión, donde transformarnos es buscar nuevos caminos. Nuestro destino, como directores del espectáculo, es la obra misma y su producción. En la obra, el protagonista piensa y se transforma de acuerdo con sus deseos, pero después esos cambios se le escapan. En el trayecto que va de la mariposa al jarrón de cristal (la supuesta última transmutación), este doctor tiene una vida hecha, y las razones de su inquietud están desarrolladas escénicamente.

–En todo caso, quien cuenta es un observador...

L. R. L.: –Sí, y cuenta de manera objetiva. No emite juicio moral, pero observa que las transformaciones son a veces involuntarias. Maderna parece no poder manejar sus capacidades, como les sucede a las personas.

–¿Qué fue lo que más les impactó del relato?

A. K.: –Lo que dice el título: “demasiado”. El deseo de transformar la realidad y la ficción no es nuevo. El dualismo es bastante común. Por ejemplo, el de los superhéroes. Otros elementos interesantes son el humor y la sensibilidad que, unidos a la música, resultan, para mí, imprescindibles, porque los arreglos vocales deben tener humor musical.

L. R. L.: –El título supone el absurdo de naturalizar lo imposible. Lo notable sigue siendo ese “demasiado” que algunos asocian al mimetismo, cuando, en rigor, todo en la obra es imposible. La naturalización de lo imposible hace que aparezca el humor absurdo. Eso es para mí lo notable. Ana tuvo la sensibilidad de crear en esa línea, dando a la obra sentido poético.

–¿Cada transformación supone una pérdida?

L. R. L.: –Trocar una cosa por otra es una posibilidad en el arte, la literatura y en los seres con capacidad camaleónica. En las personas es ser otro y no ser sólo yo. En el personaje Maderna, cada logro implica la pérdida de lo anterior. La melancolía es inevitable, porque no se puede ser dos al mismo tiempo. Esa imposibilidad de abarcar la omnipotencia hace que debamos elegir y soportar la pérdida. El uso que se le da a la identidad es el de ser fiel a uno mismo. Maderna encuentra su identidad en la capacidad de ser muchos. Ese es su apogeo y su desgracia.

–¿Qué es, entonces, la identidad?

L. R. L.: –Una idea abstracta e idílica. Por ser fiel a esa idea, uno se traiciona y acaba sin poder encontrarse a sí mismo. También nosotros atravesamos esa experiencia. Entre las virtudes de Dolina está la de ser un creador que abarca ideas de diferentes ramas del conocimiento. Sus textos poseen excelencia de contenido y de forma, por lo que cuenta y cómo lo cuenta. Tienen implicancias filosóficas, políticas...

–¿Esa apertura del texto favorece la comunicación con el público?

A. K.: –En esta historia, Maderna busca completarse en otros, y eso comunica. Trabajamos en conjunto, pero cada uno en su rubro, y esto también dentro del coro, donde no caben los egos, y el público lo nota.

L. R. L.: –La obra está hecha con el cuerpo y la voz, sin utilizar instrumentos musicales. Tampoco armamos el elenco pensando en las individualidades. Los dos conocemos el trabajo en grupo y sabemos que, aunque por momentos se convierta en un rompecabezas, al final somos uno.

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Imagen: Jorge Larrosa
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