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Domingo, 14 de abril de 2013

CULTURA › MODELOS DE PRODUCCION DE MUSICA EN VIVO EN EL MICA

Las experiencias compartidas

En el encuentro que se realiza en Tecnópolis, los productores y managers Eduardo Rocca, Gerardo Rojas, Gastón Montells y Eduardo Sempé debatieron acerca de las intensas transformaciones que experimenta el mercado de la música y la importancia de los shows.

 Por Mario Yannoulas

En la charla del MICA se mencionaron casos “exitosos” y se debatieron alternativas de autogestión.
Imagen: Bernardino Avila.

“El público no está demandando nuevas producciones: cuantos menos discos saca un artista, mejor le va. Es increíble, pero así funciona ahora.” El manager y productor Eduardo Rocca (Babasónicos, Las Pastillas del Abuelo y Virus, entre otros), puntualizó sobre una de las señales que indican que el negocio de la música atraviesa una etapa de intensas transformaciones. Con la circulación “ilegal” de música a través de Internet como principal castigador de la industria del disco –sobre todo en países como la Argentina, donde la penetración de las descargas “legales” no es tan potente—, lo que prolifera es la explotación de otras aristas comerciales que la música ofrece. Una de esas vertientes, probablemente la principal, es la de la producción de shows, donde se garantiza que el público pague por el acceso, y cuya materia prima no pudo hasta ahora ser digitalizada.

Sobre la realización de shows debatieron ayer cuatro importantes productores locales, durante la tercera jornada del Mercado Industrias Culturales Argentinas (MICA), que se celebra en Tecnópolis, en la localidad bonaerense de Villa Martelli. Bajo el nombre de “Modelos de producción de música en vivo”, la conferencia tenía como objetivo estudiar “casos exitosos” y alternativas de autogestión a partir de un debate entre los productores, con la participación del manager Alejandro Mazzei (La Bomba del Tiempo, Juana Molina) como moderador.

“Hasta hace algunos años eran las grandes compañías discográficas y sus productos, los discos, los que marcaban cómo tenían que organizarse las cosas. En los ’90 eso empezó a caer, entonces el artista ganó margen para decidir qué hacer con su carrera, y tuvo que apelar a recursos como la venta de tickets”, expuso Gerardo Rojas, manager del combo de reggae instrumental Dancing Mood, que entre sus mayores logros de convocatoria cuenta con la reunión de 30 mil personas sobre las calles de Palermo. “Esa libertad es producto de un cambio en la forma en que la gente consume música, las redes sociales informáticas nos permiten comunicar mucho más directamente a la banda con el público, sin que los medios tradicionales tengan necesariamente que intervenir. Hoy el artista decide más en qué gastar, cómo venderse.”

Uno de los ejes centrales de la discusión giró alrededor de una pregunta que no pierde vigencia a pesar de los años: ¿qué significa, en la música, ser independiente? Según Rocca, no es lo mismo hablar de eso en América latina que en los mercados centrales, que es donde en realidad se decide por dónde pasa el mercado musical a escala planetaria. “En ese sentido, se puede decir que las principales productoras de la Argentina (Fénix, Pop Art) son independientes, porque no dependen de ninguna multinacional”, planteó. “La independencia no es una definición, sino una construcción que tiene que ver con ser el propietario de una obra y mantener el poder de decisión sobre su circulación. Como nunca está garantizada, es un ejercicio permanente”, aportó Gastón Montells, miembro de 300 Producciones, que entre su cartera de artistas cuenta con nombres como Divididos, Ciro y Los Persas, La Vela Puerca y Lisandro Aristimuño. “El rasgo identitario de la productora tiene que ver con la autogestión y la independencia, con una firme convicción sobre el valor del trabajo en red en cada punto del país en búsqueda de libertad artística y ciudadana.”

El trágico episodio de Cromañón tuvo que, necesariamente, dejar huella en el esquema de negocios vinculado con la música en vivo: se desmoronó una escena underground basada en lo informal como marco de posibilidad y parámetro estético, ahora se tiende a puntualizar más sobre normas de seguridad, tanto entre productores y músicos como desde el Estado, cuanto menos como consecuencia de una demanda social más intensa. Eduardo Sempé organizaba las fiestas TNT en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, en las que no había ambulancias ni seguros, y en las que la única preocupación era procurar que los últimos cultores de la cerveza libre no se agarraran a piñas o destrozaran el barrio. “Lamentablemente, soy un beneficiado de las consecuencias de lo que pasó en 2004”, soltó. “En ese momento había una proliferación de lugares no autorizados, un grado de informalidad muy grande que terminó sepultado. Cerraron discotecas y desaparecieron muchas de las fiestas universitarias informales, entre ellas las TNT. En el contexto del post Cromañón se me ocurrió hacer una fiesta con artistas en vivo y cobrando ticket, pero incluyendo seguridad privada, ambulancia, un electricista matriculado, sonido y luces, lo que implicaba un nivel de producción muy alto. Así nacieron las Fiestas Clandestinas, que son fruto de una osadía personal, y ya se instalaron como una marca.”

“Cromañón es una bisagra en todo esto, tuvimos que tomar otras responsabilidades y dejar de lado el romanticismo de querer tocar en cualquier lado, aunque reconozco que me gustaba más aquella época. Se perdió ese semillero en el que nos criamos, cuando teníamos que contratar un salón de fiestas para hacer tocar a una banda. Hoy, donde se presente, el artista tiene que responder a un montón de normativas lógicas para la seguridad del espectador y el músico: todos tenemos que responsabilizarnos, porque manejamos vidas”, agregó Rojas.

Según Montells, la industria de la música tampoco se mantiene ajena al momento de crisis que atraviesan los medios tradicionales de difusión y comunicación. “Las bandas tienden a comunicarse directamente con el público. Está el ejemplo de Divididos, que desde hace once años no hace entrevistas con medios gráficos, pero que decide comunicar lo que quiere y cómo quiere a través de su web.” El productor también destacó que el éxito de una propuesta artística sigue sin radicar en el factor cuantitativo –en términos de convocatoria–, sino en la posibilidad de construir las propias condiciones de existencia de un grupo alrededor de decisiones ideológicas tomadas en forma grupal. “Durante los últimos años, en la historia cultural del país se ha creado un determinado saber, circunstancias como la de Cromañón han motivado a algunos diálogos intergeneracionales que son alentadores”, analizó.

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