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Domingo, 13 de marzo de 2016

CHICOS › LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL EN BASE AL BICENTENARIO

Para leer en las aulas o donde los chicos tengan ganas

Los doscientos años de la Declaración de la Independencia generan novelas y cuentos que parten de la efeméride para proponer historias de ficción, con el ejemplo del Bicentenario de la Revolución de Mayo como antecedente de éxito de ventas.

 Por Karina Micheletto

Un Bicentenario histórico sobresale entre las fiestas patrias de este año, y también entre las efemérides que en la escuela aparecen resaltadas en rojo. Este 9 de julio se cumplirán doscientos años de la declaración de la independencia y eso trajo mucho trabajo en las editoriales: los sellos que editan literatura infantil y juvenil se prepararon para la fecha patria con una cantidad de ediciones especialmente pensadas para acompañar la efeméride. Libros que parten del tema o la fecha histórica para proponer leer literatura. La sección Chicos relevó las abundantes ediciones que aparecen como novedades de las principales editoriales. Y preguntó a escritores y editores: ¿qué pasa con la novela histórica cuando está dirigida a chicos y jóvenes? ¿Tiene aceptación fuera del aula?

La novela de aventuras, en su mayoría protagonizada por niños de una edad similar a la de los potenciales lectores, es la que ocupa la mayor cantidad de títulos entre estas ediciones. De diferentes formas y con distintos estilos, estos textos logran instalar esa empatía necesaria para “bajar” la efeméride acartonada y ponerla en relación con el contexto histórico y social de la época, con los detalles de la vida cotidiana de aquel entonces, con los usos y costumbres. Muchas cosas diferencian a esos chicos imaginarios que protagonizan las historias de los chicos que hoy leen sus aventuras. Pero en muchas otras no son tan diferentes: en todos los tiempos fueron y son curiosos, traviesos, incansables, poseen una amplia variedad de recursos para meterse en líos, y así y todo resultan encantadores.

Un Misterio en Tucumán es lo que imaginó Liliana Cinetto en una novela editada por Alfaguara, que a poco de publicada, dice la autora, “tuvo un éxito que ni yo me lo creo”. Aquí los protagonistas son dos chicos de 1816: el hijo del gobernador de Tucumán, José Ignacio, y su amigo Gregorio. “Esta es mi primera novela histórica: había escrito los Ambrosios, que son cuentos de perros ambientados en distintas épocas: Ambrosio en la prehistoria, Ambrosio entre los vikingos, Ambrosio en el Antiguo Egipto... Pero ahí, si bien había investigado el contexto histórico, podía manejarme con más libertad. Acá había personajes reales, fechas ciertas, hechos de los que no podía salirme –compara Cinetto–. Por eso, me documenté mucho. Antes de empezar a escribir una palabra, me dediqué a investigar sobre el hecho histórico, sobre el momento político, las costumbres de la época”. Las fuentes, cuenta, fueron varias y variadas: libros de historias, biografía, cartas, planos de Tucumán de hace dos siglos, y hasta datos geográficos y climáticos de la región en la época. “Con todos esos elementos pude construir el contexto en el que iba a desarrollar mi novela. Ese era mi límite. Dentro de ese límite, podía inventar todo”.

¿Y qué posibilidades tiene una novela de este tipo, por fuera del espacio del aula? “Las mismas”, asegura Cinetto. “Esto es una novela: es literatura. Lo histórico es el soporte de la historia, pero no puede pesar más que esa historia. Si no, se convierte en un material didáctico. Y yo no quiero enseñar nada. Lo que quiero es escribir una novela, lo mejor posible, y que a los chicos les den ganas de leerla”, concluye.

Independencia con misterio

Con El fantasma de Francisca, Mario Méndez suma a la aventura un toque de misterio con una protagonista diferente: ese fantasma que presenta el título. Que no es ni más ni menos que el de la propietaria de la archimentada casita de Tucumán, doña Francisca Bazán de Laguna. Breve y contundente, la novela sugerida para chicos de unos 9 años en adelante (una de las novedades que presenta la reconocida colección Barco de Vapor de SM) avanza presentando a un personaje por capítulo, desde antes y hasta después de aquellos históricos sucesos de 1816.

