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Domingo, 26 de abril de 2015

TEATRO › CRISTINA BANEGAS Y EL ESTRENO DE LOS CAMINOS DE FEDERICO

“El teatro es puro presente, un abismo amado y temido”

La actriz recuperó el espectáculo basado en la poesía de García Lorca que Alfredo Alcón estrenara casi treinta años atrás. “Es bueno que vuelvan a decirse estas ideas, estos discursos libertarios, republicanos, de tanta fuerza y contenido creativo”, afirma.

 Por Cecilia Hopkins

“Tengo una relación íntima con la palabra poética y fueron muchos los autores que me fueron encontrando, desde San Juan de la Cruz hasta nuestros amadísimos Juan Gelman y Leonidas Lamborghini”, dice la actriz, cantante y directora Cristina Banegas, quien estrenó Los caminos de Federico, bajo la dirección de Jorge Vitti. Se trata del mismo espectáculo que hace casi treinta años dio a conocer Alfredo Alcón conducido por el catalán Lluis Pasqual, montaje con el que realizó giras por todo el país, Latinoamérica y Europa. “Es un honor para mí resignificar la extraordinaria obra de Federico García Lorca”, admite la actriz en la entrevista con Página/12. De ancestros andaluces, con algún tiempo vivido en España y con una relación profunda con la poesía, Banegas se entusiasma cuando se refiere al trabajo que le demandó asumir este desafío, sus horas de estudio, y el haber escuchado los textos que deberá interpretar en la voz del propio Alcón y también en los registros de Margarita Xirgu, María Casares y Berta Singerman. En la medida en que se acercaba el día del estreno, según cuenta la actriz, el sueño comenzó a serle esquivo: “Me despertaba en medio de la noche y los textos me venían como mantras”, asegura. Los caminos... subió a escena el martes pasado (y repite los martes, a las 21, en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) realizará funciones hasta el 5 de mayo y, luego de presentarse en Rosario el 9 de mayo en la Plataforma Lavardén, y en Montevideo (los días 13 y 14 de mayo en la Sala Verdi), retomará el 2 de junio la temporada en el CCC.

La estructura del espectáculo está hecha de fragmentos de cartas y conferencias, poemas y algunos parlamentos teatrales. “Hay un registro coloquial y una mirada frontal al público en el momento de las cartas, notas periodísticas y conferencias y luego están los poemas –detalla la actriz–. No solamente los ‘hits’ de Lorca, sino los de sus libros Poeta en Nueva York y Sonetos del amor oscuro, que tocan el tema de la homosexualidad.” Entre los poemas más conocidos, se encuentran el “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías” y “Romance sonámbulo”, aquel de “verde que te quiero verde”. Según Banegas, el espectáculo –que originalmente duraba una hora y media– no debía traspasar los sesenta minutos, por lo que decidió quitar algunos de los textos. No obstante, dado que Los caminos... fue escrito especialmente para ser interpretado por Alcón, la actriz creyó oportuno agregar algunos fragmentos con voz femenina. Así, de Doña Rosita la soltera sumó las reflexiones del Ama de la protagonista referidas al propio sufrimiento frente al infortunio de Rosita, además de un parlamento de Yerma. Otro aporte es de orden musical: “Me pareció que debían estar presentes al menos tres de las canciones populares que Federico recopiló, que yo a canturreo a capella”, dice la actriz. Son unos pocos versos de “Anda”, “Jaleo”, “El lagarto está llorando” y “Tres morillas de Jaén”.

Banegas tiene una especial predilección por las puestas teatrales con textos poéticos. Tanto es así que en 1984 eligió para su primer trabajo de dirección el poema “Mater”, de Vicente Zito Lema. La actriz recuerda el espectáculo interpretado por Zulema Katz en el desaparecido Teatro Olimpia: “Con música contemporánea en vivo, aquel homenaje a las Madres fue un lujo, además de un acto político en sí mismo, sobre el fondo del Juicio a las Juntas”. Años después, fragmentos de ese mismo montaje fueron dichos durante la Marcha de la Resistencia que recibió el milenio en Plaza de Mayo. Después vinieron, entre otros, Salarios del impío, sobre textos de Juan Gelman, ya con Banegas como intérprete, conducida por la bailarina y coreógrafa Iris Scaccheri; País que fue será, también de Gelman; y la recordada Eva Perón en la hoguera, de Leonidas Lamborghini, con dirección de la misma Scaccheri. En muchas otras oportunidades, Banegas integró canto y poesía para dar forma a otras performances. “Todas fueron experiencias muy diferentes, con distintos formatos de enunciado”, describe la actriz.

