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Viernes, 13 de septiembre de 2013

HISTORIETA  › LO QUE VENDRA EN LA NUEVA EDICION DE FIERRO, QUE APARECE MAÑANA CON PAGINA/12

Un hombre apasionado por las historias

Autor de obras que dejaron huella en la revista como Altavista y El Maquinista del General, Fernando Calvi habla de la culminación de ¡México lindo!, en una edición de Fierro abundante en material imperdible, una preparación del séptimo aniversario.

 Por Lautaro Ortiz

Aunque algunos lectores puedan pensar que la Fierro que saldrá mañana junto a este diario es sólo la previa de los festejos por los siete años de vida que cumplirá en octubre la publicación, esta edición 83 viene cargada. El sumario lo demuestra: tercera entrega de Rick City (Trillo-Saborido) en claro homenaje al cine de Hitchcock; las aventuras y desamores de Borges, contada magistralmente por Lucas Nine; la vuelta de Patricia Breccia con guión de Alejandro Aguado en Lechuza; la contundente Pintó la noche de El Tomi (con tapa incluida); y las series Putrefacción (Couselo y Fraticelli) y Edén Hotel (Agrimbau-Ippoliti). Pero también estará el suplemento “más o menos humorístico” del que todos hablan: Fierrito, donde los lectores podrán leer la última parte de las muchas aventuras de Don Pascual de Battaglia; las reflexiones del extraño canguro Kang! de Copi y varios trabajos de jóvenes autores como Paleo, Riskin, Navarro y muchos más, bajo la dirección de Diego Parés. Una edición con mucho para leer, que cierra un ciclo de 6 años y patea las puertas para el que viene.

No es casual, entonces, la conversación con el dibujante Fernando Calvi (Córdoba, 1973), quien creó para las páginas de Fierro historias muy personales como Altavista, El Maquinista del General y la lisérgica ¡México lindo! que mañana llegará a su fin. Su viaje como autor casi empezó con Fierro, que lo dejó correr a la par de su inconsciente: “Yo prefiero la sorpresa, decir algo y darme cuenta más tarde de lo que dije. Hace unos años le comenté a Oswal algunas cosas que hacía con el inconsciente y me dijo: ‘Al inconsciente dejalo trabajar’... Y eso hago”. Y aunque esa gestualidad surrealista lo tienta, Calvi sabe que “es un arma de doble filo”, por lo que acompaña ese devenir de las ideas con una estructura sin fisuras en lo narrativo, como si advirtiera que debe poner orden a los pensamientos de sus personajes, ya sea el marinero Barragán, el Maquinista Juan Celeste o el enigmático Mister T.

–Aunque son diferentes, las tres historias que hizo para Fierro tienen un eje: el viaje. Hacia lo natal en Altavista, hacia el destino del hombre en sociedad en El Maquinista y ahora hacia lo desconocido. ¿Se podría hablar de una trilogía?

–No se me había ocurrido verlo como una trilogía donde viajar sea el nexo, es verdad. Los viajes como transformación y como elección. Me gusta, y creo que es influencia de la historieta y la novela de aventuras que los viajes internos vengan acompañados de viajes externos. Me gusta y me parece interesante y bello. Porque si el paisaje interior está cambiando, qué mejor forma de mostrarlo que cambiando el paisaje exterior. Este, el de México, es un viaje distinto, es un mal viaje de peyote, y por eso la estética lisérgica de toda la historieta. Pero de los malos viajes se aprende también, y es lo que le pasa a Mister T. También está muy influida por la historieta clásica yanqui de los ’40 y ’50. Esa historieta de primeros planos potentes, de caras con mucho diseño, y de fondos contados con pocos elementos. Una línea de horizonte y sol y estás en el desierto. Un sombrero y una pared blanqueada a la cal y estás en México. Al menos en el sueño-pesadilla-imaginación que tenían los blancos yanquis en la década del ’50 sobre México.

–Ya desde el título hay una advertencia hacia el lector, irónica o no, sobre el viaje que emprenderá ese misterioso estadounidense que llega desesperado a la tierra del peyote.