Para escribirla, cuenta el autor de El genio de la cartuchera, tuvo que documentarse mucho. “Conocía la historia de Francisca, recordaba vagamente que ella había prestado la casa para sede del Congreso. Después, investigando, descubrí que había sido un alquiler. A partir de la idea de que fuera su fantasma el que contara la historia, me fui documentando”, explica. “Estudié su biografía así como todos los cambios que tuvo la casa: desde que la construyeron como la dote de casamiento de Francisca, hasta que la reconstruyeron, pasando por una casi total demolición que tuvo. Me gusta investigar, aunque no soy un obsesivo: tomo libremente la historia como una base, y después creo, invento, juego”.

Méndez evalúa que la novela histórica tiene “enormes posibilidades” con los chicos y jóvenes, “sobre todo en la primaria y secundaria”. Y trae el ejemplo de las ediciones de 2010, para el anterior bicentenario histórico: “Hubo varias colecciones de novela, cuento y teatro referidas al 25 de mayo, que circularon enormemente. Algunos se convirtieron en saga: El secreto del tanque de agua, de María Inés Falconi, o Diario de un viaje imposible, de Laragione y Shua”, ejemplifica. “No sé si fuera del aula circulan tanto; tal vez no sean primera opción de la mayoría de los chicos y adolescentes lectores, pero es cuestión de gustos –opina–. A mí, que de chico me compraban la Vida de Juan Manuel de Rosas en fascículos, que leía los manuales de Astolfi o de Ibáñez como si fueran literatura, y que me encantaban las historietas de Robin Wood referidas a la historia (Gilgamesh, Nippur, Chindits), me hubiera encantado leer novela histórica, sin que me lo mandaran en el colegio”.

Del libro a la saga y del diario a la pantalla

Los libros que pone Méndez como ejemplo son parte de un proyecto que Santillana inició en 2010, todavía bajo el sello de Alfaguara Infantil, y que llega hasta 2016 –ya con la recientemente creada marca Loqueleo– para celebrar el bicentenario de todo el proceso histórico, de la Revolución de Mayo a la independencia. En el primer El secreto del tanque de agua, de Falconi, dos chicos actuales caen en un tanque de agua que resulta ser un pasadizo directo para viajar por el tiempo. Aparecen flotando en un aljibe: el de la casa de Nicolás Rodríguez Peña, en 1810. Tras aquella primera exitosa caída, Lucas y Rocío siguieron viajando por el tiempo: en París ida y vuelta conocieron a San Martín y a su familia y terminaron en la batalla de San Lorenzo. Y ahora, un tercer viaje los lleva directo a aquellos tiempos en que Tucumán era una fiesta.

Lo mismo ocurrió con la saga de Lucía Laragione y Ana María Shua: comenzó con el viaje de Emanuel por 1810 y el registro en su Diario de un viaje imposible. Siguió por 1813 con Diario de un amor a destiempo, y ahora continúa con Emanuel y Margarita. Un viaje inesperado, por 1816. Otros dos libros completan las novedades de Loqueleo relativas a este Bicentenario: Aquel baile del 10 de julio de 1816, de Ricardo Lesser –para lectores un poco más grandes, a partir de unos 12 años– y La moneda maravillosa, de Silvia Schujer, una encantadora, divertida, poética y rimada historia protagonizada por Benigno y Sereno, dos chicos que son todo lo contrario a lo que sus nombres indican, y que viven en un rancho cercano a Tucumán, en 1816.

“De los libros editados para el bicentenario de 1810, vendimos a lo largo de cinco años más de 300 mil ejemplares”, destaca María Fernanda Maquieira, gerenta de Loqueleo Santillana. “Significa que para nosotros no es una movida esporádica ni oportunismo a partir de una efeméride: los libros son buenos, gustan, se leen y se siguen leyendo. No sólo en la escuela, sino por propio impulso y deseo. Son libros que se sostienen en el tiempo y forman parte del catálogo vivo de nuestra editorial”, advierte.