–¿Cuáles fueron sus primeros contactos con la poesía?

–Escribo desde los diez años y lo primero fue un soneto que se llamaba “Tristeza”, me acuerdo. Mi papá era muy lector, así que me regalaba libros. Fue entonces cuando leí a Lorca por primera vez. Después no paré nunca con la poesía: muchos textos me fueron encontrando, aunque tengo una persistente predilección por Gelman, de quien tuve el privilegio de ser su amiga. Por otra parte, soy una candidata firme en las presentaciones de libros de poetas amigos...

–¿Es la primera vez que trabaja con Vitti?

–No, con Jorge ya habíamos trabajado en la puesta de El amor, de Daniel Guebel y Sergio Bizzio. El tiene una mirada muy lúcida sobre el pasaje de la poesía al espacio. Previamente al inicio de los ensayos hicimos una puesta al día del material del espectáculo para que dure menos tiempo.

–Son muchos textos. ¿Cómo hace para recordarlos?

–Cuando hice Molly Bloom tenía un atril porque tenía que trabajar a velocidad y eso hubiese sido imposible de hacer sin leer el texto. Acá no existe esa posibilidad. Así que los fui estudiando durante tres horas diarias, con coach. Me despertaba en medio de la noche y los textos me venían como mantras.

–También es interesante la puesta visual de Los caminos...

–Hay una cámara negra, un diseño de iluminación muy cuidado de Gonzalo Córdova y solamente un banco en el escenario, un banco-escultura diseñado por Ricardo Paz: una loncha de tronco, de forma arriñonada. Allí me acuesto, me siento, de allí voy al piso; es decir, habito el espacio.

–¿Suele ponerse nerviosa ante un estreno?

–Soy tímida y muy miedosa, pero siempre me gustó el vértigo del escenario. Así que calavera no chilla. Estoy contenta porque es bueno que vuelvan a decirse estas ideas, estos discursos libertarios, republicanos de tanta fuerza y contenido creativo.

–¿Cuál de todos los textos de Los caminos... resuena más en usted?

–Hay uno que aprendí de memoria a los 20 años, cuando detecté que la emoción hacía que yo perdiese la voz. Era una pesadilla, porque nadie me oía. Augusto Fernandes, con quien estudiaba en ese momento, me mandó a trabajar la voz. Mi profesora entonces me pidió que eligiera un texto que me emocionara mucho, para trabajar con él. Así que ese texto, que es el final del monólogo de Doña Rosita, no tuve que estudiarlo.

–¿Cómo trabaja hoy con la emoción?

–Después de tantos años, aprendí a administrarla. Cuando atraviesa al actor, la emoción tiñe y lubrica el discurso, vivifica las imágenes, apela al corazón del otro. Pero a la emoción no hay que buscarla. Tampoco puede actuarse.

–En “Juego y teoría del duende”, también incluido en Los caminos..., Lorca hablaba acerca de una cualidad que hace especial a un artista. ¿Cree que el duende tiene que ver con la posibilidad de emocionar?

–El duende pasa por una experiencia de éxtasis. Cuando aparecen correntadas de imágenes circulando es cuando se está en algo cercano al trance. A veces sucede y entonces es como surfear sobre el texto. Cuando no, hay que remar y remar. Eso es lo extraordinario que tiene el teatro, ser puro presente, un abismo amado y temido. Tal vez cada vez más temido, a pesar de mis 48 años de carrera pugilística (risas).

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“Cuando atraviesa al actor, la emoción tiñe y lubrica el discurso, vivifica las imágenes, apela al corazón.”
Imagen: Arnaldo Pampillón
 
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