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Lunes, 31 de agosto de 2015

CULTURA › A DIEZ AñOS DE LA MUERTE DE LA POETA ELADIA BLáZQUEZ

El corazón sigue mirando al Sur

También cantante, pianista y compositora, fue una de las plumas más importantes del tango, en una década, la del ’70, complicada para el género. Escribió, entre otras canciones urbanas y suburbanas, “Honrar la vida”, “Sueño de barrilete” y “Prohibido prohibir”.

 Por Cristian Vitale

En 1931, Gerli no era aún la barriada obrera y pujante que empezó a ser a partir del primer gobierno peronista. En 1931, Gerli era –casi– un pueblo de casas bajas, sencillas, entre el zinc, el alambre y los primeros ladrillos, entrecortadas por jardines de bellas flores, pero también por amplios y yermos espacios verdes, que muchos porteños desconocían. Quizá porque lo asociaban, en su imaginario, a uno de los varios márgenes “temidos”. A un arrabal, como tal vez se concebía la Saavedra de los muchachos de la barra de Marechal, en el contemporáneo Adán Buenosayres. Gerli era una partecita de ese enorme suburbio humano que no tardaría más de quince años en meter las patas en la fuente. Que se iba a presentar así, modesta, agradecida y sensible, ante los ojos de la imponente y altiva Capital Federal. En tal barrio sureño –y en tal año– nació Eladia Blázquez. Eladia, una cantora, poeta, pianista y compositora que se iba a transformar en una de las más importantes del tango, en una década que ese género la tenía complicada: la del setenta.

Eladia, que hoy estaría en los 84 años de no haber sido por esa maldita parca que se la llevó hace exactamente diez: el 31 de agosto de 2005. Eladia, hija de una barriada en ciernes y de inmigrantes españoles. Eladia, enorme pluma, fortaleza y voz, que alguien llegó a llamar la Discépolo con falda y que nunca olvidó ni su origen, ni su esencia. Por el contrario, refrendó ambos en una de sus más sublimes creaciones: “Nací en un barrio donde el lujo fue un albur / por eso tengo el corazón mirando al sur / Mi viejo fue una abeja en la colmena / las manos limpias, el alma buena / Y en esa infancia, la templanza me forjó / después la vida mil caminos me tendió / y supe del magnate y del tahúr... por eso tengo el corazón mirando al sur”, cantó y puso música ella, la Eladia de Gerli, en la mil veces versionada “El corazón al sur”, cuya última estrofa tampoco tiene desperdicios: “La geografía de mi barrio llevo en mí / será por eso que del todo no me fui / la esquina, el almacén, el piberío... lo reconozco... son algo mío... Ahora sé que la distancia no es real / y me descubro en ese punto cardinal / volviendo a la niñez desde la luz / teniendo siempre el corazón mirando al sur”.

“El corazón al sur” es, inevitablemente, la mejor puerta de entrada a su obra. La grabó en su tercer disco, ¿Somos o no somos? (sucesor de Buenos Aires y yo, su ópera prima editada de 1970, y Yo la escribo y yo la vendo, 1973) publicado por Phono Musical Argentina en un año complejo: 1975. Una edición en vinilo que en su tapa enfrenta dos fotos suyas idénticas. Se la ve, en negativo y positivo, fumando un cigarro y tomando un café pegada a la ventada de un bar barrial, como focalizando en alguna contradicción. Así, hasta que una dicción escrita en la contratapa derriba la sospecha de un plumazo: “Cuidado!... éste es un LP de tangos. De tangos desconocidos. Todavía hay gente con coraje en nuestro país”, escribe ella misma, y la coherencia drena por el lado del riesgo. Dice que el tango está hecho más para durar que para vender y que, aún en su crisis, sigue interpelando a los argentinos: ¿Saben acaso qué difícil es hacer tango?, ¿qué difícil es transitar por dentro de nosotros mismos, y a pesar de nosotros mismos?, se pregunta Eladia, en la sentencia contextual de un disco que tiene diez piezas compuestas por ella misma en letra y música. Y a Raúl Garello, José Carli y Roberto Grela entre sus arregladores.

Disco que, a sus 34 años, encuentra a Eladia en su mejor estado emocional, existencial y artístico. No solo el de “El corazón al sur”, sino también en la nodal “Somos como somos”, pieza en la que intenta una irónica y verosímil radiografía del ser urbano y su simbiosis con el suburbano. También en “La bronca del porteño” (“la dueña del país”, canta, incisiva y certera, en una frase totalmente aplicable a los días que corren) o “Vamos en montón”, también aplicable, pero a los días que corrían cuando Eladia la grabó: “Hoy Discépolo resulta un optimista / Por las cosas que tenemos a la vista / Cambalache de una era sin fortuna / Hoy nos suena en este bache”.

Por supuesto que aquel tercer disco no la explica toda. Eladia de Gerli también escribió libros (“Buenos Aires cotidiana”, “Mi ciudad y mi gente”), indagó en otros géneros musicales como la canción española y diversos estilos folklóricos, creó clásicos inevitables para la canción ciudadana (“Honrar la vida”, “Sueño de barrilete”, “Sin piel”, “Prohibido prohibir” y la letra de “Adiós nonino”, claro) y editó varios discos más que devinieron saga: Con las alas del alma y La mirada, entre ellos, pero a ¿Somos o no somos? lo nutre un plus que la pinta de cuerpo y alma: el barrio, el sur, esa esencia inmiscuida en los jazmines de Gerli, en sus olores, en esa patria de la infancia que es la patria. Que puede jugar a ser universal, pero nunca serlo en serio. O serlo del todo. Y de ahí su identidad. Su búsqueda. Su ser como es, que lo demás no importa –casi– nada.

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Eladia Blázquez, una gran artista que renovó la poesía ciudadana.
 
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