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Viernes, 28 de noviembre de 2008

LA HISTORIA DEL SOLDADO, EN EL TEATRO DE LA RIBERA

Un violín vendido al diablo

Basada en un cuento popular ruso, la obra de Igor Stravinsky, que se ofrecerá hoy y mañana, fue adaptada por Marcelo Lombardero: “Busqué realzar la música sobre la historia; el texto lleva el cuento al mínimo y deja hablar a la música”, señala.

 Por Diego Fischerman

En 1918, los hombres estaban en guerra. No había músicos y, posiblemente, tampoco demasiado público. Igor Stravinsky estrenó entonces una obra en Suiza, país neutral si los hay, y con una orquesta que respondía a las limitaciones. Una orquesta, en todo caso, tan heterogénea como inimaginable unos años antes, en tiempos de la endogamia de las cuerdas románticas. La historia del soldado, basada en un cuento leído por el músico en una popular antología rusa, fue pensada como obra ambulante e incluía una bailarina que decía una única palabra, dos actores, un relator, un violinista, un clarinetista, un trompetista, un trombonista, un fagotista, un contrabajista y un percusionista. Contaba la historia de un soldado que vendía su violín (o su alma) al diablo e incluía, de paso, un ragtime y un tango tan geniales como imaginarios.

Con puesta de Marcelo Lombardero, que acaba de montar con éxito el Macbeth de Verdi en la Opera de Niza, y dirección musical del francés Diego Masson –fundador del legendario grupo Musique Vivant–, La historia del soldado subirá a escena hoy y mañana como parte del Ciclo de Música Contemporánea del Complejo Teatral de Buenos Aires. Las funciones serán a las 21 en el Teatro de la Ribera (Av. Pedro de Mendoza 1821) y contarán con actuaciones del propio Lombardero, Claudio Gallardou, Héctor Calori y Laura Aguerreberry, a quienes se suma el grupo conformado por Daniel Robuschi (violín), Carlos Vega (contrabajo), Osvaldo Lacunza (trompeta), Enrique Schneebeli (trombón), Martín Moore (clarinete), Andrea Merenzon (fagot) y Gerardo Cavanna (percusión). “El punto de partida de esta puesta es una versión que hice hace un par de años para la Sinfonietta de la Fundación Omega Seguros, que dirigía Gerardo Gandini”, cuenta Lombardero. “Es una obra difícil de representar; originariamente responde a un tipo de teatro muy particular que, pensado hoy, no tiene el mismo significado que en un pequeño escenario de un país neutral sobre el final de la Primera Guerra.” Extraído de la colección de cuentos rusos de Alexander Afanasiev, fuente de varias piezas de Stravinsky, el texto de la obra fue trabajado por el compositor en conjunto con el novelista suizo Charles-Ferdinand Ramuz, sobre una traducción al francés de estos cuentos hecha por el propio Stravinsky. La mera utilización de materiales que remitían a tradiciones populares, tanto en el texto como en la música, era, en 1918, todo un gesto vanguardista. La obra, hoy, es, obviamente, un clásico. Esa distancia llevó al director de escena a plantearse una adaptación: “Busqué realzar la música sobre la historia; el texto lleva el cuento al mínimo y deja hablar a la música. Diría que más que una obra de teatro musical, esta puesta se asemeja más a un teatro audiovisual semimontado. La acción se desarrolla sólo cuando hay texto. No hay actuación ni coreografía que narre nada mientras suena la música. En esos momentos es ella la que habla. Y el personaje de la princesa, que en la obra original estaba pensado para una bailarina, si bien en este caso también se trata de una bailarina, es una que no baila. Es una presencia que hace de oficiante y que en algún momento cumple el rol de la princesa”.

Lombardero cuenta que, como intérprete, hizo muchas veces La historia del soldado, pero siempre como soldado. Esta vez será la primera en que su papel sea el del diablo. “Estoy sumamente feliz con el trabajo de Gallardou como soldado y del de Calori como relator”, dice. “Y si bien Gallardou viene del clown y la obra tiene algo de farsesco, en este caso traté de encontrar un punto equidistante entre esa tradición de teatro de feria y las estilizaciones que uno puede, también, encontrar en esta obra. Hay algo brechtiano, o prebrechtiano, en ese narrador, en el relato frío. Diría que eso está tanto como la herencia del teatro popular.”

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Stravinsky compuso La historia... en 1918, en plena guerra.
 
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