Domingo, 14 de marzo de 2010 | Hoy
CULTURA › LA SEGUNDA EDICION DEL CICLO INCONCLUSO, EN EL CCEBA
Rosario Bléfari, Fito Páez y Horacio González pusieron el cuerpo para reflexionar sobre el peso y el significado de lo que no termina, lo que queda en el camino, lo que puede convertirse en un pequeño tesoro que abre nuevos caminos.
Por Silvina Friera
Los asuntos pendientes, los proyectos que consumieron demasiado tiempo y energías constituyen pequeños tesoros que siempre despiertan el interés de los otros. Una idea que pudo concretarse de una manera y por las vueltas en esa alocada calesita del destino se almacenó sin muchas esperanzas, o se creyó perdida, hasta que emergió con otra forma, es la inagotable materia prima del ciclo Inconcluso, que comenzó su segunda temporada con Rosario Bléfari, Horacio González y Fito Páez el viernes pasado, siempre con entrada libre y gratuita en el Centro Cultural de España en Buenos Aires (Cceba, Paraná 1159). Un hilo frágil conecta una frustrada muestra de volantes, el piloto de un programa humorístico sobre artistas visuales, un interrogante que acecha desde la niñez, ¿nos gustaría vivir la vida de otro?, con este lugar “maldito”, la Argentina, donde la extrema lucidez puede enfermar.
Bléfari, la artista plural que escribe, canta y actúa, fue directo al grano de este ciclo, organizado por Sebastián Meschengieser y Federico Lisica. Durante muchos años la ex Suárez guardó todos los volantes que le entregaban en los recitales. “Me imaginaba una sala blanca con todos los volantes del mismo tamaño, y que además tuviera un grabador con la música de cada banda; que se escuchara un tema en un loop, el estribillo de la canción, porque tenía que ser el tiempo que la persona pasaba frente al volante.” Con una frescura tan excepcional como su sentido del humor para burlarse de sí misma, Bléfari confesó que “la muestra de volantes vive en mí”. “Puedo cerrar los ojos y ver los veinte o treinta grabadores funcionando al mismo tiempo con esas bandas, algunas que no existen más; algunas que quizá tocaron una noche y después se pelearon y se pudrió todo; algunas que se hicieron famosas y que nunca más tocaron en ese antro que figuraba en el volante. Tal vez algún día alguien tome la idea. Si alguien quiere hacer la muestra, me encantaría ir a verla.” Fresco pretendía ser un programa humorístico, una parodia protagonizada por artistas visuales. La conductora era una amiga de Bléfari, la artista Alejandra Seeber. “Los artistas los interpretaba yo y el novio de la conductora”, reveló. “Llegamos a hacer una pareja de artistas internacionales que viajaban por el mundo y luchaban contra la idea de que la performance había muerto.”
“Nos producía una enorme contradicción, nosotros estábamos del lado de los artistas, pero al mismo tiempo nos burlábamos de ellos. Nos daba pudor, no podíamos hacerlo. Siempre nos quejábamos de que no nos tomaban en serio y mostrábamos a artistas que estaban en idioteces, en pavadas.” Un amigo quiso emular el mismo programa, pero aplicado a la ciencia, y en la radio. Le pusieron Fresco ciencia, grabaron la música y los separadores, pero ese programa también se truncó. “Los proyectos inconclusos derivan en otra cosa”, subrayó Bléfari, quien con la actriz Susana Pampín armó obras teatrales de divulgación científica, que tenían todos los ingredientes que estaban quedando en el camino. “Lo que sucedía es que estaban siendo procesados, guardados en algún lugar. Ese es uno de los consuelos: haberme dado cuenta de que las cosas no quedan en la nada.”
A años luz del tono más intimista, González aclaró que no es “ni adicto ni apto para las confesiones”. Sin intenciones de frustrar lo que calificó de “interrogación inquisitorial”, dijo que no sería recomendable pensar en cosas inconclusas. “No lo digo por conformismo, sino por adhesión interesada en la vida y en el presente”. La pregunta por la que cambiaría el eje es un interrogante que obsesiona a González desde chico: ¿nos gustaría vivir la vida de otro? “Esta pregunta absolutamente válida llevó a las grandes filosofías del pasado a pensar la transmigración de las almas, que una vida no se agota con la mera mortalidad del cuerpo; por lo tanto hay fantasmagorías y herencias”, explicó el sociólogo. “Nadie nos puede prohibir nunca la pregunta qué hubiera pasado si hubiera vivido la vida de otro. Si hay una ética, se origina de esa pregunta: ¿por qué no habré pensado que no debía ser yo?”
Fito tenía previsto leer unos textos de un libro que no se publicó, pero cambió de planes. “Soy un hombre que vive muy angustiado en esta época del mundo. Por supuesto que tengo sentido del humor, crío a mis hijos, me visto de árbol en las fiestas de la escuela y hago todo lo que tengo que hacer. Me gusta hacer música; de vez en cuando hasta tengo sexo, escribo, tengo mis amigos y les sirvo unas copas en casa.” Para el músico, que está por sacar Confiar, su nuevo disco, la idea de lo inconcluso está cobrando “ribetes fatales” para todos. “Hay algo maldito en este lugar que no permite que las cosas concluyan”, afirmó. Páez mencionó al “cabrón” de Fogwill como “hombre maldito, polemista y de excelencia artística”. En la fuerza y el vigor de la prosa de Fogwill encuentra algo. “El mismo tira la bomba en su casa y se ríe de eso”, sugirió. “Nosotros estamos construyendo una máquina sofisticada, compleja, y a la vez tirándonos la bomba”, comparó. “En el conflicto entre el oficialismo y la oposición todavía veo que se están peleando sobre el cuerpo de Aramburu y de Evita. Lo inconcluso tiene una dimensión monstruosa.”
Páez señaló que Osvaldo Lamborghini, Alberto Ure o el propio González se han metido con el espíritu argentino. “Los tipos que le ven la cara al monstruo terminan muy afectados. La extrema lucidez puede enfermar en un lugar donde nadie quiere reflexionar sobre el mal que nos aqueja a todos.” Lejos de eludir la realidad, el músico la encaró de frente. “Las idas básicas, lo central, todavía no está fundado aquí; y posiblemente haya que volver a repensar el lugar de todos nosotros en esta sociedad. Acá hay poderes económicos que tienen nombre y apellido; hay una dirigencia política que da pena, de un lado y del otro; hay una dirigencia empresarial miserable; pero a la vez estamos nosotros, que tenemos el voto y formamos parte en el cuento”, aseguró. Como disparó cañones impregnados de un fuerte pesimismo, optó por concluir con una invitación más esperanzadora. “Sigamos con lo inconcluso porque siempre es lo más hermoso; la idea más chiquita está inscripta ahí, lo que no llegás a ver, a tocar.”
–Los dejo bien angustiados... Hubiera preferido ser Caetano Veloso y vivir en Bahía –bromeó.
Alguien quiso saber si habrá un encuentro Charly & Fito, como hubo un Serrat y Sabina. “Qué sé yo... andá a saber. Es algo inconcluso... siempre tocamos, hicimos muchas cosas. Hay un vínculo muy hermoso.”
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