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Domingo, 13 de marzo de 2016

MUSICA › LILA DOWNS DIO UN CONCIERTO QUE SUPO COMBINAR LA FIESTA Y EL ESPíRITU COMBATIVO

Canciones que despiertan las emociones

A pocos meses de sus dos funciones repletas en el Gran Rex, la artista mexicana volvió al mismo escenario para descerrajar otra andanada de músicas que recorren tanto los colores de los pueblos indígenas como la difícil situación actual de su país.

 Por Karina Micheletto

La originalidad y la fuerza del modo propio que encontró la mexicana Lila Downs a partir de la música de raíz de su país, volvió a rendir frutos el viernes ante un Gran Rex repleto, en lo que fue una suerte de tercera función agregada, con algunos meses en el medio. Es que la música, compositora, productora, actriz y antropóloga había estado en este mismo lugar, y con este mismo concierto, en agosto pasado, con dos funciones de entradas agotadas. En esta continuación de su Balas y chocolate tour (que también tuvo funciones en Córdoba y en Salta), la artista volvió a proponer un show que tiene su mayor sostén en un encanto arrollador en escena. Y a ratificar su absoluta llegada a un público local, que terminó viviendo el concierto como toda una catarsis colectiva.

Un poderoso combo hecho de ritmos varios, versiones de canciones tradicionales y otras de autoría de Downs y su marido Paul Cohen –saxofonista y director musical de la banda–, cuestiones sociales en las letras –de género, de pertenencia indígena, mexicana y latinoamericana–, un corte festivo y bailable en la mayoría de las canciones, hicieron que la propuesta de Lila Downs se abriese al mundo con marca propia. En discos anteriores, sumando el atractivo de cantar en español, en inglés y en idiomas como mixteco, zapoteco, maya, purépecha y náhuatl. El impulso está fundado también en una voz capaz de todo juego, llena de matices y colores, y en el vivo, por esa manera en que esta mujerota del Estado de Oaxaca impone su presencia a cada paso, encantadora y contundente a la vez, una forma de plantarse que es ya, de por sí, toda una reivindicación. Ataviada con las más diversas galas de la tradición de su país, subrayados sus rasgos indígenas en su estilo –Downs es hija de una cantante mixteca y de un profesor de cine de Minnesota, y el programa de mano recuerda este dato de presentación– Downs parece decir con sólo pisar el escenario: aquí estoy, ésta soy yo.

“Yo no quiero llantos, yo no quiero penas, no quiero tristezas... lo único que quiero es que canten canciones, que sea una gran fiesta la muerte de un pobre” canta el muy tradicional corrido con el que la mexicana abre su concierto, “La cruz de madera”. En cuanto hace su entrada la anfitriona, la fiesta se desata. El público vino predispuesto, y la populosa banda, que tiene que sortear problemas de sonido que se van ajustando al promediar el concierto, trae yeites varios que suman al espectáculo. Downs encuentra sus mejores momentos cuando trae a su estilo ese encanto de la música y la cultura mexicana, como esa manera incomprensible por estos pagos de codearse con la muerte, reírse y hasta festejarla, como invita el tema de apertura. Hay otros que traen esa imagen de las catrinas mexicanas, esas calaveras que simbolizan el ritual mexicano de los muertos. La muy festiva “Son de difuntos”, que cierra el show antes de los bises, por ejemplo.

“Estamos orgullosos de que sobrevivan nuestros idiomas originarios”, dice la cantante, y presenta al poeta zapoteco Andrés Henestrosa –también de Oaxaca– en “La martiniana”, un célebre son tradicional mexicano: “No me llores no, porque si lloras yo peno... En cambio, si tú me cantas, yo siempre vivo y nunca muero”. Con “Balas y chocolate”, que da nombre al último disco, celebra al cacao, “orgullo de la nación”; celebra a su Oaxaca, a Tabasco, a Chiapas. Con “Cucurrucucú paloma” y “Piensa en mí” trae a su terreno perlas de otros orígenes –con menos para sumar en el caso del bolero de Agustín Lara–. Con la tradicional “La iguana”, hay fiesta de zapateos y bailes ancestrales.

Con “Humito de copal” (así se llama la resina que se quema en el Día de los Muertos), y a ritmo de cumbia, abre la denuncia social, desde un México en el que hoy desaparecen periodistas. “Dedicada a todas las compañeras y hermanos periodistas en la línea del fuego”, arranca el tema, de su autoría. “Soy la voz del que desapareció, soy la mujer que por su vida peleó, soy la estudiante que cambia la regla, soy la normalista que se manifiesta”, rapea, a lo Calle 13. En “La patria madrina” (que en el disco grabó con el colombiano Juanes) vuelven a aparecer los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa: “¡Vivos se los llevaron y vivos los queremos!”, grita la canción. Y llega la arenga: “¿Cuáles son los ideales de los latinoamericanos? ¡Mis hermanitos! El sueño de Simón Bolívar, José Martí, Vicente Guerrero...”.

Entonces, en esa canción, se produce la primera disrupción de un público tan fanático de Lila Downs como, se descubrió, ávido de poner en contexto toda esa carga social que la mexicana vino a cantar. “Ustedes saben que en México estamos con algunos líos...”, introduce esa canción. Basta que tire la idea para que la respuesta llegue fuerte: “¡Acá también”. Y para habilitar el canto que va creciendo: “Vamos a volver”. Y también: “Patria sí, buitres no”. Primero cantos sueltos, desde algunos sectores de las plateas y otros de las bandejas de arriba. Luego más compactos, mientras se pide los bises –que llegaron, emocionantes y emocionados, con temas como “Zapata se queda” y la lapidaria “Paloma negra”–. Y ya en la salida, tal vez envalentonada por el brillante concierto que acababan de compartir, con una multitud que corea mientras se celebra también a sí misma. “Vamos a volver”. “Patria sí, colonia no”, canta durante un buen rato una compacta cantidad de gente en el hall del Gran Rex, mientras otros se apuran a salir con cara de asombro, o de reprobación contenida. Toda una catarsis colectiva, habilitada por la música. Cuidado: nadie sabe lo que pueden provocar las canciones.

8 - BALAS Y CHOCOLATE TOUR.

Concierto de Lila Downs.

Músicos: Paul Cohen, saxo tenor y dirección musical; Angel Chacón, guitarra; Luis Guzmán, bajo; George Saenz Jr., trombón y acordeón; Yayo Serka, batería; Leo Soqui, acordeón, teclados y jarana; Nacho Alvarez, percusión.

Lugar: teatro Gran Rex.

Fecha: viernes 11 de marzo.

Público: 3300 personas.

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“No quiero llantos, no quiero penas, no quiero tristezas... lo único que quiero es que canten canciones”, dijo Lila.
Imagen: Joaquín Salguero
 
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