Sábado, 17 de mayo de 2014 | Hoy
CULTURA › OPINION
Por Hugo Soriani
Le agradezco a Susana Rinaldi, autora de la iniciativa, que con su sensibilidad de artista y su fino olfato político nos dio la posibilidad de estar acá, en este reconocimiento a alguien como José Pablo, que sin dudas no solamente es una personalidad destacada de la cultura, sino también un amigo de esos que la vida a veces nos regala, y que la hacen más interesante y divertida.
No voy a hablar de la categoría intelectual de José Pablo, porque creo que eso lo conocemos todos. José Pablo es un bronce sin ninguna duda, pero un bronce muy humano, como le gusta decir a él.
Con ese bronce muy humano trabajó en Página/12 casi desde sus inicios, hace ya veintisiete años. Con él encaramos infinidad de proyectos, todos exitosos y todos imprevisibles, porque él es imprevisible. Nada se puede planear con Feinmann. Nada.
Cuando empezamos con los suplementos dominicales en el diario, el primero fue “La filosofía y el barro de la historia”, dijimos que serían 20 los suplementos, y fueron 55. Seguimos con el “Peronismo”, y como veníamos de ese antecedente nos extendimos un poco más y dijimos 40. Fueron 130.
Y por último fue “Crítica de la razón imperial”, dijimos 20, y ahí fueron 30 porque José se enfermó y no quedó más remedio que interrumpir ahí.
Hicimos sus libros, muchos de ellos estaban en las librerías desde años antes, y sin embargo agotaron tiradas de veinticinco mil ejemplares.
Uno de ellos fue La sombra de Heidegger: Cuando Alejandro Fantino lo entrevistó en su programa de TV y lo mencionó como “A la sombra de Heidegger”, José, rápido, lo corrigió, “pibe, qué te creés, ¿que Heidegger es un árbol?”.
Rápido, canchero, porteño con mucha calle y tanto carisma que es capaz de tenernos sentados media hora frente al televisor mientras nos da clases de filosofía, de historia o de cine. Con él se habla claro y de cualquier tema: ama la literatura, la historia y la filosofía, pero también el fútbol, el cine, la música.
Hace un culto del humor: una noche cenábamos en un restaurante con el presidente de una fundación española que venía a invitarlo a dar charlas en Madrid. Desde una mesa vecina, una mujer joven no dejaba de mirarlo; y al final, antes de irse, se acercó a la mesa; la chica estaba con sus padres y le contó que vivía en Canadá, que había ido a sus cursos y que desde allá leía siempre sus artículos en el diario y veía por YouTube sus programas de televisión. Acto seguido, le pidió sacarse una foto con él para llevarla de recuerdo.
Terminada la cena y camino a casa lo felicité por su popularidad, y José me contestó “Qué, ¿vos también te la creíste?, eran tres actores a los que contraté para impresionar al gallego”.
José sufrió el exilio interno durante la dictadura y lo relató en su libro La crítica de las armas. Se conocen muchos testimonios sobre la vida en las cárceles de la dictadura, también se conocen los de los sobrevivientes de los campos clandestinos. Hay testimonios de los exiliados, pero hay pocos sobre aquellos que sufrieron el exilio interno. José lo sufrió, y en ese período donde además sufrió un cáncer resistió desde adentro, y lo contó en su libro con párrafos que si tuviéramos el tiempo suficiente sería bueno leerlos acá, todos juntos, como parte de este homenaje.
Cuando murió Videla recibí un mail de José Pablo que decía: “Hugo querido, es sólo para mandarte un abrazo. Alguien partió de este mundo y ya sabemos que ninguna partida de ese tipo nos debe alegrar. Pero se puede decir que fue uno de los más grandes hijos de puta de nuestra historia y que dañó irreparablemente nuestras vidas, las de toda nuestra generación. Con el cariño de siempre. José”.
José Pablo, querido, ese asesino murió en la cárcel condenado por genocida, y hoy aquí nosotros, de la mano de Susana Rinaldi y de la democracia conquistada, celebramos que vos seas “Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires”.
Como dice Joan Manuel Serrat, “de vez en cuando la vida nos besa en la boca”.
* Extractado de las palabras pronunciadas en el acto.
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