Además de esas cuatro novedades del catálogo de Loqueleo, Santillana viene desarrollando una apuesta fuerte: un proyecto integral que suma propuestas como Mi cuaderno del Bicentenario de la Independencia, para el segundo ciclo de la escuela primaria, y El Independiente, un diario que tiene versiones papel y digital, y un libromedia o libro digital. Con gran despliegue de infografías, imágenes y videos, líneas de tiempo interactivas, y organizado en las secciones típicas de los periódicos (Política, Sociedad, Cultura, etc.), el diario digital ya está disponible en www.bicentenariosantillana.com. “Se actualiza mensualmente y va a permitir la participación de los lectores en las secciones asociadas a experiencias y lecturas”, adelanta Nilda Palacios, gerenta de Desarrollos Multimedia del grupo. Desde el punto de vista del contenido, pero también del marketing, la fecha fue trabajada con toda la atención que reclama: “Todos estos materiales se complementarán con un conjunto de acciones que desarrollará nuestro equipo comercial y de asesoría pedagógica, desde obsequios conmemorativos para los docentes, hasta la realización de talleres”, agrega Mónica Pavicich, gerenta editorial de Santillana.

La editorial Edelvives es otra que ha pensado diferentes soportes para encarar el tema. Entre sus novedades, la historia está abordada con un original guión cinematográfico de la guionista y novelista Laura Avila, Moreno, dirigido a lectores jóvenes. Sobre el tema específico del bicentenario de la independencia, un diario en papel de distribución gratuita, también escrito por Avila, va contando de manera muy ágil los diferentes sucesos, con detalles históricos jugosos, desde la previa hasta la solicitud del Congreso de editar el Acta de la Independencia en quichua y aymara.

Del aula a todas partes

Otro de los sellos que apunta fuertemente a las escuelas es Norma –recientemente absorbido por el grupo español Prisa, propietario también de Santillana–. Desde esta editorial también se han planteado un trabajo integral de largo plazo, que comenzó con una colección narrativa histórica para el bicentenario de la revolución. Reediciones de esos mismos libros (ver aparte) vuelven a ofrecerse en este nuevo Bicentenario. La novedad es La historia se hace ficción, un trabajo propuesto “para pensar las efemérides en el aula”, con cuentos de destacados autores.

Así, Liliana Bodoc piensa el 24 de marzo a partir de la prohibición de un libro de Elsa Bornemann, Federico Lorenz arma una historia sobre la llegada de los combatientes de Malvinas a Puerto Madryn, Mario Méndez escribe “Una historia de amor revolucionario”, entre otros cuentos. Ana María Shua es la que sitúa su historia en la Independencia, más precisamente, en lo que sucedió aquella noche de la declaración. “Nos gustaba mucho la idea de introducir esas temáticas a través de un texto de ficción, como un modo de enmarcar la época, el clima, los personajes, todo lo que los chicos puedan poner en relación a partir de una efeméride”, cuenta la editora Laura Leibiker, quien junto al escritor e historiador Federico Lorenz –actual director del Museo Malvinas– pensó este libro. “Trabajamos mucho tiempo y debatimos mucho con los autores. Les dimos distintos documentos históricos para que ellos tengan puntos de partida para la escritura. La idea es que, a su vez, estos textos de ficción funcionen como disparadores que hagan que los chicos quieran conocer más sobre esas fechas”, dice Leibiker. Tras este primer tomo, ya se prepara otro con autores como Paula Bombara, Oche Califa y Franco Vaccarini, con la misma idea: “mirar la historia desde un lugar que pueda resultar interesante para los chicos”, según define la editora.

Explícitamente pensado para el aula, ¿puede un libro de estas características convocar a un lector por fuera de este espacio? “Apostamos a eso –afirma Leibiker–. No queremos un libro de corto plazo, un libro para este año: revisamos la historia, pero desde un punto de vista literario. Y cuando los textos literarios son de calidad, trascienden. Estamos muy impactados por el modo en que se está recibiendo en las escuelas, eso nos habla de que se necesita más material que el que ofrecen los libros de texto. Pero cuando hacemos el libro, pensamos en el lector: el que lo lee en la escuela, el que lo lee en la casa. Nos da igual dónde lean. Lo que buscamos son lectores”.

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Los textos logran “bajar” la efeméride acartonada y ponerla en relación con el contexto histórico y social de la época.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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