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Viernes, 23 de diciembre de 2011

CULTURA › ALFREDO PUCCIARELLI HABLA DE LOS AÑOS DE MENEM

“Hizo todo para volver atrás”

El autor aborda lo que llama “Revolución Conservadora” a través de la investigación exhaustiva de aspectos puntuales. “El proceso que vivió el peronismo transformándose en menemismo fue un adelanto de cosas que están ocurriendo en el resto del mundo”, afirma.

 Por Cristian Vitale

“¡Claro que Menem es peronista!”, dice sin dudar Alfredo Pucciarelli, intelectual de larga data en el campo de las ciencias sociales argentinas. Y despeja así, concreto y expeditivo, cualquier dubitación sobre la naturaleza política de quien comandó la Argentina durante diez años. Es una forma polémica, disparadora, de entrarle por la parte al todo de un libro que acaba de publicar, Siglo XXI mediante, bajo el título Los años de Menem, la construcción neoliberal, apoyado por el equipo de investigación que este doctor en Filosofía devenido especialista en Ciencias Sociales timonea en la UBA. “Cómo no va a serlo, si el peronismo tiene la capacidad del travestismo ideológico. Puede ser Menem o todo lo contrario”, de-sarrolla, contundente. Queda el marco nodal puesto, entonces, para indagar entre sus márgenes de qué van estas 325 páginas que abordan las diferentes aristas económicas, políticas y culturales que lograron una de las paradojas más llamativas de la historia argentina, el peronismo neoliberal: su construcción política, las continuidades y rupturas discursivas entre peronismo y menemismo, la subordinación de las Fuerzas Armadas al nuevo orden, el papel del Estado, los economistas y los empresarios y el rol de las corporaciones.

–Usted homologa la experiencia bajo el concepto de Revolución Conservadora...

–Claro, porque considero que Menem fue un gran transgresor, un gran transformador, pero hizo todo con el fin de volver hacia atrás: a la idea de consolidar el proceso de desindustrialización y financiarización del país, y la gran concentración del poder económico.

–Parece que la Revolución Conservadora no lo sorprende, de todos modos.

–Bueno, es una lectura ex post. Se produjo y yo trato de explicarla, pero es buena la pregunta, porque la metodología del libro se basa en lo que llamamos la sociología histórica, que no es un relato de la historia de atrás hacia delante sino al revés. Es plantearse problemas que ya ocurrieron, pero no para ver cómo se gestaron sino cuál fue su naturaleza.

–¿Fue de quienes la percibieron en el momento?

–Siempre planteé en el medio académico que el menemismo no era más que lo que fue. Fui medio conocido en la facultad por plantear esa prédica persistente “cuidado que el menemismo parece que innova pero va para atrás”. Durante años hubo una gran polémica, pero la crisis de ese modelo aclaró las cosas.

Pucciarelli lleva un largo camino tratando de entender la política argentina. De origen marxista, hoy se considera un gramsciano y, bajo la égida del lumínico italiano, orienta sus clases como profesor de posgrado en la UBA, la UNLP o Flacso, y guía sus miradas con destino de libro. Ya editó La primacía de la política (1999), La democracia que tenemos (2002), Empresarios, tecnócratas y militares (2004) y Los años de Alfonsín (2006). “Ahí indagamos, entre otras cosas, en la incapacidad que tuvo el radicalismo de plantear un proyecto de salida a un modelo que estaba agotado, el intento que hizo el alfonsinismo de diferenciar lo político de lo corporativo en el caso del juicio a las juntas y fracasar en el intento, y el golpe de mercado. En Los años de Menem, la intención es similar, no dar una imagen panorámica general de lo que pasó en la época, como se hizo en varios libros, sino recortar aspectos puntuales e investigarlos en profundidad.”

–En este caso, los primeros años del menemismo y la vertiginosidad con que se subordinó el Estado al poder económico.

–Porque son los clave. Es decir, cómo hizo Menem para producir ese giro central en la ideología y la política del peronismo, y cómo subordinó al resto. Es un tema actual, porque hoy está planteado al revés, ¿no? Hoy hay un proceso de polarización que no deja a nadie en el medio. Como dice la Presidenta, “yo administro para todos pero no soy neutral”. Yo también pienso por todos pero estoy de un solo lado, el de la construcción de un poder popular que sea capaz de enfrentar poderes corporativos, económicos y mediáticos.

–Gramsciano y kirchnerista, entonces.

–(Se ríe.) Sin pertenecer, acompaño y apoyo. Por los años que tengo, he visto cómo los gobiernos populares fueron apretados en elecciones de medio término y, al perder cierta base de apoyo electoral, trataron de zafar del acorralamiento de la derecha saliendo por derecha, como hizo Alfonsín después del Austral, por ejemplo. Lo que me colocó en la otra vereda fue que los Kirchner, cuando fue el conflicto con los sectores agrarios, reaccionaron al revés: salieron por izquierda, confrontaron a los poderes que lo querían desgastar. Me parece que, desde entonces, está bastante claro un proyecto de sociedad que habíamos perdido en la dictadura: una sociedad inclusiva, de mercado interno, con sectores industriales importantes; en fin, hay una idea bastante clara del norte.

–¿Cuán difícil es pensar la política argentina?

–Demasiado. Y lo es, básicamente, por el peronismo. Me parece que hay mucho más trabajo político que ideológico, mucha capacidad para establecer relaciones orgánicas con sectores sociales y mantenerlas, pero darle distintos sentidos a esas relaciones. El misterio es revelar por qué se mantienen juntos diversos sectores en un movimiento específico: es una cuestión muy difícil para entender a la Argentina. Y el otro es este carácter de predominio casi absoluto que genera el peronismo en el conjunto del sistema político. Se transforma casi en un sistema político en sí mismo, como ocurre hoy.

–La primacía de la política sobre la ideología, y la dosis de pragmatismo que ello conlleva, ¿no es también aplicable a muchos partidos políticos de Occidente? El PSOE español podría ser un ejemplo bien actual.

–Es cierto que el proceso que vivió el peronismo transformándose en menemismo fue un adelanto de cosas que están ocurriendo en el resto del mundo, especialmente con los partidos socialdemócratas. Es algo que atañe al agotamiento de una época, un agotamiento de actores y formas políticas para procesar conflictos sociales que está generando estas formas de travestismo, cambio radical o autoinmolación, porque uno no puede creer que al hacerse cargo de las políticas de ajuste en Europa, la socialdemocracia no se está autoinmolando... Ahora, lo que tiene el peronismo es esa capacidad de recuperación, y esto es lo nuevo, para mí. Se cae, se revuelca, comete errores y, cuando te querés acordar, se convierte en protagonista principal. Nada de eso pasa con la sociademocracia europea.

–Ni con el radicalismo argentino, para no ir tan lejos.

–Que está en una crisis terminal, sí. La UCR se ha convertido en un partido municipal de pequeños caudillos sin capacidad para establecer diálogos. Pegó tantos virajes, tuvo gestiones tan desastrosas, que se quedó sin base social. Y no tiene la posibilidad de procesar ninguno de los grandes problemas que existen en el país. El vaciamiento político del radicalismo es el vaciamiento de su propia memoria.

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Alfredo Pucciarelli es doctor en Filosofía y especialista en Ciencias Sociales.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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