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Sábado, 17 de mayo de 2014

CINE › RAMON AYALA, DE MARCOS LOPEZ, VA LOS VIERNES EN EL MALBA

El Mensú como un objeto pop

Tras décadas de olvido, la figura del autor de “El cosechero” resurge con fuerza y el film del reconocido fotógrafo, que bien podría subtitularse “Retrato de una estrella viviente en estilo libre”, lo muestra en una mezcla de captación documental y puesta en escena.

 Por Horacio Bernades

Resurge Ramón Ayala, “El Mensú”. Olvidada durante décadas, esta septuagenaria leyenda de la canción litoraleña se halla en pleno revival. Se editan nuevos discos, habrá un concierto hoy a las 21 en el ND Teatro y se estrena este documental, ópera prima cinematográfica del consagrado fotógrafo Marcos López, que se mantendrá en cartel hasta fines de junio en malba.cine, todos los viernes a las 20. Autor de clásicos absolutos de la canción argentina, Ayala firmó e interpreta temazos como “El mensú”, “El cosechero”, “El cachapecero” y “Posadeña linda”, parte de un catálogo personal que se eleva, según dicen, a los tres centenares de canciones. Además de haber inventado un ritmo, el gualambao, Ramón Gumercindo Cidade (tal el nombre que figura en su DNI) desarrolló la ejecución de la guitarra de diez cuerdas, escribió una decena de libros, expuso su obra (sí, además es pintor) casi en tantas ocasiones como compuso canciones y ganó, en las dos últimas décadas, una importante cantidad de premios en el mundo entero.

Dueña de los títulos tipográficamente más bonitos vistos en mucho tiempo (letras elegantemente dibujadas, en refulgente cursiva amarilla), la brevísima Ramón Ayala (66 minutos) podría subtitularse Retrato de gloria viviente en estilo libre. “Párese un cachito acá y cante, don Ramón”, le pide un asistente, ubicando a Ayala justo delante de un telón, cuyo naif selvático remeda una versión misionera del aduanero Rousseau. Vestido para la ocasión, en estilo gauchesco-elegante (sombrero, camisa y pantalón negro, botas de cuero), don Ramón canta, a capella, con una voz que no será la de hace casi cuarenta años (Ayala grabó su primer disco recién a los 39) pero no desmerece el mito. La escena concentra en sí la fusión de vivo y construcción premeditada, captación documental y puesta en escena, rusticidad y sofisticada dirección de arte que rigen el documental de Marcos López. Que marcan la obra entera de Marcos López, en verdad. Una obra que halla aquí su lógica continuidad cinematográfica.

Lo de López es una suerte de populismo releído, de camp desparodizado, de pop nacional, que permite a un doble de Gardel posar junto a un parrillero de domingo, en una terraza de colores fauvistas, mientras una sirena argentinísima mete la cola en una pelopincho. Sáquese a Carlitos y colóquese a don Ramón, cámbiese sirena por Charo Bogarín –folklorista sexy, vestida de india de strass– y terraza por selva misionera y se tendrá Ramón Ayala, foto en movimiento de Marcos López. Como el Gardel, el parrillero o la sirena, el Ayala de Ramón Ayala es un objeto pop, excéntrico por su relación con el contexto o el gusto medio. Sobre la terraza de la foto, el cielo se encapota extrañamente, aunque la escena es veraniega. El campero don Ramón aparece, a su turno, en medio de un paisaje urbano (vive en San Telmo, de hecho), recortado sobre un fondo artificiosamente selvático. O realmente selvático, en las escenas que tienen lugar en Misiones.

“Verde-gris, verde brillante/rojo toro, sangre adelante”: Ayala pinta sus canciones con colores de la selva, y esos colores son también los de Marcos López, que trabaja con primarios restallantes. Ramón Ayala es, entonces, el punto en que la paleta de Ayala y la de Marcos López se hacen una. La forma de Ramón Ayala varía entre un cine directo, aunque previamente construido (los colores del fondo, los objetos con motivos selváticos, las camisas floreadas, el bigote teñido, el peluquín azabache de don Ramón), en el que la leyenda canta, se junta con amigos o conocidos, filosofa a cámara, pasea con su mujer o muestra los pasos del gualambao, y una suerte de deconstrucción musical del mito, de la mano de músicos reconocidísimos (Tata Cedrón, Liliana Herrero, Juan Falú), que analizan en qué consiste la grandeza musical del posadeño.

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El film, el punto en que la paleta de Ayala y la de López se hacen una.
 
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