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Jueves, 18 de agosto de 2011

CULTURA › ESTA SEMANA SE PRESENTó Y PUSO EN MARCHA EL PROGRAMA PUNTOS DE CULTURA

Puntos para conectar a la comunidad

El sistema ya fue aplicado con éxito en ciudades de alta conflictividad como Medellín, aunque el modelo para la Argentina fue el programa que utilizó en Brasil el ministro Gilberto Gil: acercar fondos a proyectos que trabajan por la inclusión.

 Por Facundo García

Tal vez venga una era de bailarinas y cantores de esquina; de barrios repletos de rock, cumbia y folklore; de ciclos de cine en clubes que todavía hay que fundar. El programa Puntos de Cultura comenzó a implementarse esta semana, con dos millones de pesos destinados a organizaciones sociales y comunidades indígenas que promuevan la inclusión, la participación y el desarrollo regional desde el arte a lo largo y ancho del país. “Esto sintetiza las intenciones que tenemos para el futuro”, se enorgullece el titular de la Secretaría de Cultura, Jorge Coscia. La medida se inscribe en el conjunto de discusiones que el funcionario propone en su libro La encrucijada del Bicentenario (Ed. Peña Lillo-Continente). “La cultura –afirma en esas páginas– es el único producto que una comunidad no puede importar. Como pueblo podemos consumir lo que otros generan, pero debemos ser, en una proporción adecuada, protagonistas y productores de lo nuestro.”

Basados en el modelo que presentó en 2004 el entonces ministro de Cultura de Brasil, Gilberto Gil, los “puntos” –que en la nación hermana ya se cuentan por miles– son experiencias comunitarias preexistentes, que reciben “una subvención estatal, capacitación y un equipo multimedia” a través de convocatorias abiertas. Ahora el sostén se aplicará por estos pagos, con la esperanza de poner a circular la sangre creativa de todo el continente. Y hay billetes. Se ayudará a aquellos equipos “orientados a la reconstrucción del tejido social, que recreen la identidad a partir del reconocimiento de las propias capacidades”. Alejandra Blanco, jefa de Gabinete de la Secretaría de Cultura, detalla que se otorgarán subsidios en diferentes categorías (ver aparte). “Nos topábamos con el inconveniente de llegar a las zonas más postergadas”, explica. “Muchas veces ahí no tenés organizaciones sociales con personería jurídica. Entonces hubo que rediseñar las políticas para involucrar a esos sujetos sociales.”

¿Sujetos como quiénes? Entre los ejemplos que los responsables del programa suelen mencionar está Julio Zarza, que aunque no tenía “papeles” había montado una sala de cine vecinal en la Villa 21, además de codirigir el periódico Mundo Villa. A partir de este mes quienes estén en su misma situación podrán acceder a colaboraciones que –si bien no son millonarias– sirven como empujón. No es poco: en Latinoamérica hay ciudades que acreditan el cambio rotundo que acarrea la promoción de la cultura en los barrios. La trágica Medellín, de hecho, consiguió quitarle protagonismo a la muerte mediante una política de talleres, bibliotecas y centros de apoyo escolar. Aquí también es posible. Porque ser un “punto de cultura” no sólo incluye el reconocimiento estatal de las acciones que una organización haga. Implica capacitaciones continuas a través de un acuerdo con el Consejo Interuniversitario Nacional, que se sumará a través de una convocatoria para voluntarios. Así, las sedes propondrán actividades en función de sus inquietudes; desde un elenco teatral a una imprenta y desde un estudio de fotógrafos hasta una crew de hip hop. “Si hay un artesano en la Puna jujeña que da clases de una técnica de cestería tradicional que está por perderse, vamos a ir a apoyarlo para rescatar sus saberes”, ilustra Blanco.

El plan reconoce la autonomía de los grupos y aspira a que levanten vuelo propio a partir de la gestión compartida con los vecinos. En las nuevas condiciones, la organización “sin papeles” puede elegir a una persona física como garante. “Lo ideal –desarrolla Blanco– es que una vez que reciban los fondos puedan seguir creciendo y conocer los procedimientos administrativos.” Para estimular el intercambio, una plataforma web mostrará contenidos y noticias. Romper el binarismo entre arte estatal y arte comercial –metiendo una tercera variable, la comunitaria– es otra de las metas.

“Sin disparar al aire/ sin tirar misiles/ sin tener que matar gente usando proyectiles/ la guerra la peleamos/ sin usar fusiles/ de bloque en bloque/ como los albañiles”, repiquetea Calle 13 en su canción “El hormiguero”. Los Puntos de Cultura empalman con esos modos de construcción del siglo XXI: colectivos que –sin ignorar antagonismos de clase– optan por aprovechar el poder de las redes con estructuras descentradas e inclusivas. Según observa el coordinador Diego Benhabib, el entramado contempla el fortalecimiento de organizaciones intermedias que sirvan como eslabón entre el Estado y las bases. En Brasil se les llama “pontones”. Son puntos de cultura gigantes, similares a los “Centros de Producción Cultural” que se están erigiendo en este mismo momento en Quilmes, Ituzaingó, Florencio Varela, San Fernando, Avellaneda y la Villa 21 de Barracas. En las provincias se espera tener un efecto no menos contundente. Los informes del Sistema de Información Cultural de la Argentina (SInCA) destacan que en aquellos municipios que atraviesan una situación socioeconómica más cómoda, la cultura “logra disputar un lugar significativo, en términos presupuestarios, dentro de la administración pública”; mientras que allí donde la pobreza es mayor, los gobiernos tienden a priorizar otras preocupaciones. A ese escenario desequilibrado llegan los puntos, en la intención de alterar el paisaje de las localidades que lo necesiten.

En el lanzamiento –al que asistieron el presidente del Consejo Federal de Cultura, Freddy Jara, y el director y creador del Grupo Catalinas Sur, Adhemar Bianchi, entre otros referentes–, Coscia recordó que al asumir en la Secretaría la entrega de fondos a las organizaciones era potestad exclusiva de las autoridades del Ejecutivo. “Con esto estamos dando pasos para dejar de hacer ‘políticas jesuíticas’. Me refiero a esas perspectivas centralistas que persistían incluso cuando se quería llegar a las zonas más alejadas. Nosotros tenemos la voluntad política de aprender de lo que tengan para enseñarnos los demás, sin imponer nada”, remarcó. Para el representante, “los Puntos parten de la premisa de interpretar a la cultura como un derecho humano universal”.

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Adhemar Bianchi, el secretario de Cultura, Jorge Coscia, y Freddy Jara, presidente del Consejo Federal.
 
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