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Sábado, 1 de septiembre de 2012

CHICOS › MOC Y POC SEGUN EL GRUPO DE TITIRITEROS DEL TEATRO SAN MARTIN

Muñecos en la frontera del absurdo

 Por Emilia Erbetta

Las duplas humorísticas funcionan: desde el Gordo y el Flaco hasta Ren y Stimpy o Pinky y Cerebro, es más fácil hacer reír cuando se va de a dos. Eso ya lo sabía y lo reafirmó Román Lamas cuando empezó a trabajar con Moc y Poc, los personajes de Luis Pescetti que protagonizan el último espectáculo del Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín, que se estrenó en 2010 y ahora se repuso en el Teatro de La Ribera. “Moc y Poc hablan y se cuestionan todo lo que se les enfrenta. Desde un lugar muy liberado de prejuicios, como si fueran preguntas de chicos, se potencian y empiezan a tener un intercambio desopilante de ideas”, explica Lamas, quien, como director, desde el principio supo que los diálogos entre esos dos amigos de los que no se sabe mucho más además de lo que dicen, tenían que ser el centro de atención. Por eso, sumado al retablo tradicional, con telón y los titiriteros casi invisibles, eligió la técnica de los títeres de boca (como los Muppets), para que el espectador se focalice en un texto que continuamente está tensando el sentido común y la lógica, jugueteando con las palabras y las frases para darles significados nuevos, ridículos y absurdos.

Moc y Poc son amigos, eso es lo único que se sabe de ellos. Si son viejos, si son jóvenes, gordos, flacos, o si tienen un oficio, todo eso es un misterio. Por eso, llevarlos del libro al retablo necesitó de ciertas arbitrariedades, y así fue como el canoso Moc se parece al titiritero que lo manipula y Poc recuerda al mismo Lamas, que reconoce que hay mucho de la técnica del clown en la manera en que se mueven los títeres y que para pensar la obra también jugó su admiración por Les Luthiers y Monty Python. “Yo desmenucé el texto. Cuando uno hace algo y se divierte, hay un alto porcentaje de que el otro también lo haga”, asegura. Los homenajes no se agotaron ahí. Para la pantomima final volvió a ver Candilejas, porque ya en el libro la escena le recordaba a la escena de Charlie Chaplin y Buster Keaton que cierra la película.

Historias de los señores Moc y Poc se publicó en 1997 y cuando Lamas tuvo un ejemplar entendió que el absurdo de los diálogos tenía mucho que ver con la búsqueda estética del Grupo de Titiriteros del que forma parte. “Yo quería un teatro de títeres otra vez en escena, quería que los chicos entraran en la convención bien plena y pura, volver a lo que hicieron mis maestros, abordar la técnica desde ese lugar y ser muy original a partir de lo que propone el texto, dándole un giro en la interpretación”, explica Lamas, que admite que de tanto trabajar con los personajes se empezó a mocopear, lo que define como “entrar en un grado de percepción surrealista”. “Incluso alguien me dijo que esto era Ionesco para chicos, un absurdo llevado al máximo con una técnica que los favorece muchísimo.”

Moc y Poc meditan, hablan por teléfono con la Mona Lisa, dan instrucciones en la calle, navegan: todo lo hacen charlando, discutiendo, llevándose la contra y tomándose el pelo. El humor físico, porque ellos también se tropiezan o salen volando, está acompasado con el humor de los diálogos, no hay huecos entre uno y otro. Por eso Lamas asegura que, para divertirse, “el espectador adulto tiene que estar con una percepción muy abierta, como están los chicos. Porque hay palabras que a ellos se les escapan, pero hay otras que no: el absurdo que generan Moc y Poc es como jugar con un chico”.

* Funciones: Sábados y domingos a las 15.30 en el Teatro de la Ribera, Pedro de Mendoza 1821. Entradas a 20 y 25 pesos.

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