–Claro, de nuevo jugar con esa fantasía norteamericana de México que se deja ver en las novelas policiales, las historietas y ciertas películas. Por eso el título, como gritado, reído, por una voz mexicana, extranjera, que se anima al grito ronco y al festejo intenso.

–¿A qué se deben las referencias literarias o de historieta, a veces evidentes y otras ocultas?

–Y sí, están por todos lados, algunas son muy claras (Sherlock Time, Steve Canyon, Chandler, Wade Miller, Cantinflas, Batman), otras más esquivas. Me gusta mucho trabajar con referencias, pero no sólo desde el homenaje, el guiño al lector. Si un lector no conoce a Sherlock Time, puede disfrutar lo mismo la historieta. Me gusta la referencia porque soy muy lector, y uno hace historietas con lo que vive, pero también con lo que lee (que es parte de lo que vive). Me parece que esos chistes, personajes, nombres, códigos, son parte del lenguaje de la ficción y la historieta, están ahí para ser usados. Si a un personaje le pongo el peinado de Archie, estoy diciendo algo del personaje, porque ese corte de pelo ya es un código, tiene un significado.

–En esta serie es el dibujo, el planteo gráfico, el que motoriza la historia...

–Cuento mucho más con los dibujos, y el texto está llevado al mínimo. No porque me parezca que debe ser así, pero en este trabajo sí. Altavista era contada desde el futuro por el protagonista. Acá, Mister T. vive todo eso con nosotros, es una historieta de presente furioso. Por eso es de acciones, los personajes hablan y piensan ahí mismo, en medio de la balacera. Por otro lado, la comprensión de lo gráfico es, o debería ser, fundamental para entender cualquier historieta. Los desbordes y la violencia de Dick Tracy funcionan con el dibujo exagerado, estilizado, bellamente grotesco de Chester Gould; dibujada realista no funcionaría tan bien, no sería Dick Tracy.

–Más allá de las alucinaciones, las pruebas que ese yanqui debe sortear, lo que hay es una historia de amor y soledad...

–Sí, como en las anteriores. Es una historieta de soledad. Pero de la soledad que se construye (como es una historieta de identidad, pero de la identidad que se construye también). Me interesaba hablar de esa soledad que nos construimos haciendo o diciendo ciertas cosas. Siendo terribles, por decirlo de alguna manera. Y al mismo tiempo cómo la compañía nos persigue, nos acompaña, nos potencia la aventura. Batman es eterno por Robin; es Robin quien le da a la aventura ese tono eterno, permanente, de rutina familiar.

–¿Y cuándo se podrán leer en libro?

–Altavista saldrá en libro en algún momento, lo mismo El Maquinista o ¡México lindo! Me gustan los libros de historietas, y me gustaría que estén en libro estas historias. Pasará en el momento adecuado. No es tampoco una carrera o una culminación para esas historietas, que disfrutaron de un enorme lectorado en Fierro, y de paso mucha gente de afuera del gueto de la historieta, que está muy bien. Fueron pensadas para la revista, para salir en capítulos, para ser leídos a los saltos y hasta en desorden. Igual ya saldrán los libros y habrá que ver cómo se leen esas historietas en ese formato.

–¿Cuál es el nuevo proyecto para Fierro?

–Aunque todavía está un poco verde, tiene raíces. Historieta de género. Me gusta mucho cierto tipo de historias oscuras y torcidas. Cortas y torcidas. Y el punto de partida, además de la vida y las lecturas y pensar en cuál es el mejor formato para una revista mensual, tuvo que ver con una charla que tuve esperando el colectivo con Diego Parés hace casi una década. Yo estaba pensando en una serie de historias raras, duras, negras, y estaba preocupado porque no había amor. Se me había ocurrido la idea peregrina de que todas mis historietas iban a ser historias de amor. Y Parés me dijo: “Justamente, es la ausencia de amor lo que hace negras y densas a esas historias”. Por ahí van entonces, y nunca mejor dicho, los tiros o las cuchilladas.

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“Me gusta la idea de considerar los viajes como transformación y como elección”, dice Calvi.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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