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Jueves, 19 de noviembre de 2009

DANZA › NUEVOS ESPECTáCULOS DE OSCAR ARAIZ Y MAURICIO WAINROT

El presente de dos históricos

El Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín puso en escena Escrito en el aire, de Araiz, y Voces del silencio, de Wainrot. En ambos se notan las marcas registradas de los creadores, pero eso demuestra que sus lenguajes están vivos.

 Por Alina Mazzaferro

En el mundo, las compañías oficiales de danza contemporánea se encuentran tironeadas entre dos deberes, que implican concepciones diferentes de lo que debe ser una compañía de este tipo: por un lado, el de ser protagonista de los cambios, dando lugar a las creaciones de nuevos coreógrafos y entendiendo la danza contemporánea como un lenguaje vivo y en permanente evolución; por el otro, el de conservar un repertorio de obras y estilos, porque el género, después de un siglo, ya tiene una tradición. El último programa del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, que estrenó el viernes pasado, mostró una inclinación en este segundo sentido, poniendo en escena dos estilos bien reconocibles, de dos grandes nombres que formaron parte de la historia de esa compañía: Oscar Araiz y Mauricio Wainrot. Araiz fue el creador del primer grupo de danza del San Martín en 1968; Wainrot es el director desde hace una década (también fue miembro de ese primer elenco organizado por Araiz y responsable del Ballet por primera vez entre 1982 y 1985). Es decir, se trata de dos máximos exponentes de la danza local, que han dejado su huella en la historia del contemporáneo, que han desarrollado claros estilos personales. Sin embargo, sus obras no son piezas de museo, sino todo lo contrario. Por eso, esta vez, la premisa fue que ambos crearan trabajos nuevos especialmente para la ocasión, con el objetivo de mostrar que sendos lenguajes, aunque estructurados en el pasado, están bien vivos.

Araiz tiene sus mañas y obsesiones. Las melodías vertiginosas, que no están sujetas a las normas de la tonalidad y coquetean con el silencio. Los vestuarios de Renata Schussheim. El drama, que tiñe con su color a los movimientos. En Escrito en el aire todo eso está presente. El Concerto Gro- sso Nº 1 del ruso Alfred Schnittke, compuesto sobre un piano al que se le insertaron diferentes objetos entre sus cuerdas para producir variaciones en el timbre de los sonidos, es el fondo perfecto para los movimientos que llevan la firma de Araiz. También Wainrot tiene sus motivos recurrentes, reconocibles en Voces del silencio: los dúos de varones, de suma virilidad, dinamismo y cada vez más acrobáticos; los brazos largos que se mueven como hélices; las series sumamente difíciles y complejas, plagadas de movimiento; los cuadros repletos de bailarines danzando al unísono; las melodías armónicas, con momentos de mucho lirismo. Wainrot prefiere las obras abstractas, muchas veces alegres, festivas, aunque en Voces... optó por narrar el drama de un joven que se debate entre la hetero y la homosexualidad, sobre un fondo musical casi cinematográfico del compositor letón Peteris Vasks. En realidad, lo más curioso y sumamente inusual de esta pieza fue el punto de partida que eligió el coreógrafo para darle forma: los bellísimos trajes otoñales y la escenografía minimalista creados por Carlos Gallardo para otras producciones no concretadas, que Wainrot recuperó para rendir homenaje al fallecido escenógrafo.

Pero más allá de las diferencias evidentes, la reunión de Araiz y Wainrot en un mismo programa puso de manifiesto que sus respectivos lenguajes tienen elementos comunes, indicios de la época en que ambos se formaron y comenzaron a crear en danza contemporánea. La belleza de las formas largas, el lirismo, los pasos importados del ballet, por ejemplo. También la utilización de muchos bailarines para una obra, algo que cada vez se ve menos en la danza contemporánea debido a las condiciones de producción de los coreógrafos independientes. Son esos números llamativos, impresionantes, mágicos, en los que una docena de parejas realiza complejos trucos y levantadas al unísono. Además, la dificultad técnica, siempre desafiante para los bailarines, es aquello por lo que estos estilos y lenguajes son tan apreciados y disfrutados por el público del ballet del TGSM, a pesar del paso del tiempo. Y, por supuesto, todo esto es posible porque, si bien algunos intérpretes sobresalen entre los demás en roles protagónicos –como Sol Rourich, Lucio Rodríguez Vidal y Laura Higa–, la compañía entera se ve sólida, homogénea, compacta, dúctil para asimilar las diversas formas del contemporáneo pero siempre dejando entrever una severa formación clásica. Cuerpos perfectos para dar vida a toda la tradición de la danza contemporánea argentina.

9-ESCRITO EN EL AIRE Y VOCES DEL SILENCIO

Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Escrito en el aire, de Oscar Araiz, y Voces del silencio, de Mauricio Wainrot.

Sala Martín Coronado del Teatro San Martín, Corrientes 1530.

Jueves a las 13, viernes y sábado a las 20.30, domingos a las 19.

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Para Escrito en el aire, Araiz usó el Concerto Grosso Nº 1 del ruso Alfred Schnittke.
 
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