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Viernes, 2 de agosto de 2013

CULTURA › OPINION

Carta para el muerto

 Por Juan Sasturain

Querido cadáver de la literatura policial, buenas noches:

Te escribo desde estas frías y anómalas playas del Sur, para contarte que –contra lo que dicen interesados y distraídos– estás vivo. Supongo que la noticia ha de sorprenderte, resignado y nostálgico en tu almidonada mortaja, pero te recomiendo que me prestes atención y no te des vuelta, me des la espalda soberbia en la estrechez de tu frío sobretodo de madera, tosas resentido desde los polvorientos estantes de las viejas colecciones.

Por estas latitudes –a diferencia de las equivalentes boreales– no te hemos reciclado o mantenido artificialmente las funciones vitales con sondas, aparatos y recetas con peripecias de nórdicos o mediterráneos investigadores/as y defensores/as de las instituciones con uniforme y cajero automático, portadores del buen sentido. Esa apariencia seriada de plana vitalidad con forma de bestseller sé que no te engaña: te entristece. Un zombie nunca de ser un muerto.

Por suerte y por acá, como siempre, las cosas son enferma y/o saludablemente distintas. Ni las instituciones ni el mercado (perdonando las palabras) son dignas de fe o de reverencia, y si te aseguro que estás vivo –querido cadáver– no es por una operación coordinada del buen sentido (en este caso nos referimos al olfato) editorial más la creación formulada de tramas eficaces según manual por los autores, sino precisamente porque en este barrio periférico pasa lo contrario. Acá te resucita, te arma de nuevo cada vez y a su manera un sabio más o menos loco en su laboratorio privado de arrabales con su propia fórmula secreta en la que mezcla de todo, usa piezas recicladas del género y sus aledaños sin prejuicios ni rubores. Después te echa a andar, habitualmente a contramano, y el resultado suele ser (como siempre debería) lo saludable inesperado.

Por todo esto –dear corpse– te invito a que, desde donde estés –algún frío cementerio privado con pesada lápida–, haciendo crujir clásicamente las vértebras de tu cuello mal ahorcado, te asomes a pispear lo que se dice en esta oscura reunión en que se juntan muchos de los que –aunque no lo sepas– te quieren de verdad y te mantienen vivo.

Con un abrazo cuidadoso de costillas.

Juan & Julio, tus amigos.

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