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Jueves, 26 de octubre de 2006

TEATRO › “DEMOCRACIA”, DE MICHAEL FRAYN

Urgencias de una era convulsionada

La obra dirigida por Hugo Urquijo remite a la Alemania de Willy Brandt, en los ’70.

 Por Hilda Cabrera

El dramaturgo londinense Michael Frayn examina un episodio político crucial de la posguerra europea cediendo protagonismo a quien fuera canciller de Alemania Federal entre 1969 y 1974. El personaje central es Willy Brandt (1913-1992), mentor de la Ostpolitik, la política de diálogo y apertura con los países socialistas. Sobre aquella experiencia, el autor –también periodista y reconocido traductor del ruso y de las obras de su admirado Anton Chéjov– preserva la función del político, a pesar del escándalo que, entre otros motivos, acabó con su gobierno: la torpeza de un entorno que dejó filtrar a un espía de la RDA (República Democrática Alemana), Günter Guillaume, y la de aceptarlo como asesor personal de Brandt. Esta circunstancia, explotada al máximo por los enemigos del canciller, precipitó su renuncia en 1974. En este retrato de una situación erosionada por intereses políticos y económicos, Frayn destaca la importancia de apoyar un sistema, más allá de sus falencias. Entre otras, ser permeable al fraude y a las alianzas más nefastas. Nada nuevo en este aspecto: se sabe que la tarea del político es siempre incompleta y que los conflictos de gobierno se dirimen entre pícaros.

El cambio sin ira no es posible cuando los interesados se congelan en ideologías contrarias, como las que entonces enfrentaban a las dos Alemanias (la RDA y la RFA, la Federal). Asunto sobre el cual no se insiste en Democracia, pues Frayn ha optado por la elusión en algunos temas. Se detiene en cambio con gusto en la cotidianidad de un mundo regido por varones. De ahí las bromas referidas a la conquista de mujeres, las menciones a la afición de Brandt por el vino tinto y los chistes respecto de países que empaquetan libertades. Estas chanzas no asombran en políticos que decidieron no cerrar bocas pero sí integrar alianzas. En todo caso, esas bromas ayudan a limar las asperezas que en la posguerra dejaron la opresión y el terror vividos.

La personalidad real del canciller socialista (premiado con el Nobel de la Paz en 1971) favorece a Frayn. Le permite crear personajes duales, el mismo Brandt y el espía Guillaume, que descubre y asume sus ambigüedades, y reflexiona sobre ellas de modo simpático. Quizás porque el sistema en el que se ha insertado no condena las tentaciones. Estas adquieren sentido de prueba y no de flaqueza. Un significado afín al que pregona el Evangelio. Pero la historia –se dice– impone obligaciones, increpa y, si no enseña, permite al menos entender las demandas de cada época. Brandt parece haber reconocido entonces la necesidad del diálogo con el Este. Su empeño produjo escoriaciones, y no solamente en los enemigos del Partido Demócrata Cristiano. Exiliado durante el nazismo en Noruega y Suecia, escribió en contra de la Alemania del Tercer Reich; su partido (el Social Demócrata) se alió con los liberales para triunfar y fue alcalde de Berlín cuando se inició la construcción del Muro, en 1961. Protestó, e incluso convocó a una manifestación el 16 de agosto de ese año, pero no pudo impedir que se levantara lo que tiempo después fue símbolo de la Guerra Fría. Su campaña de fines de la década del ’60 resultó exitosa. En ese periplo lo acompañaron famosos, como Günter Grass, que rescató la experiencia en Diario de un caracol, de 1974.

Estrenada en Londres, en 2003, Democracia no es –a pesar del episodio que narra– testimonio de teatro-documento. Tampoco lo era otra pieza de Frayn, la convocante Copenhague, de 1998, que dirigió Carlos Gandolfo, también en el Teatro San Martín. En esta puesta de Hugo Urquijo, las escenas van conformando un collage con discontinuidades de espacio y tiempo. La obra no aporta nuevos datos sobre aquel episodio, reflejado aquí con refinamiento e ironías características de los ámbitos literarios progresistas. Frayn resume toda la historia en las primeras secuencias y lo que sigue es reiteración, incluido el espionaje mismo. ¿Qué es lo que atrae entonces en Democracia? En principio, la cuidada traslación de Urquijo, las creativas composiciones del elenco y la puesta en primer plano de las urgencias de una época que arrastraba crueldades. Obras como ésta generan innumerables preguntas. Entre otras, si la historia realmente enseña y si es una insensata veleidad suponer que un hecho artístico puede llegar a sacudir la conciencia adormecida.

8-DEMOCRACIA

De Michael Frayn

Intérpretes: Rodolfo Bebán, Alberto Segado, Horacio Peña, José María López, Luis Campos, Carlos Kaspar, Tony Lestingi, Gabriel Fernández, Carlos Weber y Ricardo Díaz Mourelle.

Escenografía: Alberto Negrín.

Luces: Jorge Pastorino.

Vestuario: Marta Albertinazzi.

Traducción, versión y dirección: Hugo Urquijo.

Lugar: Sala Casacuberta del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530.

Funciones: De miércoles a domingo, a las 20:30. Duración: 120 minutos.

Localidades: 15 pesos; los días miércoles, 8 pesos.

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Democracia va de miércoles a domingo en el San Martín.
 
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